Estrenos online: crítica de «El mapa que me lleva a ti» («The Map That Leads to You»), de Lasse Hallström (Prime Video)

Estrenos online: crítica de «El mapa que me lleva a ti» («The Map That Leads to You»), de Lasse Hallström (Prime Video)

Tres amigas estadounidenses viajan por Europa y una de ellas se enreda en una aventura romántica con un neocelandés con el que recorren varios países. Con Madelyn Cline y KJ Apa. Estreno de Prime Video.

El formato «adaptación de novela sobre chica estadounidense que viaja a Europa» es furor en las plataformas hace ya unos años, quizás desde el éxito de EMILY IN PARIS. Así que todo lo que verán acá se desprende de esa lógica. La única excepción, quizás, es que la dirige Lasse Hallström, realizador sueco de EL AÑO DEL ARCO IRIS, ¿A QUIEN AMA GILBERT GRAPE? y LAS REGLAS DE LA VIDA, un veterano y experimentado cineasta con un par de nominaciones al Oscar en su historial. Ya sin los proyectos ambiciosos de entonces, el hombre ha seguido filmando películas discretas a lo largo de los últimos años y esta es una de ellas.

De hecho, uno podría decir que gracias a Hallström la película es mejor de lo que podía haber sido. Hay una cierta elegancia en las imágenes, una gracia en las actuaciones y una calidez que atraviesa este cuento previsible desde el primer minuto acerca de… las desventuras románticas de una chica estadounidense que viaja por Europa antes de volver a su país a empezar a trabajar. Todo esto se basa en una popular novela del mercado «adultos jóvenes» escrita por J.P. Monninger, pero bien podría haber sido armada por una IA a la que se le inyectaron una docena de películas similares y le pidieron un guión que las combine.

Heather (Madelyn Cline) es una chica de Texas que viaja por Europa con dos amigas –Amy (Madison Thompson) y Connie (Sofia Wylie)– antes de regresar a Nueva York donde tiene que empezar a trabajar en un banco. A ella le gusta organizar y planear todo al milímetro, por lo que los acercamientos que un excéntrico «mochilero» neocelandés llamado Jack (KJ Apa) le hace en un tren a Barcelona no parecen conmoverla. Pero el tipo –que no tiene planes ni trabajo y se dedica a recorrer Europa siguiendo un diario escrito por su bisabuelo durante la Segunda Guerra– es insistente y encantador por lo que termina metiéndose en las vidas de las chicas junto a un amigo suyo, Raef (Orlando Norman), que se enreda con Connie. En tanto, Amy se mete en líos en una noche de fiesta, sexo y alcohol que termina mal.

Jack las ayuda a recuperar lo que le robaron a Amy, el grupo se queda con un dinero que allí encuentran y con esos miles de euros deciden romper los planes e irse a un tour por varias ciudades del país. Sus amigas hacen la suya, y Heather y Jack quedan solos recorriendo San Sebastián, Bilbao, Pamplona, Porto y otros lugares de la península ibérica mientras, obviamente, lo que parecía un romance veraniego empieza a cobrar visos de seriedad. Y a partir de eso la chica –bah, ambos– tienen que decidir si eso quedará ahí o será duradero. Obviamente, aparecen los problemas, los secretos y ciertos asuntos que se van dejando entrever de a poco hasta que se le revelan al espectador, no a la otra parte de la pareja, que no maneja la misma información.

Revelar más sería spoilear, pero cualquiera que haya visto media docena de estos dramas romántico-turísticos más o menos sabe por donde viene. Y allí, lo que parecía una afable y hasta tierna comedia romántica se transforma en un catálogo de frases hechas, lugares comunes de autoayuda y similares banalidades en plan «la vida es bella y hay que vivirla como si el mañana no existiera». No es que antes EL MAPA… fuera una gran película ni mucho menos –era un travelogue turístico y pintoresco que bien podría estar auspiciado por Lonely Planet o los distintos destinos que los protagonistas visitan–, pero al menos era ligera, simpática y daban ganas de volver a algunos sitios o de conocer otros.

Eso permanece, ya que la película jamás abandona su catálogo de atardeceres sobre la playa en Barcelona, ir al Guggenheim en Bilbao, pasear por Porto o terminar –raro ahí el giro geográfico– de algún modo por unos minutos nomás en Roma. Es una película en la que cada vez que se suben a un tren la misma gente toca la guitarra y cada vez que llegan a un pueblo hay una fiesta popular, por lo que se asume de principio a fin como una fantasía. Y es eso, más el carisma de los dos protagonistas, lo que la sostiene apenas sobre «el nivel del mar» hasta que llega la hora de la lección de vida, el carpe diem y toda esa serie de mantras que, llamativamente, se acumulan en estos films sobre veinteañeros en busca de una vida. Y si algo de emoción se transmite es porque el director sabe sacar agua de las piedras.