Berlinale 2017: “I Am Not Your Negro”, de Raoul Peck
Este notable documental que está nominado al Oscar en su género explora las relaciones raciales a lo largo de la historia de los Estados Unidos a partir de los textos y las palabras del fallecido escritor afroamericano James Baldwin, quien supo ofrecer una provocativa mirada sobre un conflictivo asunto que no parece tener solución.
Las películas nominadas a los premios Oscar son, este año, realmente destacables. Si bien hay algunas muy buenas que han quedado afuera (como CAMERAPERSON o WEINER, entre otras), las cinco que están van de extraordinarias a, al menos, interesantes. Mi ranking personal pondría quinta a LIFE, ANIMATED (una película emotiva pero un tanto siniestra y por demás corporativa), cuarta a ENMIENDA 13 (que es temáticamente riquísima pero formalmente muy mecánica y previsible), tercera a FUOCCOAMARE (la ganadora de Berlín el año pasado) y sumaría, al verla, a una fuerte competidora para OJ: MADE IN AMERICA. Se trata de I AM NOT YOUR NEGRO, de Raoul Peck, la tercera de las películas de esta competencia que toca el tema del racismo y la que lo hace de manera más original, provocativa y compleja. Es obvio que, por motivos de popularidad, peso y su indudable calidad, todo parece indicar que la película –bah, la miniserie– sobre O.J. Simpson ganará, pero es el filme del haitiano Peck el que mira el tema racial en los Estados Unidos de manera más frontal y sin compromisos.
El filme se basa en textos escritos por el intelectual afroamericano James Baldwin en 1979 para un libro que nunca terminó (se iba a titular REMEMBER THIS HOUSE) sobre tres grandes líderes negros asesinados: Megar Evers, Malcolm X y Martin Luther King, a quienes conoció personalmente. La película consiste, fundamentalmente, en la lectura de esos textos (con la voz, irreconocible, de Samuel L. Jackson), y entrevistas en su mayoría televisivas que le hicieron, por lo que el guión figura a nombre del propio Baldwin. Lo que Peck hace es ilustrar con imágenes y videos las distintas temáticas, hechos y momentos históricos a los que el escritor hace referencia, siempre utilizando a él y a estas tres figuras para pintar una particular historia del racismo en los EE.UU.
Así como Ana DuVernay (quien dirigió también SELMA, un evento histórico del que Baldwin fue parte importante) analiza las zonas ocultas de la Enmienda 13 de la Constitución norteamericana para llegar a la conclusión que el mismo texto que marcó el fin de la esclavitud fue el que generó un nuevo sistema legal (la cárcel) para mantenerla de otra forma, Baldwin intenta llegar a las razones más profundas, psicológicas si se quiere, del racismo en su país natal, poniendo el eje en la necesidad del blanco de contar con ese “negro” como oposición, como descarga, como chivo expiatorio para muchos de los males que lo aquejan como sociedad. No hay que ir muy lejos para notarlo: solo basta escuchar los comentarios de Donald Trump sobre el tema para tener en claro cuál es la idea (aunque en el caso de Trump se suman los musulmanes también).
Las reflexiones de Baldwin –que vivió buena parte de su vida en Francia– analizan la historia racial de los Estados Unidos y Peck aporta escenas de películas, publicidades y fotografías que dejan en claro la brutalidad de la segregación, de la condescendencia y del racismo hecho y derecho que sigue existiendo desde siempre en ese país. Pero ni Baldwin ni Peck –salvo en unos poquísimos momentos– explotan la carta emocional, ni buscan pegar por debajo del cinturón del espectador. De algún modo I AM NOT YOUR NEGRO podría verse como un documental educacional, de esos que se pueden exhibir en una clase sobre el tema. Pero no por lo didáctico sino, al contrario, por lo ideológicamente provocativo que es, por la manera que propone preguntas más que respuestas, abre el juego a analizar las relaciones raciales como relaciones de dependencia.
Baldwin solía ser crítico de los liberales blancos que querían “ayudar” y “solidarizarse” con los afroamericanos. Su lema, casi, podría haber sido: ustedes hagan lo suyo y dejennos a nosotros hacer lo nuestro, tanto en lo que se refiere a las agresiones como a la condescendiente protección. Baldwin pone el eje en la necesidad de la raza blanca de estar entre temerosa y pendiente de los negros, como si fueran invasores o vecinos indeseados en la comunidad. Ese “nigger” agresivo y despectivo (el título de la película parte de una frase que decía “nigger” en lugar de “negro”) es una creación blanca sin solución hasta el día de hoy, el núcleo irresoluble, el corazón –según Baldwin– del racismo.
La película toma momentos biográficos de Baldwin y otros históricos de los conflictos raciales en los Estados Unidos (como los asesinatos de los citados líderes) tratando siempre de entender los motivos profundos que los generan más que los coyunturales. En ese sentido es más un filme-ensayo que un documental –si es que todavía tiene sentido hacer esas diferenciaciones–, una película que ayuda a entender no sólo la historia de ese país en relación al racismo sino la que tiene con el concepto del otro, esa amenaza que pone en riesgo a “nuestra familia”, llamémosla, blanca. Y si bien la película apenas toca, casi poéticamente, la actualidad (con imágenes de Times Square, de Black Lives Matter, de Obama y hasta del propio Trump, de años atrás), parece estar hablando en casi todo momento de las noticias de hoy.