Estrenos online: crítica de «The New Yorker cumple 100 años» («The New Yorker at 100»), de Marshall Curry (Netflix)

Estrenos online: crítica de «The New Yorker cumple 100 años» («The New Yorker at 100»), de Marshall Curry (Netflix)

Este documental recorre la historia y el presente de la fundamental e influyente revista neoyorquina en la que escribieron muchos de los más grandes escritores del siglo que pasó. Estreno de Netflix.

Cualquier estudiante de periodismo, en cualquier lugar del mundo, sabe (o debería saber) qué es The New Yorker y qué representa. Para los que estudiamos esa carrera y la empezamos a transitar hace ya algunas décadas, cuando el periodismo gráfico y las revistas en papel eran moneda corriente y de uso habitual, siempre se trató de un curioso ideal, probablemente inalcanzable. No es que uno pensara escribir allí pero más de una vez se preguntó si un medio con esas características podía hacerse en países como los nuestros. Y lo cierto es que, habiendo pasado por medios grandes en sus mejores épocas, me da la impresión que el tipo de periodismo riguroso y casi independiente de cualquier relación con el mercado que hacen allí, fue, es y sin dudas será imposible en cualquier otro lado.

La revista The New Yorker se caracterizó siempre por sus artículos largos y profundos sobre distintas temáticas, sus firmas importantes, sus viñetas humorísticas, sus textos de ficción y una estilizada presentación que le da un carácter refinado e intelectual que, para sus críticos, puede resultar «elitista». Es cierto que no es una revista para cualquier lector, pero tampoco es una que los expulsa. Los temas que trabaja, el humor que tiene y la sensación que transmite de capturar algo en el ambiente cultural neoyorquino de cada momento invitar al lector (o, al menos, a este lector) a entrarle a sus páginas, casi como si fuera un modo aspiracional de acercarse a ese idealizado ámbito.

El documental que celebra su centenario intenta replicar, en cierto modo, el tipo de artículo que la revista favorece, un estilo que ayudó a crear a lo largo de su historia y que ahora es parte del vocabulario habitual del periodismo pero también de la literatura de no ficción, de la crónica y hasta del género documental en sus muchas variantes. The New Yorker, revista donde primero se publicó A sangre fría, de Truman Capote, es el padrino del true-crime, del documental de investigación, del retrato periodístico. Y el film de Marshall Curry intenta seguir esos parámetros narrativos. El problema es que el formato está tan estandarizado que el film en sí no logra diferenciarse demasiado de muchísimos otros documentales de repaso histórico.

Aún dentro de esa lógica, The New Yorker at 100 logra ser muy eficiente a la hora de trazar un siglo en la historia de la revista. En verdad, es más una celebración de su presente que un repaso hecho y derecho. Curry no hace un recorrido histórico profundo sino que va al pasado no más que media docena de veces para centrarse en momentos icónicos de su historia: su fundación, sus inicios, sus cambios editoriales (que son poquísimos en relación a cualquier otra revista) y las grandes historias que sacudieron a los Estados Unidos, escritas por algunas de las firmas más relevantes del periodismo y la literatura no solo de ese país. Sus reportajes desde Hiroshima, su investigación acerca de las empresas contaminantes, los textos de James Baldwin, la controversial figura de Capote y la más reciente serie de notas sobre Harvey Weinstein que en buena medida desencadenaron el #MeToo son algunos de los hitos de The New Yorker que el film recupera.

Pero su eje pasa por el presente y la narración se organiza, más que nada, en conexión con la preparación del número aniversario del centenario de la revista dirigida desde hace más de 25 años por David Remnick. Ese armado, con sus pasos específicos y muy regimentados, permite que el film conecte con algunas de sus figuras, secciones y temáticas, desde su veterano crítico de cine (Richard Brody, en el lugar que alguna vez ocupó Pauline Kael, a quien apenas se menciona) al mucho más joven especialista en música (Kelefa Sanneh) pasando por sus reporteros internacionales (Jon Lee Anderson) y sus especialistas en ciencia, espectáculos, editores de sus míticas tapas e igualmente celebrados cartoons, de sus ficciones y su muy envidiado y aún vital departamento de fact checking, tan necesario como cada vez menos utilizado. Su elegante redacción ahora ubicada en el 1 World Trade Center es el escenario de la mayoría de las acciones, aunque por momentos las cámaras siguen a sus reporteros en la calle, en sus casas o en entrevistas.

Informativo y preciso, aún con una brevedad que le obliga a dejar muchas cosas de lado, The New Yorker cumple 100 años deja constancia, además, de otra época del periodismo y de la discusión cultural que –por motivos de índole económica en el que el documental no se mete– esta revista sigue manteniendo como si el tiempo no hubiera cambiado nada. Más de una vez sus periodistas y algunas celebridades invitadas (Jon Hamm, Sarah Jessica Parker, Molly Ringwald y Jesse Eisenberg, entre otros) comentan lo raro que es que exista una revista así en estos tiempos de medias verdades, teorías conspirativas y enormes grietas sociales, culturales y políticas. La del tipo de periodismo que hace The New Yorker parece ser una batalla perdida, pero uno no puede más que admirar la existencia de un grupo de personas obsesivas y profesionales que parece seguir estando dispuesta a pelearla hasta el final.