Estrenos online: crítica de «La familia McMullen» («The Family McMullen»), de Edward Burns (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «La familia McMullen» («The Family McMullen»), de Edward Burns (HBO Max)

Tres décadas después de su irrupción en el cine independiente, Edward Burns reúne nuevamente a la familia McMullen en una cálida y amable secuela sobre hermanos, segundas oportunidades y romances inesperados. En HBO Max.

Treinta años atrás, en pleno furor del cine indie y del Festival de Sundance, aparecía la figura de Edward Burns, actor/director de Brooklyn, de familia irlandesa, que logró hacerse un nombre gracias a su opera prima, The Brothers McMullen, filmada con 25 mil dólares. Convertido en una de las figuras del cine independiente, a lo largo de los siguientes años Burns siguió sacando películas con continuidad y relativo éxito (She’s the One, con Jennifer Aniston y Cameron Díaz; Sidewalks of New York; Ash Wednesday), pero pronto su «estrella» se fue diluyendo. Burns siguió haciendo películas –y actuando en casi todas ellas–, pero sus estrenos han pasado inadvertidos, al punto que uno se sorprende al chequear que el hombre ha hecho media docena de películas en los últimos 15 años y que todos son títulos prácticamente desconocidos.

Nada extraño pasó en su carrera. Como tantos cineastas, las modas, los cambios de estilo y la falta de una marca autoral fuerte pueden haberle jugado una mala pasada y dejado un poco al costado del camino mientras pares como Quentin Tarantino, Steven Soderbergh, Wes Anderson y Richard Linklater –al que más se parece de todos ellos– se consagraban. Es que más allá de la naturalidad y frescura de las actuaciones de sus elencos, sus temáticas familiares o barriales (Brooklyn es el centro de acción de muchas de ellas), el origen irlandés y católico de muchos de sus protagonistas, y los temas románticos que suelen ser su eje, el cine de Burns tiene, estilísticamente al menos, pocos elementos memorables. De hecho, uno podría verlo como un lazo con el posterior mumblecore, que se iría a meter en similares universos pero de una forma más radicalmente independiente. En ese sentido, Burns quedaría como alguien muy mainstream para los indies y viceversa.

The Family McMullen, su decimoquinta película, no cambiará eso pero, al aterrizar en una plataforma de streaming como HBO Max, le permite lograr una mayor difusión. Se trata de una secuela del primer film, treinta años después de aquel, combinando a algunos de los protagonistas de entonces con una nueva generación, representada en los hijos de uno de ellos. Sigue siendo una historia de hermanos, con eje en Barry (el propio Burns), dos veces divorciado y ahora con dos hijos adultos que vuelven a su casa de Brooklyn a pasar la cena de Acción de Gracias. Allí se juntan también su hermano Pat (Michael McGlone) y su cuñada Molly (Connie Britton, la actriz que se hizo más famosa de aquel grupo inicial) que enviudó de Jack, otro de los hermanos. De entrada el film intentará colar entre los diálogos quién es cada uno y cuál fue su historia a lo largo de tres décadas.

Lo cierto es que Barry sigue soltero, entre irresponsable y cínico. Su hermano Pat –más circunspecto y bastante religioso– se está separando y le pide quedarse un tiempo en su casa. Y Molly, por su parte, no logró o quizás ni siquiera intentó volver a estar en pareja, ya que la experiencia previa –que incluyó infidelidades y enfermedades– la dejó mal. La noticia es que Patty (Halston Sage), una de las hijas de Barry, viene a cenar con su prometido, Terrence Joseph (Bryan Fitzgerald), con el que se está por casar. A Barry y Molly, por distintos motivos, no les gusta la idea, pero Pat cree que hay que apoyarla. El que también vuelve es Tommy (Pico Alexander), quien a diferencia de su hermana no tiene planes de pareja ni de nada. Así como ella es «perfecta» (así la apodan), él es bastante parecido al padre: tiene un comentario irónico para todo y lo único que quiere es pasarla bien sin compromiso alguno.

En un formato que tiene, seguramente por limitaciones presupuestarias, una estructura bastante teatral, de largos diálogos en interiores de casas, La familia McMullen lidia con lo que pasa cuando Molly y Barry siembran dudas en la pareja de Patty acerca del inminente casamiento y ambos se toman un tiempo para «conocer otra gente», lo que lleva a la chica a quedarse en lo del padre. A la vez, Tommy anuncia que dejó su trabajo y que quiere pasar un tiempo también en la casa de Brooklyn. Así, el film lidia con la reunión familiar en un mismo hogar, una que irá disparando varios encontronazos románticos: entre Tommy y una chica que conoce en un bar (Juliana Canfield), entre Patty y un plomero (Sam Vartholomeos), entre Molly y un viejo amigo del barrio (Brian d’Arcy James), y entre Pat y una conocida (Shari Albert) a la que perdió de vista tiempo atrás. El propio Barry completa el quinteto de subtramas románticas al toparse, para su sorpresa, con una ex (Tracee Ellis Ross), conectada ahora con él de un modo impensado.

Comedia romántica amable, con personajes simpáticos y armados en base a características un tanto simples (el irresponsable, el religioso, la seria y formal, la «tía que da consejos» y así), The Family McMullen no incorporará asuntos dramáticos serios más allá de alguna breve reflexión en el edulcorado final de una película que de a poco va revelando su carácter de propuesta navideña. En cierto sentido, el film tiene algo de película de Woody Allen solo que entre personas de clase media irlandesa de Brooklyn en lugar de los sofisticados intelectuales de Manhattan que protagonizan los films de su más veterano colega. Burns no pretende más que eso: recuperar a una serie de más o menos queribles personajes, incorporar a otros y compartir con los espectadores qué fue de las vidas de todos ellos. En el medio, una media docena de ligeros enredos románticos harán que los personajes se replanteen, en ese sentido al menos, su futuro.

Burns sigue creyendo que Brooklyn, pese a los enormes cambios que sufrió en los 30 años del film original, sigue siendo algo así como un barrio en el que uno se topa con viejos amigos en la calle, en el pub y en salas de espera de médicos. La conexión católico-irlandesa sigue estando presente (secundaria pero relevante para entender actitudes de algunos personajes) y, sobre todo, un concepto familiar que intenta mantenerse pese a divorcios, muertes, infidelidades, separaciones y peleas. Los McMullen pueden ser bastante distintos entre sí y discutir todo el tiempo (Barry con su hermano Pat, Tommy con Patty), pero nada parece poder romper el lazo que existe entre todos ellos. Y si bien Burns no apuesta a generar emociones profundas y hasta desaprovecha las oportunidades para hacerlo, La familia McMullen termina siendo una amena celebración de un espíritu familiar y barrial.