Estrenos online: crítica de «Spinal Tap II: el final continúa» («The End Continues»), de Rob Reiner (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Estrenos online: crítica de «Spinal Tap II: el final continúa» («The End Continues»), de Rob Reiner (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Cuatro décadas después del film original, la secuela reúne a los tres miembros de la legendaria banda ficticia de metal para un último concierto obligado por contrato. Mientras el cineasta Marty DiBergi vuelve a seguir de cerca sus caóticos preparativos, la banda atraviesa nuevas desventuras y la misma absurda singularidad que los convirtió en íconos. Disponible para alquilar en varias plataformas.

Película de culto entre las películas de culto, para muchos la fundadora del subgénero «mockumental» (el falso documental en tono paródico), THIS IS SPINAL TAP (1984) no solo fue la precursora de un estilo audiovisual al que le siguen sacando el jugo hasta hoy –sin ella no existirían, tal como las conocemos, series como THE OFFICE, PARKS & RECREATION y sus infinitas derivaciones– sino un clásico de la comedia por derecho propio, una de las películas más graciosas y divertidas del último medio siglo. Si bien la original y ésta, su secuela, tiene como realizador a Rob Reiner, el verdadero cerebro detrás de la criatura es Christopher Guest, guionista y coprotagonista de ambas, y el que haría toda una carrera cinematográfica ligada al mockumental.

Tras el éxito del film original siguieron los conciertos, giras, discos y algunos otros derivados, pero ya hace tiempo parecía que el concepto Spinal Tap había quedado en el olvido, un poco por la reticencia de Reiner a hacer secuelas pero, más que nada, porque sus creadores originales estaban en un litigio jurídico con los dueños de los derechos de la película original, juicio que se extendió por mucho tiempo y que recién logró resolverse mediante un acuerdo económico hace unos pocos años. Ahora que los beneficios del asunto quedarán para ellos, la banda ha decidido volver a juntarse. Tanto en la vida real como en la ficción.

Para los que desconocen el asunto, va primero una recomendación: vean THIS IS SPINAL TAP. Si no pueden hacerlo, acá les dejo una breve sinopsis que no logra explicar lo gracioso que es el film. «Spinal Tap» es el nombre de una originalmente ficticia banda de heavy metal británico de los años ’70 –un combo paródico de Black Sabbath, Deep Purple y varias otras– a los que vemos siendo filmados para un documental por el realizador Marty DiBergi (el propio Reiner) durante una gira de reunión en los años ’80 en la que sale todo mal: hacen shows con poca convocatoria, están plagados de peleas y conflictos internos, tienen cambios en su formación (especialmente, severos problemas con los bateristas) y unos gigantescos egos que chocan con la realidad que los circunda. En el medio surgen un montón de situaciones absurdas y humorísticas, además de frases clásicas.

SPINAL TAP II: EL FINAL CONTINUA recupera a los tres integrantes constantes de la banda en la actualidad, 41 años después de la película anterior pero a 15 años de su separación definitiva. Desde 2009, por problemas muy poco claros, no han vuelto a hablar más. Pero DiBergi se entera que, tras la muerte del manager, su hija descubrió que por contrato todavía les queda un show más para hacer, por lo que se toma el trabajo de buscarlos e intentar reunirlos. Y es así que nos vamos reencontrando, uno a uno, a sus miembros. Nigel Tufnel (Christopher Guest) vende quesos –o canjea quesos por guitarras al peso– en un pueblito inglés; David St. Hubbins (Michael McKean) compone bandas de sonido para podcast y para cuando te ponen «en espera» en una llamada telefónica y el bajista Derek Smalls (Harry Shearer) cambió de rubro y tiene un curioso museo dedicado al pegamento. Sin mayores conflictos, DiBergi los reúne y pronto los tres están ensayando en Nueva Orléans para su concierto, esta vez sí, de despedida.

Y la película los tendrá otra vez atravesando confusiones, situaciones ridículas, enredos bizarros y conflictos varios mientras buscan un nuevo baterista (empiezan en grande, pasando por varias celebridades, pero todos tienen miedo de la maldición que pesa sobre las cabezas de los 11 anteriores que fallecieron en extraños accidentes), se topan con famosos en el set (Paul McCartney y Elton John son los más relevantes) y se dan cuenta que sus viejos colaboradores (interpretados en el film original por Fran Drescher y Paul Shaffer) ahora están en otra cosa. Se sumará un nuevo y peculiar grupo de agentes y promotores, y la banda volverá a mostrar que siguen siendo tan impredecibles y conflictivos como hace cuatro décadas.

SPINAL TAP II incluye muchas bromas que funcionan como guiño al film anterior y su humor seco –bastante británico en su tono y con chistes que pasan desapercibidos si uno no presta atención a los detalles o a las sutilezas del lenguaje– es más deudor de las películas dirigidas por el propio Guest que el humor un poco más abierto y si se quiere populista o norteamericano de Reiner. En una serie de mockumentales como WAITING FOR GUFFMAN, BEST IN SHOW o A MIGHTY WIND –todos recomendadísimos–, el también marido de Jamie Lee Curtis satirizó las vidas de actores de teatro, adiestradores de perros y músicos folk, entre otros; y la secuela de SPINAL TAP parece abrevar más en ese humor low-key, apoyado en la improvisación y sostenido más por un tono paródico persistente y sutil que por bromas concretas, que igualmente las tiene.

Ese efecto algo naturalista y casual que tiene el film puede parecer de baja intensidad, especialmente si se toma en cuenta que el formato de falso documental paródico, de la versión estadounidense de THE OFFICE en adelante, fue volviéndose cada vez más grandilocuente y catastrófico. Pero igualmente funciona. O de a ratos lo hace. Quizás no sea la comedia brillante e impactante que algunos esperaban tras 40 años de ausencia, pero lo que entonces era una rareza como concepto cinematográfico y por el tipo de personajes que presentaba, hoy es algo común y habitual en todos los formatos. Con tanto reality show bizarro y videos de redes sociales absurdos, el cringe que provocaba Spinal Tap en 1984 hoy es moneda corriente. Lo mismo con el modelo «viejo rockero» entre simpático y decadente. Nada superará en ese sentido a Ozzy en THE OSBOURNES, un reality que solo pudo haber existido gracias a THIS IS SPINAL TAP.

El problema más visible de la película es que va perdiendo fuerza con el correr de los minutos, llegando a su supuestamente explosivo cierre de una forma un poco anticlimática. Da la impresión de que los propios responsables se fueron cansando de hacerla con el correr de los minutos y que la simpatía que el reencuentro los produjo de entrada se fue perdiendo con el paso del tiempo, tanto en la ficción como quizás en la realidad. Pero eso no impide que la secuela nos deje algunos momentos inolvidables y vuelva a probar que Guest, McKean y compañía siguen entendiendo muy bien cómo hacer humor paródico con alma, sin volver patéticos a sus personajes. Los septuagenarios metaleros de Spinal Tap podrán no estar a la altura de lo que alguna vez fueron, pero la película no fue hecha para burlarse de ellos. De sus bateristas, puede ser, pero de ellos uno se puede reír sin problemas…