
Series: reseña de «La diplomática – Temporada 3» («The Diplomat»), de Debora Cahn (Netflix)
La tercera temporada de esta serie se centra en el caos que sucede en la vida de la embajadora estadounidense en Gran Bretaña tras la muerte de un importante político. Con Keri Russell y Rufus Sewell. Estreno: 16 de octubre de 2025.
Las complicaciones profesionales de la embajadora estadounidense en Gran Bretaña pasaron de ser relativamente triviales en la primera temporada a cuestiones de alta política internacional para el final de la segunda. De a poco, la serie que parecía centrarse en la a veces cómica experiencia de Wyler (Keri Russell) como una diplomática que odia las formalidades pero que tiene que dedicarse casi exclusivamente a eso fue dando paso a lo que a la mujer más le gusta hacer: meterse de lleno en las intrigas pesadas de la política internacional.
La segunda temporada termina (SPOILERS si no la vieron) de una manera explosiva, con la sorprendente muerte del presidente de los Estaos Unidos, que sufrió un paro cardíaco tras ser informado por Hal (Rufus Sewell), el esposo de Kate, de una traición de su vicepresidenta, Grace Penn (Allison Janney). Y la tercera temporada arranca con el caos generado por esa muerte, que involucra la asunción del poder de Penn –de la que Wyler y su pareja desconfían– estando ella en Gran Bretaña, algo que lleva a muchas situaciones risueñas desde lo práctico, aún en medio del drama.
Como Netflix recomienda no «spoilear» nada de la nueva temporada, solo podemos decir que Hal insistirá –ahora con más fuerza que antes porque hay un puesto vacante– con que Kate sea la vicepresidenta, dejando su cargo como embajadora para trabajar como segunda de Penn. Pero las cosas no saldrán exactamente como lo tienen planeado, sino que tomarán un camino un tanto incómodo, uno que generará aún más tensiones en la pareja, nuevos escarceos románticos de ella como el canciller británico Austin Dennison (David Gyasi) y una nueva vida política que los lleva a pasar mucho tiempo física –y también emocionalmente– separados.

Entre las modificaciones que Kate tiene que hacer a su vida y las que hace Hal hay que sumarle nuevos conflictos políticos internacionales, una tensa relación con el Primer Marido Todd Penn (Bradley Whitford), esposo de la nueva presidenta, y los habituales problemas y tensiones que tiene Kate con su staff, los siempre raros comportamientos del primer ministro inglés, Nicol Trowbridge (Rory Kinnear), y una complicada situación que implica a una política británica (Celia Imrie), a la que quieren extraditar a los Estados Unidos.
La serie fluye a una velocidad que remeda a esta altura a THE WEST WING (el combo Janney-Whitford ayuda a recordar también a aquella serie de Aaron Sorkin) y sabe combinar alta política, tensiones propias del mundo del espionaje internacional con las típicas situaciones absurdas que atraviesa una mujer que no sabe ponerse bien un vestido elegante o que lidia con deseos sexuales un tanto inapropiados para llevar adelante en medio de eventos diplomáticos.
Los diálogos rápidos, ásperos y elegantes suelen ser su fuerte y, como en las temporadas anteriores, Russell es claramente la MVP, la carta fuerte que hace que todo funcione casi a la perfección. La actriz de THE AMERICANS maneja muy bien ese tono entre agresivo y ligero, que puede pasar de seco, eficaz e imperativo a otro más torturado o frágil. Y el muy buen elenco que la rodea se deja llevar por ella y la sabe acompañar muy bien, empezando por el siempre «bocón» Sewell y siguiendo por Kinnear, David Gyasi, Ali Ahn, Ato Essandoh y la ya citada dupla que componen Janney y Whitford. Un sólido guión termina por conformar una de las mejores series de Netflix, una que lamentablemente no recibe la atención necesaria. O la que se roban otras mucho menores…