Festival de Mar del Plata 2025: crítica de «If I Had Legs I’d Kick You», de Mary Bronstein

Festival de Mar del Plata 2025: crítica de «If I Had Legs I’d Kick You», de Mary Bronstein

por - cine, Críticas, Festivales
11 Nov, 2025 06:30 | Sin comentarios

Rose Byrne ofrece una actuación deslumbrante como una madre desbordada por la enfermedad de su hija, una casa que se derrumba y su propia mente al borde del colapso, en esta asfixiante y oscura comedia sobre la desesperación materna.

Las películas de terror más efectivas son las que se inscriben en lo cotidiano, las que no juegan necesariamente con los elementos más trillados del género sino que tan solo utilizan ciertos recursos audiovisuales que tienen la capacidad de angustiar y atemorizar al espectador. De hecho, las mejores películas de terror no son de terror sino relatos que potencian al extremo ansiedades e incomodidades que se pueden sentir en la vida real. Después de todo, es mucho más probable que uno tenga que lidiar con una casa que se inunda y un hijo con problemas de salud que con fantasmas, zombies o extrañas criaturas.

Si uno analiza los temas que trata, IF I HAD LEGS I’D KICK YOU podría ser considerada como un drama sobre la maternidad, el retrato de una mujer que tiene que lidiar con una hija con problemas de salud, una casa que se viene abajo, pacientes complicados, vecinos un tanto problemáticos, un marido ausente y la angustiante sensación de que no puede hacer nada para resolver sus problemas. A esta altura, la vida de Linda (una excelente Rose Byrne, elegida mejor actriz del Festival de Berlín por este rol) no es solo un caos por lo que le sucede sino por los problemas que ella termina sumándole en su creciente desesperación.

Lo que lleva a que la película tenga la agobiante característica de un relato de horror es la intensidad que maneja desde la primera escena. No es casual que Mary Bronstein, en su primera película como directora desde YEAST, de 2008, utilice a Christopher Messina, el operador de cámara de los hermanos Safdie en GOOD TIMES como director de fotografía, y a Ronald Bronstein (su marido), habitual colaborador de los realizadores de DIAMANTES EN BRUTO, como coproductor. Hay algo de ese nervio angustiante que manejan en esas películas que se replica aquí, solo que desde un punto de vista femenino y una temática que usualmente (no siempre) tiene a mujeres como protagonistas.

El principal problema de Linda, en apariencia, es su desesperación y culpa por la salud de su pequeña hija, que tiene una rara aflicción alimenticia y, al no comer, tiene que usar una sonda permanentemente. La chica es, además, bastante demandante e intensa lo que perturba aún más a Linda, que no sabe qué hacer ya para ayudarla y está empezando a perder las formas amables de manejar el asunto. Bronstein toma la arriesgada decisión de jamás mostrar a la hija: se ve una mano, un brazo, algún detalle y se escucha su aniñada pero persistente voz. Esa apuesta formal es de por sí rara y permite hasta suponer que la chica, como algunas otras cosas que le suceden a Linda, quizás sean parte de su imaginación.

A la imposibilidad de que la chica cumpla las metas planteadas por los médicos para quitarle la sonda (debería pesar 25 kilos, pero no llega) y la ausencia de su marido que trabaja en un barco y no volverá por meses, Linda le suma un inesperado problema: el techo de su cuarto se viene abajo por completo, su casa se inunda y, al no poder seguir viviendo ahí, madre e hija se mudan a un ínfimo cuarto de motel, un lugar un tanto lúgubre en el que deben convivir con un curioso grupo humano que, al menos en la visión de Linda, le agregan angustia a la situación.

Pero eso no es todo. Así de desquiciada como se la ve –a lo que hay que sumarle que empieza a beber cada vez más para calmar su angustia–, Linda es psicóloga y tiene varios pacientes no particularmente tranquilos. Una de ellas, Caroline (Danielle Macdonald), tiene un bebé y vive la maternidad con tanta angustia que Linda no puede evitar verse reflejada en ella. Y lo que la chica hace a partir de esa tensión, enerva aún más a la protagonista. Linda tiene, supuestamente, un lugar para hablar de sus problemas en las sesiones que tiene con su supervisor (un casi irreconocible Conan O’Brien), pero digamos que ese espacio no termina siendo tan reparador como lo espera. Para ninguno de los dos.

IF I HAD LEGS… es un film agobiante, a tal punto que uno puede odiarlo y hasta sentir algo parecido al fastidio cuando lo atraviesa. Pero no hay duda que toca un nervio sensible, que se mete en una zona crítica en la que muchos padres seguramente se reconocerán: la sensación de que nada de lo que uno haga para llevar a buen puerto una familia funciona. El caso específico de Linda es especialmente problemático, ya que la mujer ha llegado a un límite en el que empieza a correr riesgos innecesarios, como si una pulsión de muerte la llevara a aumentar la apuesta cada vez más.

Bronstein le suma a su crisis de ansiedad algunos elementos externos: albañiles que no vienen a arreglar sus problemas, una clínica en la que atienden a su hija en la que le meten presión, pacientes demandantes y personas que ni siquiera la dejan en paz si quiere quedarse un segundo tranquila adentro de su auto estacionado. La directora va armando alrededor suyo una telaraña de potenciales enemigos de la que solo se salva –y no del todo– un vecino del motel, James (el rapero A$AP Rocky), que trata de compadecerse y ayudarla en su situación. Aunque sus recomendaciones –ya verán cuáles son– no siempre sean las más adecuadas. Para ninguno de los dos.

La película pretende ser una comedia negra y acaso lo sea pero, en lo personal, la atravesé como la más angustiante película de terror posible, superior a cualquier ejemplar del género reciente. Bronstein por momentos suma algunas escenas entre oníricas y psicodélicas en las que, pese a tratar de relajarse, Linda no puede evitar entrar en un pozo ciego de desesperación, uno que se parece mucho al agujero que tiene en su casa, un black hole que conduce hacia lo innombrable. Si bien IF I HAD LEGS… es, más que nada, una película sobre la maternidad en crisis, de alguna manera más general se la puede ver como un film sobre una angustia contemporánea de un espectro aún más amplio.

En ese sentido, el film de Bronstein tiene algo de SAFE, ese clásico de Todd Haynes que, en un tono más calmo pero igualmente enervante, ponía sobre la mesa la imposibilidad de hacerse cargo de vivir en el mundo actual. Los problemas de Linda pueden ser muchos más –en cantidad y potencia acumulativa– que los de la mayoría de las personas, pero la sensación de no estar preparados para hacer frente a todo lo que nos rodea es más o menos la misma. Si a eso encima se le suma que nadie parece estar dispuesto a ayudar porque cada uno lidia con su propia y desesperante situación, lo que a Linda le queda por delante es luchar contra la corriente. Y en esta película, que obligará a más de un espectador a tomarse algún ansiolítico tras verla, da la sensación de que ya no está dispuesta a seguir dando batalla.