
Estrenos online: crítica de «La secta» («A Sacrifice»), de Jordan Scott (HBO Max)
Este thriller psicológico sigue a un psicólogo social estadounidense que, mientras estudia un culto en Berlín, debe correr para salvar a su hija adolescente cuando esta se ve atraída por esa siniestra organización. Con Eric Bana y Sadie Sink.
Una película mala por donde se la mire –fallida, problemática, finalmente absurda–, LA SECTA toma un tema potencialmente serio para abordarlo por todos los lugares equivocados. Mal pensada, mal actuada, guionada en función de la búsqueda de efectos sin importar la lógica, la segunda película de Jordan Scott –hija de Sir Ridley Scott y dedicada más que nada a la publicidad– pone en evidencia sus muchas limitaciones como directora de cine.
Llama la atención lo bajo que cae la película ya que el inicio es relativamente inquietante. Eric Bana interpreta a Ben Monroe, un psicólogo social estadounidense que está en Berlín preparando un libro llamado «The Power of Groupthink» en el que analiza los destructivos comportamientos en masa de personas que se organizan en grupos muy cerrados, extremos o directamente en sectas. Se trata de un tema más que actual –especialmente después de la pandemia y a partir también de los algoritmos–, ya que hoy es muy habitual encontrar agrupaciones muy radicales con pensamientos que están por fuera de la lógica y el sentido común, como los antivacunas o los terraplanistas. En la ficción, de hecho, se están produciendo una serie de suicidios grupales que llevan a Monroe a seguir de cerca un caso así.
A la par, Ben recibe en Berlín la visita de su hija, Mazzie (Sadie Sink, de STRANGER THINGS), que vive en Estados Unidos con su madre, de la que Ben recién se ha separado. Las tensiones entre ambos se acrecientan cuando Mazzie ve que su padre tiene una relación con Nina (Sylvia Hoeks), que colabora con la policía en la detección de este tipo de casos criminales. Mazzie empieza a su vez una relación con Martin (Jonas Dassler), un joven alemán al que conoce (quizás no tan) casualmente y el chico –que tiene sus propios problemas personales– la lleva a conocer la agrupación a la que pertenece, liderada por una tal Hilma (Sophie Rois), quien con solo verla queda claro que se trata de una persona monstruosa.

La película ahí revela su primer agujero negro: difícil que un personaje como Hilma –que luce y se conduce como un villano de Marvel– pueda ser una líder carismática con muchos seguidores. Y encima el guión, basado en la novela del inglés Nicholas Hogg que originalmente transcurre en Tokyo, no tiene mejor idea que mostrar a esa secta como una derivación extrema de grupos ambientalistas, con ideas curiosas acerca de cómo combatir eso que ven venir como el colapso del planeta Tierra. Tomando en cuenta la cantidad de grupos extremos con ideologías absurdas que existen es por lo menos problemático que la película se las tome con uno que, al menos en principio, se basa en ideas con bastante sustento científico.
Pero pronto lo ideológico queda en segundo o tercer plano ya que lo que importa acá es ver si Mazzie cae «bajo las garras» de esta bizarra secta tan solo por el hecho de ser una adolescente frustrada y enojada con su padre o si el bueno de Ben logra evitarlo. Pero LA SECTA no se contentará con eso sino que, promediando su metraje, levantará doblemente la apuesta con una serie de giros narrativos, sorpresas y vueltas de tuerca que más que intrigar llevan todo a la categoría del absurdo más puro y duro. Para cuando la película cierra ya es más fácil que uno se ría de lo que pasa a que se lo tome más o menos en serio.
La idea de meterse a fondo a investigar estas culturas cerradas y autosuficientes es intrigante por lo mucho que están creciendo y las curiosas ideas que profesan, pero A SACRIFICE lo lleva a lugares bastante ridículos. No solo por el tipo de secta apocalíptica que elige crear –estos pasan rápidamente de «el planeta se acaba» a torturar a sus propios miembros– sino por la manera en la que no logran ir más allá de mostrarla como un recurso de guión, un enemigo nominal que aparece ahí para tensar una relación padre e hija que tampoco está lo suficientemente desarrollada.
Si ya de por sí el planteo y el desarrollo bordea lo creíble –los diálogos son más explicaciones que conversaciones–, cuando la película aumenta la apuesta en su segunda mitad ya todo se cae para el lado del ridículo más completo. No tiene sentido spoilear, pero los giros de algunos personajes, las absurdas ideas de otros, y la imposible y apresurada resolución del caso deja entrever que no hay nada sustancioso por aquí. LA SECTA toma un tema urticante y lo transforma en un thriller al que la palabra «fallido» le queda grande.
«difícil que un personaje como Hilma –que luce y se conduce como un villano de Marvel– pueda ser una líder carismática con muchos seguidores.»
El autor de la nota parece olvidar quién gobierna por estos lares, puesto tristemente por elecciones democráticas.
Tenés razón