
San Sebastián 2025: crítica de «Dolores», de Marcelo Gomes y María Clara Escobar (Horizontes Latinos)
Los dos cineastas brasileños colaboran en este drama familiar sobre tres mujeres cuyas vidas oscilan entre realidades duras y sueños frágiles. Con momentos de ternura y desasosiego, la película explora adicciones, vínculos rotos y el deseo de huir.
Marcelo Gomes, uno de los cineastas brasileños más reconocidos de las últimas décadas, autor de títulos como CINEMA, ASPIRINAS E URUBUS, ERASE UNA VEZ YO, VERONICA y JOAQUIN, entre otras, tiene como curiosa y sana costumbre codirigir varias de sus películas. Lo ha hecho con Karim Aïnouz (VIAJO PORQUE PRECISO, VUELVO PORQUE TE AMO), Cao Guimaraes (EL HOMBRE DE LAS MULTITUDES) y aquí vuelve a repetir el esquema al trabajar con María Clara Escobar, directora de OS DIAS COM ELE y DESTERRO. Da la impresión que en la mayoría de sus colaboraciones, tiende a adaptarse al estilo del cineasta con el que comparte dirección. Sucedió con Aïnouz y Guimaraes, y pasa algo similar en este drama familiar.
DOLORES cuenta la historia de tres generaciones de una misma familia. Tres mujeres. Una abuela, su hija y su nieta. Dolores (Carla Ribas) es la más grande de las tres, una amable y sonriente mujer de 65 años que tiene, a la vez, un sueño y un problema: desea abrir un casino propio, un lugar para jugar al bingo y ver shows musicales, pero a la vez le gusta el juego, las apuestas, sea el bingo o las máquinas «tragamonedas». Y, se sabe, no es eso lo más conveniente ni profesional para trabajar en ese rubro. Quizás con ese sueño en la cabeza está pensando en vender su departamento.
Su hija, de cuarentaypico, Deborah (Naruna Costa), tiene una mala relación con su madre. Uno de los motivos tiene que ver con esa venta y otros se revelarán después. A la vez, tiene a su pareja que está por salir de la cárcel (ella trabaja afuera de la misma, vendiendo ropa interior a las mujeres que van a tener «visitas íntimas» adentro), pero cuando eso sucede las cosas no son como las imagina. Y por último está Duda (Ariane Aparecida), que tiene 20, se lleva bien con su madre y especialmente con su abuela, pero tiene una pasión más importante y rara: es fanática de las armas, practica tiro todo el tiempo y sueña con irse a vivir a los Estados Unidos donde no hay tantas restricciones para comprarlas y usarlas.

La película irá combinando las historias y dramas de cada una de ellas –cada una por separado la mayor parte del tiempo, pero a veces juntas– a lo largo de ágiles 83 minutos. Lo que le da a la película su particularidad tiene que ver con su fotografía, que acrecienta la imagen un tanto enrarecida de un relato que parece bascular entre la realidad y la fantasía, con momentos más clásicos de un drama urbano y otros –muchas veces sostenidos gracias a momentos musicalizados en los lugares por los que se mueve Dolores– en los que un aroma de ensoñación entra a funcionar.
A tal punto es así que, en determinados momentos, no queda del todo claro que es verdad y qué fantasía, especialmente en lo que respecta a Dolores, que es la que parece vivir un poco más desapegada de la realidad y la que desearía tener una mejor relación con su hija. Hay un sueño que, por distintos motivos comparten, que es irse del país. De hecho, Paraguay es una alternativa, más que nada por el tema del juego. Pero no será fácil llegar a cumplirlo. O, dicho de otro modo, cumplirlo quizás forme más parte del deseo que de lo estrictamente real.
La película se basa en una historia escrita por Chico Teixeira, el realizador de A CASA DO ALICE y AUSENCIA que murió en 2019 a los 61 años. DOLORES conforma una suerte de trilogía con estos otros dos films y suma otra «colaboración» temática más para Gomes. Se trata de una película cuya atmósfera por momentos amable y ligera, con interludios musicales y momentos livianos, disimula lo que en realidad es un drama bastante más áspero y complicado sobre adicciones de todo tipo y difíciles relaciones familiares en una estructura familiar en la que los hombres o son problemáticos o brillan por su ausencia. Quizás, la única salida posible para estas tres generaciones de mujeres pase por la resiliencia… o la imaginación.