
Series: crítica de «El tiempo de las moscas», de Gabriela Larralde, Ana Katz y Benjamín Naishtat (Netflix)
Dos mujeres tratan de encontrar salidas personales y profesionales tras pasar muchos años en la cárcel en esta adaptación de dos novelas de Claudia Piñeiro protagonizada por Carla Peterson y Nancy Dupláa. En Netflix, desde el 1 de enero.
Dos novelas de Claudia Piñeiro, Tuya y El tiempo de las moscas, que originalmente funcionaron una como secuela de la otra, son fusionadas en esta serie argentina que lleva el título de la segunda, la que más peso tiene a lo largo de los seis episodios en los que se divide su historia. Es que, haciendo honor a los textos originales, lo que pasa en Tuya acá funciona, con sus modificaciones, como el pasado de una de sus protagonistas mientras que el grueso de la historia transcurre quince años después, en algo parecido al presente, e incluyendo a la otra protagonista.
Carla Peterson encarna a Inés y lo primero que sabremos de ella –por lo que se muestra y por lo que ella misma narra en la voz en off– es que, quince años atrás, fue a la cárcel por lo que parece ser un asesinato al ver a su marido (Diego Cremonesi) tomando algo en un bar con una amante. La serie se ocupará específicamente en el tercer episodio de desgranar en detalle ese momento (casi todo lo ligado a Tuya está concentrado allí), pero lo central pasará por el presente, tras la salida de Inés de la cárcel. Y aquí la vemos trabajando junto a otra ex presidiaria apodada «La Manca» (Nancy Dupláa) como fumigadoras con su simpática camioneta que las lleva de acá para allá.

Lo que se inicia en tono de comedia casi costumbrista –con los errores de la novata Inés y la «sabiduría» de su experimentada colega– se irá oscureciendo cuando ambas se topen con una clienta (interpretada por Valeria Lois) que parece saber del pasado de Inés y la chantajea para que la ayude a cometer un crimen. Así, mientras Inés trata de ver cómo hace para aportar lo suyo a esa forzada sociedad criminal y, a la vez, lidia con asuntos ligados a su pasado (tiene una hija, ya grande, con la que no se habla), La Manca demuestra sus habilidades como detective privada ya que, con la ayuda de su hermano y socio (Osqui Guzmán), trata de desentrañar los planes de la clienta. A la vez, La Manca tiene que hacerse cargo de un problema de salud que le cuesta más dinero del que tiene, hecho que fuerza a Inés a aceptar, al menos en principio, el encargo potencialmente criminal de la clienta.
Ese es el inicio para una trama que toma las características de un policial que, al menos hasta cierto momento, es de baja intensidad, uno que parece más que nada una excusa para mostrar la relación entre las dos mujeres y el universo que las rodea, uno en el que todavía les cuesta –más a Inés– acomodarse. «La Manca» es lesbiana y usa eso para su trabajo, tratando de sacar información de una mucama (Jimena Anganuzzi) mientras que Inés establece una relación con otro cliente (Diego Velázquez) que no pasa por lo sentimental, en principio, sino por la ayuda mutua en la resolución de problemas.
La serie tendrá un tercer episodio que transcurrirá íntegramente en el pasado y que permitirá comprender mejor la historia y la personalidad de Inés, además de entender qué la llevó al hecho que la dejó en la cárcel. Dirigido por Benjamín Naishtat –que hizo tres; los otros corresponden a Ana Katz–, ese episodio es el más tenso y logrado de una serie amable, no particularmente reveladora, que propone un tono un tanto particular para un tipo de trama que bien podría haber sido filmada de un modo más convencional. No todas las decisiones de la dupla de realizadores funcionan, pero por lo menos se los ve tratando de pensar cómo filmar una historia policial clásica –con sus secretos, misterios y tensiones– de una manera personal.

El muy buen elenco que tiene –además de Peterson, Dupláa y los intérpretes ya citados están Carlos Belloso, Lola Berthet, Diego Gentile, María Marull y Claudia Cantero, entre otros– le permite a la serie salir a flote de algunos pantanos narrativos en los que se mete. El guión policial se vuelve un tanto forzado y confuso, las situaciones ligadas al suspenso no siempre funcionan del todo bien, pero ante cada momento de duda sus buenos actores encuentran el modo de enderezar, en la medida de sus posibilidades, el camino. El resultado final es ambiguo: claramente hay talento, inteligencia y creatividad puestas en la mesa, pero la trama en sí no termina de causar el impacto emocional buscado.
En cierto modo, El tiempo de las moscas –la voz en off está llena de excesivas metáforas acerca de esos insectos en relación a las acciones de los seres humanos– tiene más de un punto en común con Viudas negras, la serie con Malena Pichot y Pilar Gamboa. La de Naishtat/Katz es menos graciosa y un tanto más melancólica, quizás reflejando las edades de los personajes y el mundo en el que habitan. La serie parece contar las desventuras de dos amigas fumigadoras pero lo que en verdad está contando, tengo la impresión, es una historia acerca de la supervivencia de dos mujeres que, por distintos motivos, tuvieron que quebrar aquello de vivir bajo el patriarcado, para armar su mundo propio. Uno en el que no es tan fácil sobrevivir, pero en el que vale la pena intentarlo.



