
Estrenos online: crítica de «Jefes de Estado» («Heads of State»), de Ilya Naishuller (Prime Video)
En esta comedia de acción, tras salir ilesos de un atentado, el presidente de los Estados Unidos y el Primer Ministro británico tienen que sobrevivir perdidos en el Este de Europa y siendo perseguidos por una organización terrorista.
Esta buddy comedy clásica tiene un toque más o menos original que la diferencia de otras películas en las que dos personas muy distintas que no se llevan inicialmente nada bien se ven forzadas a atravesar juntas complicadas y hasta peligrosas circunstancias. Aquí los protagonistas son el presidentes de Estados Unidos y el primer ministro de Gran Bretaña, obligados por una serie de hechos a tener que fugarse juntos de unos peligrosos villanos que los buscan para matarlos. ¿El problema? Los jefes de estado en cuestión se odian entre sí.
Todo empieza con una emboscada. Un grupo de agentes está en la fiesta de la Tomatina, en España, tratando de atrapar a un peligroso traficante de armas. Conducidos por Noel (Priyanka Chopra Jonas), una agente británica del MI6 trabajando en conjunto con la CIA, el grupo es sorprendido por los clásicos esbirros del traficante y en apariencia liquidado en su totalidad en una escena que –por el baño de tomates circundantes– parece aún más sangrienta de lo que es. Esto impacta en los gobiernos, que deciden reunirse. Esto implica un viaje del presidente de los Estados Unidos a Gran Bretaña para luego ir juntos a un encuentro de la OTAN.

El problema es que los tipos no se llevan nada bien. El presidente de los Estados Unidos es un actor de películas de acción llamado Will Derringer e interpretado por John Cena es un poco como si Arnold Schwarzenegger fuera el primer mandatario: simpático, carismático, pero menos capacitado para la tarea de lo que debería (de hecho, Arnold sí tiene experiencia). El británico se llama Sam Clarke y lo encarna Idris Elba como un hombre muy serio y circunspecto, profesional y educado en Cambridge, pero a la vez salido de barrios humildes y con más calle que su colega. Com Clarke apoyaba al rival de Derringer en las elecciones, el estadounidense le tiene bronca. Y al preparado Clarke le fastidia que un actor de «cuarta» que solo sabe repetir frases hechas sea presidente.
Lo cierto es que ambos irán a la OTAN en el Air Force One para dar muestras de unidad luego de una incómoda conferencia de prensa en Londres. Y en pleno vuelo el avión es atacado por las mismas fuerzas lideradas por Viktor Gradov (Paddy Considine), quien destruye la nave y a todos sus pasajeros. El mundo da a ambos presidentes por muertos y la gente de Gradov toma el control de un programa secreto con acceso a los asuntos secretos de los estados creando caos entre los miembros de la OTAN. Pero lo cierto es que, en una escena de acción absurda pero atrapante y bastante bien filmada (la mayoría lo son), los dos mandatarios se lanzan en paracaídas y sobreviven.
De allí en adelante CABEZAS DE ESTADO mostrará en paralelo cómo Clarke y Derringer tienen que arreglárselas para sobrevivir luego de caer del avión en Bielorrusia, tratando de llegar a lugar seguro sin ser detectados por estos villanos que ahora controlan los satélites internacionales. Y, por otro lado, cómo las relaciones internacionales se van desmoronando a partir de los secretos divulgados y los problemas internos entre los líderes que los reemplazan. Pero lo central pasará por la manera absurda en la que Clarke y Derringer avanzan en su intento de sobrevivir mientras son perseguidos y sin poder dejarse de pelearse un segundo. Para la última media hora lo que tendremos será una eterna, continua y finalmente bastante agotadora escena de acción. Y allí, por mejor factura que tenga, el asunto terminará un poco agotando.

Realizada por el director de NADIE –que curiosamente es de origen ruso–, CABEZAS DE ESTADO es más simpática y divertida de lo que parece por su propuesta inicial. Gana gracias al elenco, con un Elba manejando muy bien un tono serio en situaciones absurdas y Cena entrando más directamente en uno paródico, bromeando con la idea de un héroe del cine de acción que no tiene idea cómo actuar cuando tiene que resolver situaciones violentas en el mundo real. De hecho, tanto Elba como Chopra –que, Spoiler Alert, reaparecerá; nadie castea a una estrella así para liquidarla a los tres minutos de película– se manejan mucho mejor con las armas y en las peleas cuerpo a cuerpo que el propio Cena, que se dedica a eso en la vida real, pero acá de entrada le tiene miedo a casi todo. Y esa vuelta de tuerca le da un plus de humor a la bastante básica trama.
Se trata de un film visto mil veces pero que crece, además de por la simpatía de sus protagonistas por no enredarse en excesivamente complicadas vueltas de tuerca. Hay un traidor en la OTAN que trabaja para el enemigo –y/o tiene otros objetivos políticos– y eso es todo lo que hay que resolver en términos de intriga. Lo demás: aventuras, comedia, choques, escenas de acción, más acción y más acción. Es cierto que sobre el final –en escenas que tienen lugar en Trieste–, Naishuller se pasa de rosca con una interminable persecución y una larga serie de peleas, pero más allá de eso la propuesta sobrevive a ese lugar de ser el prototípico film de acción de fórmula estrenado para el feriado del 4 de julio (Día de la Independencia de Estados Unidos), fecha importante del calendario de estrenos. Lástima, obvio, que ninguno de los presidentes reales de ambos países tengan ni el carisma ni el deseo de hacer las cosas bien como estos dos. Pero en el terreno de la fantasía, la dupla funciona.