
Venecia 2025: crítica de «En el camino», de David Pablos (Orizzonti)
Un joven errante y un camionero taciturno forjan un vínculo inestable en las rutas de México, atrapados entre el deseo, la soledad y la amenaza latente de la violencia.
El mundo de las rutas y de los camioneros en México puede ser denso y peligroso. Y la nueva película del director de LA VIDA DESPUES lo retrata exactamente de esa manera. Pero, a diferencia de otros films de ese país que exploran este tipo de mundos violentos y descarnados, EN EL CAMINO lo hace de un modo un tanto más melancólico, con algo que se parece un poco a una historia de amor incrustada en el medio. Historia de amor que no logrará evitar el previsible arribo de la sangre y la muerte, pero al menos una que sirve como sostén a una trama que de otro modo sería de pura y gratuita crueldad.
Veneno es un joven que viaja por las rutas escapándose de un lugar violento del que solo vemos breves y confusos flashbacks que lo atemorizan. Usando su cuerpo muchas veces para conseguir lo que quiere –en otras, solo porque así lo desea–, Veneno avanza por una zona y en medio de unos personajes que acarrean cierto riesgo. El lo sabe y le gusta. En un bar conoce a Muñeco, un camionero (traileros los llaman en México) parco y silencioso al que le ofrece una especie de negocio: si el tipo lo lleva hasta destino le convidará de las bolsitas de cocaína que trae.
Muñeco acepta el «canje» propuesto por Veneno y así inician el camino. Poco después Muñeco se dará cuenta que su acompañante es gay y, tentativamente, tendrán algún que otro intercambio sexual. Pero Muñeco –que no es homosexual y que dice extrañar a sus hijos– querrá una parte del negocio de Veneno, ya que acompañarlo en la venta implica entrar en potenciales riesgos con el cartel de narcos que maneja la zona. Cuando parece que la dupla se ha asentado en una rutina de sexo oral, historias compartidas y ventas minoristas de drogas, la cosa se complicará bastante más. Un error, un mal paso, una confusión, y la tenue calma que mantenían se empezará a romper de una manera brutal.

EN EL CAMINO, cuyo título funciona como eco de la clásica novela de Jack Kerouac, es una road movie polvorienta, de rutas abandonadas y camioneros veteranos que las han recorrido una y mil veces, expertos en cada curva y cada pozo, cada bar para beber, lugar para dormir y amigas a la que visitar. Y en esa mecánica Veneno y Muñeco parecen poder sobrevivir. Pero es algo que no durará mucho. Más temprano que tarde la homofobia dirá presente y el riesgo volverá a hacerse presente.
Pablos construye una relación central que permite que las ideas provocativas y los hechos violentos que irán apareciendo con el paso de los kilómetros no sean gratuitas. Hay una historia de soledad y afecto construida entre ambos que impide que los excesos habituales de este tipo de films –las escenas violentas son pocas pero fuertes– superen el límite de lo tolerable. Y si bien es evidente de entrada que con la ternura no llegarán muy lejos, es eso lo que transforma a EN EL CAMINO en una película atendible, una que no se queda solamente en la necesidad de shockear al espectador.
Con muy buenas actuaciones de un elenco con mayoría de actores no profesionales, un clima que mete de lleno al espectador en la «tierra de nadie» que habitan los protagonistas y con algunas escenas eróticas bastante francas, EN EL CAMINO logra por momentos ir más allá de la descripción turbia de un mundo hipermasculino y brutal. Veneno y Muñeco funcionan, al menos durante un tiempo, como testimonio de que un tipo de conexión más profunda y honesta puede existir en ese universo brusco y desapacible. No será para siempre, pero es al menos una pequeña luz que puede observarse en medio de tanta oscuridad.



