
Estrenos online: crítica de «April», de Dea Kulumbegashvili (MUBI)
Tras «Beginning», la realizadora regresa con un drama seco sobre una obstetra que, entre conflictos personales y profesionales, lleva a cabo abortos clandestinos en zonas rurales de Georgia. Estreno de MUBI.
Regresando y, en cierto sentido, explayándose en torno al estilo que ofreció en su premiada opera prima, BEGINNING, la directora georgiana presenta un seco y árido drama centrado en los conflictos personales y profesionales de una obstetra que trabaja en un hospital de Georgia y a la vez se dedica a hacer abortos en pequeñas ciudades del interior de ese país que en algún momento fue parte de la Unión Soviética. Atmosférico, misterioso, cargado de imágenes oscuras y perturbadoras, el film de Kulumbegashvili toma como referencia un tipo de relato realista pero lo empieza a correr hacia los márgenes, tensando los límites del registro y, si se quiere, de la tolerancia del espectador.
Si vieron su anterior película, sabrán que Dea no se caracteriza por un estilo directo sino que su escuela es la del cine de autor europeo grave, severo y con momentos shockeantes que tan en boga ha estado en los festivales internacionales hace unos años. ABRIL puede ser contada como la historia de Nina a lo largo de una serie de dificultades que le toca atravesar –fundamentalmente en su trabajo pero también, aunque en menor medida, en su vida personal–, pero también como una mirada lateral a ciertas tradiciones religiosas y machistas que ponen en peligro las vidas de las mujeres en Georgia.
Tras verse la rara imagen de una monstruosa criatura –que regresará de modo entre enigmático y simbólico a lo largo del film, como una suerte de metáfora a la que uno puede ponerle diversos significados–, la historia en sí empieza en una sala de partos y con una mujer intentando dar a luz. El plano es gráfico –la cámara está del lado de la doctora y su equipo– y la cuestión se vuelve dramática porque el bebé fallece al nacer. Poco después, Nina (Ia Sukhitashvili), la obstetra, está siendo cuestionada por el marido de la mujer y dos de sus superiores que intentan determinar si ella cometió o no un error en el procedimiento. La investigación tiene un costado que la complica: sotto voce, todos allí saben que Nina se dedica a hacer abortos no legales (no en el hospital, sino en pueblos de provincia), y si esa información llega a conocimiento de «la ley» sería el fin de su carrera.

La situación respecto al aborto en Georgia es compleja. Es legal hasta las 12 semanas de gestación pero muchas mujeres, especialmente en el interior del país, no se lo hacen «oficialmente» por motivos religiosos, presiones familiares o maltratos de sus parejas. Además, porque hay que viajar a la capital y eso no solo cuesta dinero sino que las «delata» ante los suyos. Es ahí donde actúa Nina, viajando a esos recónditos lugares y operando en malas condiciones y con el máximo secreto posible con las pacientes. En muchos casos, además, las chicas no aceptan tomar ningún tipo de medicación al respecto. Todo tiene que ser secreto, privado y, en cierto modo, tomado como un castigo.
La película seguirá la «investigación» que le hacen a Nina respecto a ese parto problemático y pondrá el eje, a la vez, en uno de esos casos de aborto que va a tratar en un pueblito, el de una chica sordomuda que ha quedado embarazada. En medio de eso, vemos a Nina tener súbitos y un tanto violentos encuentros sexuales casuales, momentos en los que parece angustiarse (es una mujer solitaria y de pocas palabras) y una serie de incómodos cruces con uno de sus jefes, con quien supo tener tiempo atrás una relación sentimental. El último elemento que se suma al combo es el de corte más fantástico/simbólico que involucra a ese anciano/a (o feto andante) y a imágenes pictóricas de los recorridos, que poco tienen que ver con los ambientes naturales –oscuros, deprimentes– por los que Nina transita.
Como sucedía con 4 MESES, 3 SEMANAS Y 2 DIAS, la película del rumano Cristian Mungiu, APRIL se ubica en una zona un tanto compleja respecto al tema que trata. Si bien es obvio que Kulumbegashvili intenta dejar en claro que tanto las tradiciones religiosas como el machismo imperante en el país son los que dificultan la posibilidad de que las mujeres se hagan abortos legales y seguros, a la vez hay algo gráfico y crudo en la manera en la que presenta su, si se quiere, tesis, que por momentos parece jugarle en contra. Como sucedía en su primer film, todo parece transcurrir en ambientes lúgubres, con gente desagradable y situaciones que van de incómodas a crueles. Es un mundo terrible en el que no parece haber salida y que, por momentos, da la impresión que abatirá también a la protagonista.

Pese a esos y otros excesos, es obvio que Kulumbegashvili tiene un gran control del medio cinematográfico. Sus largos planos en exteriores –siguiendo al auto en el que viaja Nina o recorriendo los paisajes de la zona– logran transmitir muy bien esa lúgubre penumbra en la que se desarrollan casi todos los acontecimientos que relata. Y sus planos fijos tienden a generar una fuerte tensión dramática precisamente por esa quietud, algo que se ve especialmente en los diez minutos que dura una de las escenas más tensas y angustiantes del film, una que –al menos hasta sus últimos cinco e innecesarios segundos– la realizadora trata con mayor delicadeza que otras.
Pocos días antes de ver ABRIL vi otro film georgiano que tiene como similitud un punto de partida muy denso y un protagonista que recorre el interior de ese país con una misión difícil. Pero ambas películas (la otra no la puedo nombrar hasta que se estrene oficialmente en algunas semanas) son polos opuestos en la manera en la que miran a su país y su gente. En el otro film todo es luz, calidez, amabilidad y ligereza. Aquí todo es tenebroso, desagradable, incómodo y cruel. No es cuestión de compararlas, claro, pero por momentos la propuesta de Kulumbegashvili se vuelve tediosa en su persistente y machacosa intención de mostrar lo peor de cada uno de sus personajes. El talento cinematográfico está, eso es indudable, pero las elecciones de la realizadora no siempre son las mejores.