Estrenos: crítica de «Sonido de libertad» («Sound of Freedom»), de Alejandro Monteverde

Estrenos: crítica de «Sonido de libertad» («Sound of Freedom»), de Alejandro Monteverde

por - cine, Críticas, Estrenos
21 Ago, 2023 12:52 | comentarios

Este exitoso film se centra en un agente de seguridad estadounidense que viaja a Colombia a rescatar a una niña de las manos de una red de prostitución infantil. Con Jim Caviezel, Bill Camp y Mira Sorvino. Estreno: 31 de agosto.

Es muy difícil hablar de SONIDO DE LIBERTAD sin hablar de todo lo que la rodea. Dicho de otro modo: si uno se topa con esta película, digamos, como un estreno más de alguna plataforma de streaming tipo Netflix seguramente diría que no es más que un film mediocre, fallido y solemne sobre un tema denso como es el tráfico de niños. Dependiendo de la paciencia e interés de cada uno, muchos la abandonarían a la quinta vez que su protagonista se toma cinco segundos y espera que se le llenen los ojos de lágrimas para empezar a hablar o se cansarían de aguardar algo que se parezca a las esperables escenas de acción de una película «de rescate». Vista de ese modo no sería otra cosa que una olvidable película de esas que alguna vez llamábamos directo a video. Hasta su protagonista, Jim Caviezel, es un habitual nombre asociado a ese tipo de films en los últimos tiempos.

Pero no fue eso lo que sucedió. Por razones que escapan a esta crítica pero que trataré de resumir en un par de párrafos, SOUND OF FREEDOM se convirtió en uno de los más grandes éxitos cinematográficos del año en los Estados Unidos, y seguramente el más rendidor en la relación costo-beneficio en mucho tiempo. Se calcula que costó alrededor de 15 millones de dólares y al día de hoy lleva recaudados solo en EE.UU. 175 millones y sin duda superará los 200 tan solo allí. A eso habrá que sumarle su circulación internacional, que probablemente le sume otros tantos millones a los que participaron en ella.

Antes de ir a la película en sí, algo de contexto. SONIDO DE LIBERTAD se filmó en 2018 y recién se estrenó en Estados Unidos en julio de este año. En el medio, sí, pasó la pandemia, pero lo principal fue que ningún estudio grande ni mediano se interesó por ella –Fox en realidad sí lo hizo pero luego lo abandonó– y sus derechos terminaron siendo adquiridos por el actor/productor mexicano Eduardo Verástegui y la película estrenada por Angel Studios, empresa que se caracteriza por trabajar sus películas siguiendo un modelo tipo crowfunding pero un tanto más desarrollado o complejo. Entre sus diversos modos de inversión, uno que usan es el llamado pay it forward, que es algo así como un pago por adelantado de entradas, lo cual sostiene económicamente el estreno antes de llegar a él.

Pero eso, en el fondo, es secundario. Lo principal es que la promoción de la película se movió y se sigue moviendo, principalmente, por fuera de los circuitos habituales, ya que se trata de un film que ha sido sostenido y apoyado por sectores religiosos del tipo evangélico y cercano también a posiciones políticas de la extrema derecha. Si bien las cuestiones religiosas no son un tema central en la trama –el protagonista es mormón y tiene media docena de hijos, pero la historia no pasa demasiado por ahí–, el tema de la pedofilia y la trata de niños suele ser una de las preocupaciones centrales de estos sectores. Un tema que, ciertamente, es horrendo y peligroso pero que ha llevado también a algunos grupos a prenderse en absurdas teorías conspirativas durante estos últimos años.

Es ese mercado paralelo y ese sistema de ventas lo que transformó a una película del montón en un fenómeno de taquilla que superó a las nuevas MISION IMPOSIBLE, INDIANA JONES y ELEMENTAL, contra las que se estrenó. ¿Tiene algún sentido real? No. Es un fenómeno de marketing de nicho, de militancia político-religiosa y de aprovechamiento de nuevas opciones de financiación que culminaron en un éxito. Lo curioso es que, más allá de que uno entienda los componentes de ese suceso, al ver la película todo se desarma ya que es difícil imaginar millones y millones de espectadores entusiasmados con un thriller tan mediocre. Quizás la venta de entradas (habrá que ver si la gente de hecho fue a verla o solo las pagaron) sea más una manera de apoyar ideológicamente el proyecto que disfrutarlo por lo que propone como película.

A lo largo de tediosos 130 minutos lo que SOUND OF FREEDOM narra es la obsesión de un agente de seguridad llamado Tim Ballard (interpretado por Caviezel, el actor de la película de Mel Gibson LA PASION DE CRISTO) por rescatar a niños secuestrados en América Latina por una red que se dedica a su tráfico con fines pornográficos y sexuales. Al arrestar a un hombre en Estados Unidos metido en una de estas organizaciones, Ballard se frustra con la imposibilidad –por motivos de jurisdicción, ya que esos secuestros suelen tener lugar fuera de los Estados Unidos– de rescatar a esos niños. El hombre decide hacerse pasar por un pedófilo, lo convence al detenido de eso y lo lleva a revelarle más detalles, lo cual concluye en el rescate de un niño hondureño cuyo secuestro habíamos visto al inicio del film.

Es que, además del niño, secuestraron a su hermana, por lo que Tim viajará a Colombia (a Cartagena, más precisamente, por más que todos por algún motivo la pronuncien Cartagenia) con la intención de rescatarla, lo cual lo llevará a meterse con los bajos mundos de la zona y encontrar un curioso aliado en Vampiro (Bill Camp, lo mejor del film), un hombre que solía trabajar con los narcos. Ahí, ya sin el apoyo de las autoridades de los Estados Unidos, se embarcará en una ambiciosa cruzada personal por salvar a esta chica, lo cual implica armar una compleja y carísima operación en la que deben hacerse pasar por pedófilos para atraer a las bandas que comercian con esos niños. Y eso será solo el principio de una saga que se siente interminable.

Si bien se basa en un caso real, es evidente al verla que se han tomado muchas libertades –o bien todos los traficantes, narcos y guerrilleros colombianos serían los tipos más idiotas sobre la Tierra–, pero eso no es necesariamente grave ya que, convengamos, el mundo está lleno de thrillers cuya credibilidad es endeble. El problema de SONIDO DE LA LIBERTAD es su morosidad, su tono pomposo y melodramático, su música altisonante y su estilo entre publicitario y eso que los norteamericanos llaman edutainment: un entretenimiento armado con fines «educativos», aleccionadores, de enseñanza.

Si a eso se le suma que, por su trama, la película promete una serie de escenas de acción y suspenso que nunca aparecen –cuando deberían llegar, la película las liquida con un par de planos que parecen disimular un rescate mediante elipsis de montaje de escenas que no se hicieron o se hicieron mal–, el film del mexicano Monteverde (BELLA) bordea por momentos lo risible. Y si uno se contiene es porque el tema es grave y no da soltar una carcajada en medio de la sala.

Promediando los títulos del final habrá un mensaje a los espectadores de parte de Caviezel explicando, primero, la importancia del tema y luego mostrando un gigantesco QR en la pantalla para que la gente compre entradas y las regale –ese es el curioso modus operandi del proyecto– a otros potenciales espectadores. En ese minuto de mensaje Caviezel nos pide que denunciemos casos así si nos enteramos de su existencia («aunque involucren a presidentes o congresistas«, dirá) y llora un par de veces más para que sepamos, por si no nos quedó claro en los tediosos 130 minutos previos, que el hombre sufre mucho por el tema. Quizás, con una mejor película alrededor de su preocupación, podía haber sido un poco más convincente.