
Estrenos: crítica de «El último rodeo» («The Last Rodeo»), de Jon Avnet
Un veterano jinete de rodeo se ve obligado a volver a competir para ganar dinero y poder pagar la riesgosa operación a la que se tiene que someter su nieto. Con Neal McDonough y Mykelti Williamson. Estreno: 7 de agosto.
Al ver EL ULTIMO RODEO seguramente varios se preguntarán los motivos por los que una película así se estrena en la Argentina. No se trata de un film malo, absurdo ni nada parecido. Al contrario. En su simpleza es una película relativamente competente y clásica. La pregunta es otra: con tantos films importantes o relevantes que no llegan a la cartelera local, ¿cómo es que llega a los cines una película sin actores conocidos sobre el mundo del rodeo en los Estados Unidos? No fue un gran éxito internacional, no es una película llamativa por ningún motivo en particular y tampoco tiene conexión con la Argentina o el mundo latino. ¿Entonces?
EL ULTIMO RODEO, como sucedió con SONIDO DE LIBERTAD, es una producción de los estudios Angel, una empresa conectada con el mundo cristiano que hace películas para toda la familia apoyadas en temáticas que se conectan, de una u otra manera, con la fe y lo religioso. Y si bien desconozco los detalles de su desembarco en el país, ya son varias las películas de Angel que se han estrenado en cines acá, muchas de ellas con un sistema de venta de entradas que tiene algo parecido al llamado crowfunding, con individuos, socios o instituciones comprando tickets y repartiendo entre amigos y/o fieles, muchas veces bajo el concepto de pay it forward. Esto es: comprando entradas antes de la producción para financiar anticipadamente las películas.

Todo esto funciona como contexto, pero poco tiene que ver con lo que cuenta EL ULTIMO RODEO, que quizás no haya sido tan exitosa como SOUND OF FREEDOM –aquel film contaba la probablemente apócrifa historia del muy cuestionado, inclusive en Argentina, Tim Ballard–, pero sin dudas es una película mucho mejor y más noble. De hecho, los elementos religiosos son bastante secundarios y solo están ligados al espíritu general de la película y a un personaje secundario, creyente, que es el que siempre cree que las cosas pueden salir bien cuando los demás están a punto de rendirse.
El film del veterano Jon Avnet (director de TOMATES VERDES FRITOS y ALGO MUY PERSONAL, entre muchas otras) se centra en un veterano jinete de rodeos llamado Joe Wainwright (Neal McDonough, de JUSTIFIED, YELLOWSTONE y TULSA KING, además de coguionista y productor), viudo, retirado y con el cuerpo bastante maltrecho de tantos golpes dados por los toros. Más allá del dolor de haber perdido a su mujer y de un pasado alcohólico que estuvo relacionado con un duro accidente que lo alejó del deporte, el hombre parece disfrutar de una vida tranquila, ocupando gran parte de su tiempo en su nieto, el pequeño Cody, al que quiere inculcar su pasión por el rodeo, aunque todos –incluyendo a su hija, madre del chico– prefieren que juegue al béisbol.
Un día Cody tiene unos mareos y pronto descubren que tiene un tumor cerebral. Y para eso necesita una operación urgente y muy cara. Como la salud pública casi no existe en los Estados Unidos (de eso acá no se habla), la familia no tiene forma de pagar esa complicada y riesgosa operación. Hasta que a Joe se le ocurre una idea: anotarse en un torneo de campeones de rodeo que tiene un premio para el ganador de 750 mil dólares, más que suficiente para pagar la cirugía. Pero no es fácil porque su hija Sally (Sarah Jones) no quiere saber nada con que Joe vuelva al ruedo, su cuerpo no está en condiciones de resistir la exigencia y hasta su viejo amigo y compañero de aventuras de rodeo Charlie Williams (Mykelti Williamson), el «religioso» del grupo, le dice que es una locura intentarlo.

Pero Joe tiene que hacer lo imposible y se va con Charlie a Tulsa, Oklahoma, a probar suerte frente a jinetes mucho más jóvenes y físicamente mucho más enteros. Y la película seguirá los intentos de Joe de competir –algo que no será fácil por muchos motivos, en especial los ligados a su salud– mientras su nieto pelea por su vida en un hospital. Y si bien allí se reencontrará con viejos amigos del mundo del rodeo –como el jefe de la liga, que encarna Christopher McDonald, a quien actualmente se puede ver en un rol muy distinto HAPPY GILMORE 2–, todo parecerá conspirar contra su posibilidad de ganar ese dinero. Especialmente porque el seco y parco Joe no quiere decirle a nadie qué es lo que lo lleva a volver al rodeo. El quiere, digamos, ganar en su ley.
Forzando aquí y allá los elásticos sentimentales de un relato tradicional (es obvio llegado un punto que hay otras soluciones antes que la de ganar el torneo), Avnet cuenta su clásica historia sin caer en demasiados golpes bajos ni forzar más de lo necesario su trama. La película es previsible desde el minuto uno –o bueno, desde que uno se entera del problema de salud del chico, a tan solo unos minutos de iniciada la película–, pero Avnet logra sacarla a flote muchas veces gracias a momentos de humor o ligereza, aportados por Williamson (FORREST GUMP, FUEGO CONTRA FUEGO), además de los tradicionales conflictos ligados a una contienda deportiva con rivalidades, malos entendidos, puntuaciones discutidas y peleas varias, dentro y fuera del rodeo.
Sencilla y tradicional, nostálgica pero sin llegar a ser recalcitrante, EL ULTIMO RODEO intenta recuperar un estilo cinematográfico un tanto fuera de moda, esa suerte de drama familiar apto para todo público que solía verse mucho más seguido en el cine estadounidense hace 30, 40 o más años. Este tipo de producciones familiares apuestan a la fantasía de un país un tanto ideal –una que ellos mismos podrían llamar Make Movies Great Again– que muchos añoran pero que en realidad nunca existió. De todos modos, la película es lo suficientemente amable, humanista y hasta entrañable en sus ñoñerías como para que se vuelva, si no querible, al menos tolerable. Muchísimo más que ese engendro sobre Tim Ballard que hizo crecer a esta empresa productora y dio nacimiento a este curioso fenómeno del «cine de la fe».