Series: crítica de «Task», de Brad Ingelsby (HBO Max)

Series: crítica de «Task», de Brad Ingelsby (HBO Max)

Este drama criminal se centra en un agente del FBI que lidera un equipo especial para atrapar a un hombre de familia responsable de una serie de robos violentos y un impensado secuestro.

En similar línea, universo y tono que su anterior y consagratoria MARE OF EASTTOWN, Brad Ingelsby propone en TASK un relato policial más interesado en el retrato de los personajes que lo atraviesan que en las complicaciones propias de una trama que involucra narcotraficantes, ladrones y el FBI. En el fondo, da la impresión de que el hombre sabe que los enredados guiones con interminables vueltas de tuerca están agotados y va al grano con lo que es verdaderamente importante: los seres humanos que habitan y atraviesan sus historias.

Es esa la búsqueda de TASK y para llegar a capturarlo del todo hace falta de la paciencia y la concentración de un espectador quizás más acostumbrado a los golpes de efecto, vueltas de tuerca o grandes sorpresas entre episodios. De hecho, las escenas más dramáticas e impactantes de toda la serie ocurren en la primera mitad de un episodio random, dejando que el resto de los minutos de ese episodio se centre en las consecuencias emocionales de ese hecho. En esa elección está la lógica de la propuesta. Nos es tanto ver quién mata a quién, quién vive o quién muere, sino entender cómo se sigue después de eso.

Después del impacto inicial del trágico y caótico robo que da pie a la trama en el primer episodio, convengamos que Ingelsby no la pone fácil. La serie tiene dos extendidos y complicados núcleos familiares como protagonistas y a eso le suma toda otra docena de personajes en lo que puede demandar al principio un mapa de conexiones, caras y nombres. Pero una vez que ese umbral se atraviesa –su segundo y tercer episodios son densos en información y en relaciones–, TASK se pone en marcha y no se detiene hasta su violento y a la vez lírico desenlace.

TASK transcurre en el mismo universo de MARE OF EASTTOWN: una Pensilvania rural y deprimida, oscura y violenta, llena de gente con pasados difíciles y un presente igual de complicado. Mark Ruffalo encarna a Tom, un ex sacerdote que ahora es agente del FBI. En la agencia tiene un trabajo menor, gris y rutinario (va a ferias laborales para «reclutar» potenciales miembros), pero a la par tiene una situación familiar compleja, ya que uno de sus hijos adoptivos con un problema psiquiátrico cometió un crimen terrible y está en prisión.

El otro «grupo familiar complicado» lo lidera Robbie (Tom Pelphrey, de OZARK), que sobrevive con sus dos pequeños hijos ayudado por su sobrina Maeve (Emilia Jones, de CODA) tras perder a su hermano y ser dejado por su esposa. Robbie trabaja como basurero pero su real interés pasa por recorrer la zona junto a su amigo Cliff (Raúl Castillo) buscando casas en las que se trafique drogas con la intención de robarles el dinero. Una suerte de ladrón que roba a ladrón con el logra sobrevivir.

Hasta que un día se topa con un operativo que es más pesado de lo esperado y que termina muy mal: con cuatro muertos, un montón de fentanilo que hay que «colocar en el mercado» y un niño llamado Sam (Ben Lewis Doherty) que sobrevivió a la balacera y que Robbie, casi por piedad, se termina llevando con él a su casa. El caos desatado –y fundamentalmente el «secuestro» del niño– es el que lleva al FBI a armar el Task Force que le da su literal título a la serie: un grupo de cuatro personas que se suman a Tom para trabajar en el caso, algunos de ellos con poca experiencia en la materia.

A diferencia de MARE OF EASTTOWN, uno ya sabe acá quienes son los culpables y el suspenso no pasa por ahí, sino por cómo se irán buscando las tres patas de este policial: el FBI, los ladrones y la peligrosa banda de bikers llamada Dark Hearts que fue la víctima del mal planificado robo, un grupete de densos y violentos muchachos, con sus propios asuntos internos, que se suman a la un tanto excesiva galería de personajes. Es cierto que TASK es una serie coral, pero por momentos uno siente que se pasaron un par de pueblos con la amplitud del retrato.

En lo esencial, sin embargo, está la relación que uno como espectador establece entre Tom y Robbie, que no se conocen ni saben uno del otro por un largo tiempo. La conexión pasa porque uno se da cuenta que, más allá de estar en lados opuestos de la ley –quizás circunstancialmente– tienen muchas similitudes. Son dos hombres que llevan un enorme peso sobre los hombros, un duelo muy difícil de sobrellevar y la carga de tener que ser responsables de sostener en pie a un golpeado grupo familiar. O, al menos, eso es lo que ellos creen, ya que pronto quedará claro que las mujeres de ambas casas son quizás las que realmente lo hacen.

TASK va generando tensión en tanto los círculos concéntricos de los tres grupos se van acercando más y más entre sí, develando historias del pasado, traiciones impensadas, conexiones curiosas y hasta «romances de oficina» entre sus protagonistas. Es un mundo denso y oscuro del que Tom trata de mantenerse con la cabeza afuera, cargando –como suele hacer Ruffalo– con el peso del mundo en sus espaldas pero haciendo lo posible por conservar la dignidad y, sobre todo, la humanidad. Cuando el caso policial reconecte con las historias personales de cada familia y cuando ambas se empiecen, inevitablemente, a cruzar, la serie hará su apuesta más riesgosa y esencial: entender que, por más distintas que sean sus decisiones y hasta sus actos en la vida, el otro no es necesariamente un enemigo.