Series: crítica de «Fuego y agua: creando las películas de Avatar» («Fire and Water»), de Thomas C. Grane (Disney+)

Series: crítica de «Fuego y agua: creando las películas de Avatar» («Fire and Water»), de Thomas C. Grane (Disney+)

Esta serie documental muestra los desafíos del rodaje submarino de «Avatar: El camino del agua» y anticipa la próxima entrega de la saga. Con entrevistas y material de rodaje, expone la ambición y las contradicciones de un universo donde la tecnología domina la escena. Desde el 7 de noviembre por Disney+

Como parte de la promoción previa del estreno de AVATAR: FUEGO Y CENIZAS llega a Disney+ un «detrás de escena» de la producción de este y el anterior film (AVATAR: EL CAMINO DEL AGUA) de la saga creada por James Cameron. En realidad, FUEGO Y AGUA es bastante más «agua» que «fuego» ya que, salvo por unos breves adelantos de la inminente tercera película, se dedica casi en exclusividad a contar y explicar la producción del film de 2022, centrándose en gran parte en el arduo, desafiante y complicado trabajo de hacer las escenas que transcurren en y bajo el agua.

Como los mismos actores (Sam Worthington, Zoe Saldaña, Kate Winslet y Sigourney Weaver, entre otros) dicen en las entrevistas que les hacen aquí, las películas pueden parecer realizadas mediante algún tipo de sofisticada animación digital pero lo cierto es que en gran parte fueron hechas por actores en circunstancias relativamente similares a las que se ven en el film. Es cierto que ni los cuerpos ni el agua que vemos en la película son los reales, pero sí los esfuerzos técnicos, humanos y actorales para replicar las condiciones de filmar en el océano.

Es que luego de descartar la posibilidad de filmar las escenas acuáticas sin usar agua (lo que llaman «dry for wet», agregando el agua en la parte animada digitalmente de la producción), porque no respetaban las leyes de la física ni podían replicarse de una manera creíble, Cameron decidió que había que filmar todo lo que era bajo el agua, bueno, abajo del agua. Y eso implicó construir inmensos y complicados tanques, una serie de innovaciones tecnológicas y preparar a los actores a pasarse varios minutos bajo el agua actuando sin respirar. Estas son solo algunas de las innovaciones, sacrificios y esfuerzos tecnológicos/artísticos en los que se metió el director tratando de que EL CAMINO DEL AGUA luzca lo más creíble posible. Y esta serie –en realidad, una película de unos 80 minutos dividida en dos partes– se ocupa de detallar todos ellos, dejando en claro la complejidad y la ambición del proyecto.

Quedará después en cada espectador que haya visto la película –o los que la vean ahora, en preparación para ver la nueva– decidir si es un tipo de esfuerzo económico y de demanda técnico/actoral que se justifica en función de lo que se ve en el film en sí. Siento que cuando todos tienen que aclarar que no es animación y explicar sus esfuerzos a viva voz, es evidente que hay algo que se perdió, que la gente por lo general se queda con la sensación de que la saga AVATAR no es muy diferente a un film de Pixar y que los actores no hicieron mucho más que ponerles las voces a esas raras criaturas animadas que vemos.

Es cierto que no es así –las caras son las suyas, los cuerpos también, todo captado con la técnica de «captura de movimiento»–, pero lo que dificulta la credibilidad de los films pasa por el no del todo logrado trabajo de animación y por el relativo poco interés que despiertan esos intercambiables personajes. Y eso es algo que ningún movimiento correcto desde la física puede resolver del todo. Cameron y todo el equipo técnico/actoral hicieron sus máximos esfuerzos porque las secuelas de AVATAR sean creíbles, espacial y físicamente creíbles, y se deben haber gastado dinerales en que la gente se mueva en el agua de la manera correcta y que el mundo a su alrededor fluya con naturalidad. Pero mi impresión es que las películas en sí no están del todo a la altura de la preparación que demandan.

Se verá qué es lo que sucede con FUEGO Y CENIZAS. Cameron es un cineasta que parece salirse siempre con la suya. De hecho, EL CAMINO DEL AGUA es una película apenas lograda –es su músculo narrativo el que la saca, literalmente, a flote– pero igualmente hizo una enorme cantidad de dinero en la taquilla. Y es probable que con la nueva suceda lo mismo. Aún cuando no dejan demasiadas marcas en la cultura popular (¿alguien piensa en estas películas, en Pandora o en los Na’vi, fuera de los meses en los que se estrena cada película? ¿Alguno recuerda sus tramas?), esta saga de Cameron es un banco de pruebas para muchas de los desarrollos y las evoluciones técnicas que el cine de acción y fantasía contemporáneo usa todo el tiempo.

En ese sentido, quizás estos documentales terminen siendo más relevantes para la historia del cine que las propias películas. Tal vez AVATAR termine siendo mucho más importante por las técnicas que dejó instaladas en el cine que por lo que cuentan las películas en sí. Y si bien esto pasó siempre con las películas de Cameron (solo basta recordar las innovaciones tecnológicas que en su momento sorprendieron en EL ABISMO o TERMINATOR 2), al menos uno antes valoraba más las películas en sí que las maneras en las que se hicieron. Cada vez más, la balanza parece ir inclinándose para el otro lado. Habrá que ver si AVATAR: FUEGO Y CENIZAS logra revertir esa tendencia.