
Locarno 2025: crítica de «God Will Not Help» («Bog neće pomoći»), de Hana Jušić (Competición Internacional)
A principios del siglo XX, Teresa, una chilena, llega a una aislada comunidad montañosa de pastores croatas alegando ser la viuda de su hermano emigrante. Con Manuela Martelli y Ana Marija Veselčić.
Caminando mientras reza por el medio de las praderas, Teresa (Manuela Martelli) llega a una casa. La mujer, vestida de negro de pies a cabeza, es chilena y solo habla castellano. Y la casa está en un valle en medio de las montañas de Croacia. En esa casa está Milena (Ana Marija Veselčić), igualmente sola, que la recibe sin entender nada. La comunicación entre ambas es difícil –casi imposible– ya que ninguna habla el idioma de la otra. Pero de a poco Teresa logra transmitirle a Milena lo básico y central: ella es la viuda –o al menos eso alega– de Marko Mitrovic, el hermano mayor de la chica. Y si bien no lo dice claramente, no solo ha venido a traer los restos de su marido fallecido sino a quedarse a vivir allí, con la parte que le toca en suerte en la repartija familiar.
Ese es el punto de partida de esta enigmática película croata que transcurre a principios del siglo XX y cuyo eje inicial es la dificultad de comunicación entre las partes. De a poco, mientras pasan los días y con ayuda de un libro con dibujos, Teresa logra aprender algunas palabras sueltas en croata y darse mínimamente a entender. Va quedando claro que el resto de la familia de Milena está en los montes, pastando las ovejas y que ella es considerada la «inútil» de la familia y por eso se ha quedado ahí. Nikola (Mauro Ercegović Gracin), su agresivo hermano menor, llega poco después, se sorprende con la llegada de Teresa, desconfía un poco de ella, pero de todos modos se las lleva a ambas al monte con el resto del clan.
Una vez allí seguirán los inconvenientes: algunos creen que Teresa trae mala suerte ya que pasan algunas cosas raras en la zona, a otros le incomoda que la mujer rece todo el tiempo y, en definitiva, nadie sabe muy bien qué hacer con ella. Salvo Ilija (Filip Đurić), el hermano mayor, que la acepta, comparte su devoción religiosa y la protege frente a las malas miradas de los demás. Todo esto, además, signado por la incomprensión, ya que pocas veces logran comunicarse con relativa claridad. En el medio, Teresa parece tener algunas pesadillas un tanto extremas y la situación «familiar» se va intensificando y oscureciendo con el paso de los días.

Un film misterioso, reposado y de «cocción lenta», GOD WILL NOT HELP va metiendo al espectador en los complicados lazos y manejos familiares de los Mitrovic, lazos que involucran dinero, reparto de tierras, diferencias internas e historias del pasado que no conocemos. En paralelo –y acaso más importante–, vamos conociendo a Teresa, una mujer devota pero a la vez manipuladora que claramente guarda secretos y no dice todo lo que sabe. ¿Qué tipo de secretos oculta y por qué motivos? La actriz y directora chilena (1976) construye un personaje lo suficientemente complejo como para despistar todo el tiempo respecto a sus intenciones y a su historia.
Jušić se toma su tiempo para narrar este choque de culturas y de géneros: con 137 minutos, la película se extiende más de lo necesario, especialmente en su tercer y estirado acto. Pero su excesiva duración no echa por tierra el clima logrado, la inquietud que va despertando cada novedad, cada tensión o incomodidad presentada. El tema del lenguaje es una constante que atraviesa toda la película: la dificultad de Teresa de entenderse con la familia acrecienta las dudas y las sospechas, ya que ella no puede responder a sus preguntas. De todos modos, la conexión que tiene con Milena e Ilija quienes, a su manera, están también un tanto fuera de lugar allí, va más allá de las palabras.
Jušić ha armado un relato con espíritu novelístico y con un cierto tono feminista que se va acrecentando con el paso de los minutos. Y lo ha ubicado, además, en una época y lugar poco explorados en el cine, uno que por momentos hasta le otorga características de western. Y si bien los tiempos que maneja pueden pecar por cansinos, la potencia del film –lo que tiene para decir acerca de esos lazos que van más allá de las palabras y de los mandatos familiares o patriarcales– sobrevive a sus zonas más frágiles.