
Series: reseña de «La bestia en mí» («The Beast in Me»), de Gabe Rotter (Netflix)
Tras la muerte de su hijo, una escritora (Claire Danes) se obsesiona con su enigmático vecino (Matthew Rhys), un hombre acusado de asesinar a su esposa. Al aceptar escribir su biografía, la relación entre ambos se transforma en un peligroso juego psicológico en el que la investigación se confunde con la autodestrucción. Disponible en Netflix.
No debe haber mejor prueba de la importancia que tiene un gran elenco para darle credibilidad a una serie convencional que LA BESTIA EN MI. Con Claire Danes y Matthew Rhys como protagonistas principales –junto a Brittany Snow, Natalie Morales y nada menos que Jonathan «Mike Ehrmantraut» Banks–, esta serie de ocho episodios creada por Gabe Rotter se vuelve mucho más interesante y rica en posibilidades de lo que sería sin estos actores. Dicho de otro modo: la compleja y enredada trama parece armada por un programa de IA al que le tiraron encima decenas de estas series y novelas de suspenso y le pidieron una síntesis, pero gracias al elenco THE BEAST IN ME al menos de a ratos cobra vida y se vuelve inquietante.
Siempre intensa, nerviosa y a punto de estallar, Claire Danes parece haber nacido para hacer papeles como el de Aggie Wiggs, una escritora que está en crisis tras la muerte de Cooper, su hijo, en un ¿accidente? automovilístico. Se ha separado de su esposa (Natalie Morales, una artista plástica), no puede avanzar con su esperado segundo libro –el primero, autobiográfico, fue un éxito, la hizo famosa y ganadora de un Premio Pulitzer– y vive en estado de permanente agitación. Ese nerviosismo se agranda cuando se entera que tiene un nuevo vecino, un empresario millonario llamado Niles Jarvis (Rhys), que quiere privatizar parte de los terrenos circundantes, algo a lo que ella se opone.

Pero ese no es el único asunto problemático con Niles, ya que el hombre se ha hecho famoso tras la sospechosa muerte de su esposa, cuyo cadaver nunca se encontró. Si bien Niles fue absuelto en el juicio por su muerte, muchos lo consideran el verdadero asesino y en la calle lo miran con una mezcla de asombro y espanto. Por la manera en la que lo interpreta Rhys, no parece haber dudas. Sea o no un asesino, el tipo actúa casi como un psicópata. De hecho, cuando un vecino al que Aggie culpa por la muerte de su hijo desaparece, la escritora está segura que fue Niles quien lo mató, tal vez solo para caerle bien y, de paso, convencerla de que firme esa venta de tierras.
Eso es solo el inicio de una trama que se irá complicando cada vez más. Lo que surge de ahí es que Aggie convence a Niles de escribir su biografía. Es, para ambos, un win win situation: ella podrá sacarse de encima su bloqueo creativo y, a la vez, saber si mató a su esposa y al supuesto asesino de su hijo. Y él supone que así podrá lograr que ella facilite su emprendimiento. ¿O hay algo más detrás? En paralelo a esto seguimos las vidas entrelazadas de la nueva esposa de Niles (Brittany Snow), una galerista; de su temible padre (Banks), un empresario tan intenso como su hijo; de los negociados políticos de esa familia (hay una elección y una trama de corrupción a candidatos ligada también a bienes raíces), de la tensa relación entre Aggie y su ex, y sobre todo de la mezcla de trauma, frustración y culpa que la escritora siente por la muerte de su hijo.
THE BEAST IN ME abre muchas ventanas en paralelo –una importante tendrá que ver con agentes del FBI que siguen a Jarvis y no solo por la muerte de su esposa– y lo hace de una manera que, si bien está narrada con coherencia y estilo, no se sale de los beats más previsibles para este tipo de novela policial extendida tanto en el tiempo como en el espacio. Hay subtramas que parecen importantes que se abandonan o terminan brutalmente, otras que no existen de entrada y pasan a dominar todo después (los flashbacks cumplen en parte esa función) y una demasiado bien ensamblada cadena de causas y consecuencias que hacen que todo calce a la perfección. Esos a esta altura clichés del policial de prestigio de plataforma logran ser medianamente convincentes gracias al excelente elenco y a la dirección de cineastas como Antonio Campos (AFTERSCHOOL, SIMON KILLER), un especialista en personajes oscurísimos, que dirige cuatro episodios aquí.

Si bien a Danes la vimos hacer similares roles de mujeres angustiadas y perturbadas antes (en las ocho temporadas de HOMELAND, sin ir más lejos), es un tipo de personaje que maneja a la perfección, ya que no nos cuesta nada creer que su Aggie es alguien que vive permanentemente al borde de un ataque de nervios o a punto de estallar. Su cara transmite mil emociones al mismo tiempo, aunque ninguna muy apacible u optimista que digamos. El galés Rhys, extraordinario en THE AMERICANS, cambia aquí para personificar a alguien cuyo evidente aspecto psicopático quizás esconda también asuntos perturbadores y hasta traumas personales. Es evidente que su Niles es un tipo oscuro, pero Rhys logra que a uno le intrigue saber qué pasó ahí, qué secretos esconde.
La serie no es más ni menos que eso, un pasatiempo policial con media docena de intrigas corriendo en paralelo y que atrapa más allá de que uno puede adivinar la mitad de sus giros dramáticos con un par de episodios de anticipación. Quizás lo más original de la serie pase por la rara conexión que Aggie y Niles tienen, no solo en cuanto a coincidencias del tipo personal, sino por la zona gris en la que se mete ella al escribir su biografía y terminar usando esa tarea para convertirse en una especie de detective. A su modo, al intentar desemascararlo, tal vez lo que Aggie realmente quiera sea desenmascararse a sí misma.



