
Series: reseña de «Reclutas» («Boots»), de Andy Parker (Netflix)
Esta serie se centra en las experiencias de un joven gay que hace el entrenamiento para ser marine en una época en la que no se admitían los homosexuales en el servicio militar. Estreno de Netflix.
Cameron es gay. Solo un amigo lo sabe y nadie más: ni su madre, ni en la escuela, ni en ningún otro lado. No es que lo oculte de manera ostensible, pero corre 1990 y es una época en la que la gente no preguntaba o no se metía tanto en las vidas ajenas. En BOOTS, una serie basada en la novela autobiográfica The Pink Marine, de Greg Cope White, Cameron Cope (Miles Heizer) toma una decisión radical: meterse a hacer el entrenamiento, el boot camp, para ser marine. ¿Por qué lo hace? Difícil saberlo, pero hay razones. Su madre (Vera Farmiga) está en la suya y no le presta atención, su hermano es un idiota que ve televisión todo el día y, quizás, éll entiende que es una manera de poder recibir menos bullying en su vida. La más importante quizás sea otra: su gran amigo Ray McAffey (Liam Oh) decidió hacerlo y él, que se apoya mucho en Ray, quiere acompañarlo.
Es obvio que Cameron no tiene idea lo que le espera. «Me imaginé un campamento de verano, metidos en el barro», le dirá a Ray. Nada que ver. El entrenamiento para ser marine, como queda claro en películas como FULL METAL JACKET, es violento, agresivo, una tortura física y psicológica en la que participan los oficiales y muchas veces los otros reclutas. Y allí es que Cameron y Ray se meten. Y son sus experiencias la que esta muy buena serie de Netflix describe de una manera que se inicia de un modo relativamente cómico pero que va ganando en seriedad, densidad y gravedad con el correr de los episodios.
Un dato importante: los militares no aceptaban gays entre sus filas en esa época por lo que Cameron tenía que ocultarlo, algo que igualmente hacía en su vida personal. De todos modos, los reclutas más agresivos y violentos rápidamente se darán cuenta que es una potencial víctima de bullying. Su amigo Ray estará ahí para ayudarlo, pero tampoco del todo, ya que el tipo quiere defender su reputación personal y, además, los oficiales casi que le piden que lo deje librado a su suerte para que Cameron sepa defenderse solo.

Es es el coming of age que pretende la serie, que Cameron tome conciencia de que puede y debe hacerse valer por sí mismo y que no tiene que temerle al mundo –y a los tipos agresivos– que lo rodea. Los oficiales tendrán un rol importante aquí, especialmente el inicialmente muy violento Sargento Sullivan (Max Parker), que parece tenerlo entre ceja y ceja. Los compañeros de entrenamiento parecen, sí, salidos de un casting de una película de esa época: el típico grandote violento y agresivo, el tímido y perdedor, el obeso con problemas de autoestima, el loquito que pone a todos en riesgo y así. Pero más allá de que esos personajes no sean mucho más que lugares comunes del género bélico, la serie trata de encontrar en cada uno de ellos algún rasgo humano que los explique. Aún a los más agresivos.
La serie usa algunas recursos particulares, como una suerte de «ángel» que sigue a Cameron a cada paso, un otro yo con el que habla en voz alta y que le cuestiona muchas de sus decisiones. Hay varios flashbacks que permiten que conozcamos más a varios personajes a lo largo de los episodios y así entendamos su personalidades. Y una subtrama paralela secundaria que sigue a la particular madre del protagonista en sus esfuerzos por entender qué fue de la vida de su hijo y por qué hizo lo que hizo. La serie no se mete seriamente en el conflictivo tema del género en los militares –la mirada sobre los marines es crítica pero respetuosa–, pero al menos presenta el conflicto en una serie de tonos grises.
La serie combina humor simple y por momentos un tanto ramplón –hay una competencia de ver quién caga el «sorete» más grande– con desafíos físicos que a Cameron y a algunos otros les cuesta atravesar. Hay peleas, traiciones, aventuras nocturnas y una tensión sexual que empieza a aparecer entre el protagonista y uno de sus colegas. Y a lo largo de esas idas y vueltas anecdóticas y emocionales Cameron va entendiendo un poco mejor su lugar en el mundo y cómo relacionarse con los demás. No será fácil ni mucho menos –por momentos las situaciones se tornan verdaderamente densas–, pero funcionarán como una serie de pruebas que intentarán demostrar que el concepto de «hombría» es bastante distinto que el tradicional. O que debería serlo…