
San Sebastián 2025: crítica de «Ungrateful Beings», de Olmo Omerzu (Competición Oficial)
David lleva a sus dos hijos de vacaciones al mar Adriático, con la esperanza de mantener unida a su dividida familia bilingüe. Su hija de 17 años, que lucha contra un trastorno alimentario, se enamora de un chico local. Cuando lo acusan de asesinato, David se apresura a llevarse a los niños de regreso a casa, pero la dolencia su hija se agrava y acaba en el hospital. Lo único que une a sus padres es su necesidad de salvarla.
Un film sobre la complicada relación entre una pareja de padres separados y sus conflictuados hijos adolescentes, UNGRATEFUL BEINGS («Desagradecidos», sería una buena traducción) es una fallida mezcla de drama y thriller de parte del director esloveno de WINTER FLIES. Hablada en su mayoría en un inglés muy básico –solo el padre, británico, lo habla bien–, algo que reduce las conversaciones a lo más obvio posible, la película se presenta como el tenso drama de una familia que no sabe cómo lidiar con su hija adolescente que atraviesa un desorden alimenticio tipo anorexia.
El padre, David (Barry Ward) está con sus hijos Theo (Antonin Chmela) y Klara (Dexter Franc) en una playa del Adriático, en Croacia, acampando en una suerte de hotel y camping. La separación de los padres, es obvio, le ha pegado mal a Klara, que está agresiva, cruel, enojada todo el tiempo y no se alimenta. O no quiere comer o escupe a escondidas lo que disimula meterse en la boca. El padre insiste, se enoja, pero no se ocupa lo suficiente. Y el más pequeño Theo se fastidia o hace la suya. La madre (Barbora Bobulova), desde el teléfono, se preocupa. Un dato no menor es que el padre se comunica con todos en inglés cuando los chicos y la madre son, creo entender, checos.
Todo parece arreglarse un poco cuando la irritable e irritante Klara –un personaje casi sin un lado amable, por más conflictuada que esté– conoce a un pescador local llamado Denis (Timon Šturbej), se enamora súbitamente (él también tiene sus asuntos familiares) y empieza a comer mejor y de vez en cuando a sonreír. Eso sí, su padre muchas veces no sabe donde está y eso es motivo de peleas. Todo se enreda más cuando el padre de Denis aparece muerto, el chico termina fugándose (lo acusan de haberlo matado) y Klara entra en un estado ya preocupante de no alimentación, uno que exige internación.

El resto del film se ocupará de los intentos de los padres (allí mamá reaparece, preocupada) por intentar que Klara coma, que vuelva a la vida y que deje de agredirlos y/o culparlos de todo lo que les pasa. Y su plan para lograr eso es, digamos, un poco controversial. En el medio, el más pequeño Theo queda bastante de lado y eso, se sabe, no es un buen presagio. Especialmente en una familia en la que todos parecen fascinados por la idea de arruinarse la vida entre sí.
Drama de divorcio en el que los chicos empiezan a meterse en extravagantes situaciones («acting out», que le dicen) para llamar la atención de padres separados que, ellos creen, no les prestan atención, UNGRATEFUL BEINGS tiene el problema de no contar con un solo personaje mínimamente tolerable. El padre es un desastre, la madre un poco menos y los chicos están más cerca de la caricatura del adolescente caprichoso que de algo que se parezca a un ser humano.
La historia luego cobrará giros por lo menos «poco realistas» mientras los padres empiezan a manipular situaciones siempre con el fin de mejorar la salud de una chica que todo el tiempo parece estar al borde del suicidio o la autolesión. Entre los muchos problemas que tiene el film –de credibilidad, de malos diálogos, de actuaciones–, quizás el más complicado es que el personaje de Klara es, a falta de mejores términos, infumable. El guión podía haber mejorado algo si le daba al personaje al menos algún lado redimible, que generara alguna empatía. Pero eso no aparece. Y al final uno se queda con la sensación de que por más que el título sea supuestamente irónico, en realidad tiene bastante de realista.