Estrenos online: crítica de «Una casa de dinamita» («A House of Dynamite»), de Kathryn Bigelow (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Una casa de dinamita» («A House of Dynamite»), de Kathryn Bigelow (Netflix)

por - Críticas
23 Oct, 2025 02:45 | Sin comentarios

El film de la directora estadounidense convierte una crisis nuclear de veinte minutos en un intenso thriller en tiempo real, para luego repetirla dos veces desde otros puntos de vista. Estreno del 24 de octubre en Netflix.

Es raro lo que sucede con UNA CASA DE DINAMITA. Tiene todo para ser una gran película, empezando por la manera experta en la que Kathryn Bigelow va creando tensión desde el primer minuto, pero una rara y fallida decisión de guión y montaje le quita buena parte de la adrenalina que la propia película ofrece de entrada. Se trata de un drama nuclear que transcurre en el pequeño período de tiempo entre el que se descubre la posibilidad de uno de estos eventos y su incierto destino final, pero en lugar de armar la historia con un orden cronológico directo y sencillo, el film prefiere un sistema diferente, que pretende ser temáticamente relevante pero termina pegándose un tiro en el pie.

Esto no quiere decir que A HOUSE OF DYNAMITE no sea una película enervante y de esas que angustian a cualquier espectador conectado con las tensiones políticas del presente. Durante sus primeros 40 minutos se presenta casi como un relato en tiempo real de una inminente crisis y logra ahogar al espectador en lo que parece venir. De hecho, su relato duplica el tiempo ficcional del real, ya que lo que sucede no ocupa más de 20 minutos. Pero en lugar de haber incorporado todas las situaciones posibles de la trama en una versión cronológica de esos extendidos 20 minutos (como subtramas que se desarrollan en paralelo), Bigelow, el guionista Noah Oppenheim y compañía deciden separarla en tres partes y volver cada vez a contarla desde el principio solo cambiando –en parte– el punto de vista.

Esto implica que, una vez vista la primera versión, las otras dos incluyen una serie de reiteraciones y una falta de suspenso que de a poco va aplacando la tensión y la angustia. La idea, entiendo, es que veamos esos otros ángulos que no se mostraron en la primera versión y redescubramos otra manera de ver las cosas, pero las diferencias no son tan relevantes ni los personajes tan interesantes como para ameritar volver a ver otra vez lo mismo desde su personal perspectiva. Y el guión no sabe cómo evitar caer en mostrar una y otra vez las mismas secuencias e incidentes, solo que desde otra «cámara» de una especie de zoom gubernamental lidiando con una situación de crisis.

La situación es sencilla y directa. Un misil lanzado desde el Océano Pacífico va encaminado a los Estados Unidos. Las autoridades lo notan y se ponen en marcha, con menos de 20 minutos de tiempo para detenerlo. Pero no es sencillo porque los medios que tienen para hacerlo no son del todo seguros ni confiables. Y, lo más importante de todo, nadie sabe quién fue el que lo envió ni porqué, lo que vuelve muy difícil intentar algún tipo de negociación y/o revancha. En esos 20 minutos entre la vida y la muerte, A HOUSE OF DYNAMITE irá contando la historia de una docena de funcionarios de distintas áreas de un gobierno norteamericano que parece bastante más sólido y coherente que el actual, al menos en principio.

El amplio grupo de personajes que se disponen a ver cómo puede solucionar este entuerto que podría acabar cayendo en Chicago y matando a buena parte de sus 10 millones de habitantes se va dividiendo en lugares y zonas de acción. A muchos de ellos los conocemos en la más extensa primera versión de los hechos. A otros –pocos pero fundamentales– los conoceremos más a fondo en las «remakes» siguientes de esos mismos hechos. Lo que Bigelow y Oppenheim hacen aquí es crear una serie de personajes que, convengamos, no se aleja mucho del estereotipo de una película mainstream sobre un desastre inminente tipo DIA DE LA INDEPENDENCIA. Y la imposibilidad de evitar esos recursos trillados es la que impide que termine siendo lo que promete en su primera parte.

Rebecca Ferguson es una autoridad del «Situation Room» y a la vez lidia con el hecho de ser madre. Jason Clarke es otro de los que manejan esa área de la Casa Blanca. Anthony Ramos es el que se hace cargo de poner misiles defensivos en el aire desde una base militar, Jared Harris es ministro de Defensa –y preocupado padre de una hija que vive en Chicago– mientras que al presidente en sí no se lo ve hasta el tercer episodio pero por la voz ya es bastante obvio que lo encarna Idris Elba. El propio Elba, un negociador que encarna Gabriel Basso y el comandante militar que interpreta Tracy Letts tendrán roles relativamente menores en la primera vez que se nos relatan esos 20 minutos, pero serán centrales en los dos siguientes, aún cuando les toca hacer en varias escenas las mismas cosas.

La película es angustiante, tensa y está llena de esa verborrea militar llena de raras siglas (EKV, GBI, Defcon, STRATCOM y muchos más) que obliga a explicar qué significa cada cosa. Y si uno la vive pensando más en el mundo real que en el cinematográfico que aquí se presenta, da para temblar. La directora de ZERO DARK THIRTY es consciente que ante una situación así no hay muchas soluciones posibles. Y las únicas que aparecen en juego son, de un modo u otro, igualmente terribles. Pero en todos los casos se presenta como un «ataque no provocado» a los Estados Unidos. Y uno siente que ahí la directora perdió la posibilidad de presentar los problemas de un mundo que es bastante más complejo que eso.

De todos modos, de no haber sido por la curiosa decisión de cómo manejar los tiempos del film, arruinando así buena parte del suspenso, UNA CASA DE DINAMITA podría haber sido, sino una gran película, al menos un muy sólido entretenimiento, de esos que tienen una pata en el éxito popular y otra en generar temas de debate. Uno podría pensar que el guión quiso darle un giro a lo Christopher Nolan a la historia, pero no consiguió hacer nada con eso. Casi nada de lo que se revela en la segunda o tercer recorrida por esos 20 tensos minutos agrega mucho a lo que se ve en la primera. Solo reiteran lo que de entrada ya quedó planteado: que si un día de estos algún mandatario del mundo se levanta un poco torcido, estamos todos en la lona.