Series: crítica de «Easy», de Joe Swanberg (Temporada 2)

Series: crítica de «Easy», de Joe Swanberg (Temporada 2)

por - Críticas, Series
03 Dic, 2017 03:22 | comentarios

La nueva temporada de la serie de Netflix, escrita y dirigida por el realizador de «Digging for Fire», mantiene el formato episódico –a lo «Black Mirror»– de su estructura aunque también retoma la vida de varios personajes ya conocidos. En su estilo naturalista y efectivo, Swanberg consigue hacer un fascinante retrato de la ciudad de Chicago a partir de las distintas historias de vida que se desarrollan allí.

La segunda temporada de la serie creada por el realizador de HANNAH TAKES THE STAIRS y DRINKING BUDDIES tiene el mismo acercamiento al formato que la primera –cada episodio es como un cortometraje independiente de los demás–, aunque con algunas pequeñas diferencias. Entre ellas, el hecho de que varios de los personajes que conocimos en la temporada anterior retornan, tiempo después, para continuar sus historias. Pero Swanberg no le da mucha importancia al asunto, al punto que en algunos casos no queda del todo claro si son los mismos personajes o solo los mismos actores, ya que por momentos también los mismos actores parecen encarnar distintos personajes. Si bien esto suena confuso, no lo es, ya que no se trata de una serie que juegue obsesivamente con las conexiones entre episodios y personajes (es el anti-Marvel en ese sentido) sino que construye un universo alrededor de una ciudad (Chicago) y se dedica a retratar distintas situaciones que pueden producirse allí.

Viendo la segunda temporada de la serie me queda la impresión que hay dos tipos de episodios distintos para Swanberg. Por llamarlos de alguna manera diría que son los «conceptuales» y los «continuados», más realistas y cercanos a lo que hace en la mayoría de sus películas. Los primeros parecen tener un eje temático más fuerte y en general se alejan de su universo más cercano mientras que los segundos –que incluyen las historias que se continúan de la temporada anterior, como la de la cervecería artesanal protagonizada por Dave Franco, la del artista gráfico que encarna Marc Maron, la de una pareja con problemas sexuales, la de otra pareja de dos chicas y la de la babysitter que interpreta Katie Micucci– son historias de personajes reconocibles, cercanos a su mundo (artistas, cineastas, escritores, baristas, etc) y, para mi gusto, más interesantes y creíbles.

Las primeras y «conceptuales» entran, casi, en un terreno BLACK MIRROR y seguramente serán las más comentadas porque plantean temáticas potentes y llegan a resoluciones fuertes. Me refiero especialmente a dos de ellas. La primera de la temporada se centra en la decisión que tiene que tomar un grupo de vecinos de un suburbio elegante de Chicago cuando descubren que alguien está robando las cajas y cosas que dejan en las puertas de su casa. El corto plantea un tema fuerte –¿cómo un grupo de burgueses en apariencia modernos y progres lidian con la seguridad?– y, si bien se resuelve de forma efectiva, es un poco sentencioso.

Algo parecido sucede con el episodio en el que una adolescente es descubierta por sus padres teniendo sexo con un compañero de la escuela y es obligada a ir a la iglesia todos los domingos, algo que ella odia. Tratando en principio de incomodar e irritar a sus padres (a quienes considera hipócritas por ir a una iglesia que maneja una aparente línea progresista siendo millonarios que jamás hacen nada por los otros) toma una decisión muy radical que no adelantaré pero que produce un caos en la familia y en la comunidad. De vuelta, los giros dramáticos del corto son inteligentes –y el elenco capitaneado por Judy Greer también–, pero otra vez se siente el tono un tanto pontificador del guion.

Los otros, en cambio, funcionan de manera más similar a sus películas: historias de bajo perfil, de personas que atraviesan momentos de sus vidas complicados y que tienen que tomar decisiones importantes. El personaje de Maron lidia ahora con su jefa de publicidad que quiere que su ex mujer aporte a la difusión de la reedición de uno de sus libros y el resultado es muy efectivo, lo mismo que la tercera parte de la saga de las familias dedicadas a la cerveza artesanal lidiando con los particulares cambios en ese mercado y, por ende, en sus vidas. El personaje de Micucci se separa y afronta el bajón de una manera no imaginada. En otro episodio, la pareja cuya vida sexual era el eje de un episodio de la primera temporada prueba ahora tener una relación abierta y las consecuencias no son las habituales en este tipo de relatos. Otro corto (que junta personajes viejos y nuevos) sigue las vidas paralelas de una escort y un comediante que vive de su trabajo manejando para Uber. Y la pareja de dos chicas –ya vistas en la primera temporada– entra en conflicto cuando una de ellas, feminista, se ve enfrentada a una situación con su pareja que la hace dudar de ciertas convicciones.

A diferencia de los otros, casi ninguno de estos episodios ofrece picos dramáticos tan fuertes, pero son mucho más creíbles. Suelen no tener finales concretos ni potentes (dan la impresión que muchos de esos personajes continuarán) pero sus logros están en sus pequeños momentos y en lo reconocibles y humanos que son. Los otros, más rimbombantes, también ofrecen temas de discusión y están llenos de esos grises con los que Swanberg sabe tan bien construir a sus personajes, pero para mí allí el director está un tanto fuera de su elemento y se comporta de una manera más «entomológica». En los restantes (cada uno tendrá sus mejores y peores, creo que no hay grandes picos ni enormes baches) lo que el creador de EASY logra es poner en juego temas igualmente fuertes (maternidad, divorcio, celos, sexo abierto, prostitución, la obsesión por las redes sociales) pero de una manera un tanto menos didáctica. Solo basta observar el último e indefinido plano de la serie, que podría sintetizarse de una sola manera: «la vida continúa». Esperemos que la serie de Netflix también.