Series: crítica de «Mindhunter», de Joe Penhall (Episodios 1-2)

Series: crítica de «Mindhunter», de Joe Penhall (Episodios 1-2)

por - Críticas, Series
14 Oct, 2017 02:44 | comentarios

La serie, cuya primera temporada ya está disponible entera en Netflix, arranca con dos episodios dirigidos por David Fincher que prueban que, por más talento que tenga un realizador, no puede hacer gran cosa frente a un guión flojo con malos diálogos y personajes poco interesantes. Se centra en dos agentes del FBI que se especializan en entender la psicología de los criminales en los años ’70, cuando no era una práctica demasiado común en ese ámbito.

Cuando algunos episodios de una serie son dirigidos por un realizador reconocido uno se vuelve a plantear hasta qué punto, dentro de los más o menos estrictos marcos de la televisión, puede haber una diferencia. No estamos hablando de una serie de autor tipo TWIN PEAKS y ni siquiera de una como la primera temporada de TRUE DETECTIVE que tuvo a un solo realizador (Cary Fukunaga) en todos los episodios, sino de una cuyo autor es otro y un realizador reconocido –como en este caso, David Fincher– pone su firma a algunos episodios. En este caso, como lo hizo en HOUSE OF CARDS, los primeros dos (y luego dos más). Viendo la serie uno debe rendirse ante la evidencia que, por más talento que el realizador tenga y por más toques de estilo que pueda agregarle, cuando una serie es problemática o, directamente, fallida, no hay grandes cineastas que logren arreglarlo todo. El caso VINYL y Martin Scorsese es lamentablemente similar.

Se sabe que el universo de los asesinos seriales es casi una obsesión para el realizador de PECADOS CAPITALES y ZODIACO por lo que una serie como MINDHUNTER le cae como un literal anillo al dedo, ya que en un punto bebe no solo de esa temática sino que se dedica a estudiarla. No es una serie sobre uno o más de un caso de asesinos en serie sino uno que, a través de sus personajes (dos agentes del FBI), se dedica a estudiar su existencia, las razones y motivos de sus procederes y la manera de manejarlos y, en la medida de lo posible, advertirlos y detenerlos.

La serie transcurre en los ’70, cuando en el FBI todavía la idea de pensar en la psicología del asesino era algo inimaginado. Se pensaba en los «motivos» y esos eran, usualmente, dinero, venganza o el entonces llamado «crimen pasional». No interesaba demasiado entender al asesino fuera de esos cuadros sino aniquilarlo. Pero de Charlie Manson en adelante una serie de asesinos habían empezado a actuar de maneras llamativas, sin motivos clásicos aparentes y con una virulencia desmedida y en apariencia irracional. Para el FBI era cuestión de detenerlos como sea y no había intentos por tratar de entenderlos para poder encontrarlos. Eran locos o malas personas y había que liquidarlos.

MINDHUNTER se propone husmear en la etapa en el que el FBI empezó a trabajar sobre otros patrones y parámetros, pero al principio están muy lejos de hacerlo. Los intentos de Holden Ford, un joven especializado en negociar con criminales, de entender y transmitir sus conocimientos a los jóvenes cadetes y reclutas dan contra la pared por dos motivos. A los agentes no les interesa demasiado entender al criminal y él tampoco sabe lo suficiente como para comunicarles o hacerles entender la necesidad de utilizar estas metodologías. De hecho, la serie abre con un fracaso suyo como negociador cuando un hombre con un ataque maníaco termina matándose. Para el FBI es un triunfo ya que no hay víctimas inocentes ni agentes muertos, pero él lo ve como una derrota. No supo entenderlo ni detenerlo.

El primer episodio se centrará en el un tanto inocentón Ford y sus intentos por aprender y enseñar a la vez. Se detendrá en su ingreso a la universidad para cursar unas materias de psicología, donde sospecharán de él (por su look es muy evidente que no pertenece al lugar), pero donde no solo obtendrá interesante información sino que se enamorará de una bella estudiante de psicología que sabe tanto o más que él del tema. Para el final del episodio aparecerá Bill Tench, otro especialista en el tema, quien lo invitará a recorrer con él el país enseñando estos nuevos métodos a reclutas aún más «palo y a la bolsa» que los de Quantico, la sede del FBI. Sus viajes los llevarán a conocer y entrevistar a famosos asesinos en serie y, en función de lo visto en los dos primeros episodios, la mecánica de la serie tendrá que ver más con eso (los encuentros y entrevistas y cómo eso afecta a los protagonistas psicológicamente y al FBI como institución) que con resolver casos concretos y precisos. Volviendo a Fincher, será más ZODIACO que PECADOS CAPITALES.

En los papeles estamos ante una serie con enorme potencial, una que se anticipa a la concepción del cine de asesinos seriales (el fenómeno Hannibal Lecter pertenece a los ’80) y que permite analizar cómo se pasó de una manera de entender la criminalística a otra. El problema de MINDHUNTER es que, básicamente, todo está puesto en palabras: explicado, analizado, re-explicado y re-analizado. Sus dos primeros episodios son una larga serie de conversaciones muy básicas y didácticas sobre estos temas. Y si bien es cierto que cierto didactismo era necesario para explicarle a los agentes en qué consistía este nuevo método de trabajo, para cualquier espectador que haya visto dos o tres series o películas sobre asesinos en serie, la mayoría de las explicaciones se pasan de obvias y son hasta banales.

Por más que Fincher haya colocado movimientos de cámara elegantes, montajes ingeniosos y juegos audiovisuales (como el de tapar un diálogo didáctico al extremo entre Ford y su novia con el sonido de una banda en vivo y subtitularlo) nada hace indicar que el guión pueda ir a lugares interesantes. No porque las situaciones no lo permitan, potencialmente (solo vi dos episodios), pero la forma en la que los diálogos están escritos es tan básica y hasta rudimentaria que uno imagina que, por más intensas que sean las situaciones que los personajes puedan vivir más adelante, todo estará puesto en similares patrones.

Lo atractivo de MINDHUNTER –al menos en lo que vi– es que, por una vez, una serie dedicada a asesinos seriales no tiene por objetivo entero capturar a uno de ellos sino que va por otro lado. El problema es que ese «otro lado» no tiene la audacia ni la complejidad de ZODIACO, sus personajes no son tan interesantes y hasta se la siente bastante mal actuada, como si los personajes (en especial el protagonista, Jonathan Groff) interpretaran más su estereotipo que otra cosa: el agente del FBI joven, torpe y bienintencionado; el más veterano y conocedor del terreno (Holt McCallany); la novia universitaria, hippie, sexualizada y un tanto pedante (Hannah Gross), lo mismo que la mayoría de los secundarios.

La serie propone momentos de humor (en especial en el segundo episodio, cuando entrevistan al peligroso pero en apariencia muy amable y correcto «Co-Ed Killer») que no están explotados lo suficiente como para darle a la serie un tono liviano u original. Aparecen aquí y allá –lo mismo que algunos montajes musicales con canciones cuyas letras van excesivamente al grano respecto a lo que está sucediendo, como «Psycho-Killer», de Talking Heads– y no son demasiado efectivos tampoco. Mi sensación es que el creador y guionista de muchos episodios, Joe Penhaal, no está del todo a la altura de los directores que eligió para su temporada, que incluye dos episodios más dirigidos por Fincher (los últimos dos) y otros por Asif Kapadia (AMY) y Tobias Lindholm (A WAR), entre otros.

Solo basta comparar los diálogos, los personajes y el universo creado en THE DEUCE por David Simon y su equipo de guionistas (nombres célebres como Richard Price, George Pelecanos, etc) a la hora de narrar también una historia basada en hechos reales que transcurre en los años ’70 para darse cuenta la diferencia. La inteligencia, profundidad y sutileza de aquella serie está a años luz de lo que, al menos por ahora, se ha visto en MINDHUNTER.