Cannes 2018: crítica de “Ayka”, de Sergei Dvorsevoy (Competencia)

Cannes 2018: crítica de “Ayka”, de Sergei Dvorsevoy (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
18 May, 2018 02:09 | 1 comentario

Tras nueve años de ausencia, regresa el realizador de “Tulpan” para contar la historia de una mujer de Kazajistán que es inmigrante ilegal en Rusia, donde debe sobrevivir como puede en medio de un crudo invierno y de una difícil situación personal.

La película que marca el regreso al largometraje después de nueve años del director kazajo de TULPAN es un retrato en primera persona de una mujer, una inmigrante de ese país que vive en Moscú, Rusia, y a la que vemos, apenas empieza la película, abandonar a su bebé recién nacido e irse a seguir trabajando como si nada. Dvortsevoy filma a su protagonista de manera urgente, con planos secuencia y cámara en mano, siguiendo un poco a la manera de los primeros Dardenne (ROSETTA es una referencia muy clara) a Ayka, a quien vemos en el filme a lo largo de algunos días posteriores al parto y al abandono.

La chica parece no mirar para atrás y sigue con lo suyo casi ni pensar en lo que acaba de atravesar. Vuelve a su trabajo, es estafada por un patrón, tiene que lidiar con una deuda y trata de encontrar otra solución laboral para pagarla. Pero no es fácil y menos para una inmigrante sin los papeles necesarios para trabajar legalmente en Rusia.

Dvortsevoy casi nunca subraya ni editorializa, solo la muestra seguir adelante, como una tromba, tratando de conseguir dinero para sobrevivir como sea, en medio de un frío atroz y con un cuerpo que rápidamente le empieza a pasar factura de lo que preferiría olvidar: sangra, tiene que atenderse por una médica, descubre la existencia de la “mastitis” y se ve obligada a extraerse leche con muchísimo dolor. Vive con muchos otros inmigrantes ilegales en una situación tensa y precaria, con los conflictos y miedos esperables de esa situación. Y lo que Ayka hace es seguir adelante cuando tal vez lo más conveniente sea detenerse un segundo a pensar.

La película recupera un formato que se hizo muy popular hace una década o más cuando emergieron muchos cineastas imitando un poco el estilo de los Dardenne. Y es por eso que en cierto punto un filme como AYKA puede sentirse como ya visto, o con un estilo que se volvió demasiado previsible. Pero eso no le quita sus logros: Dvortsevoy casi nunca abusa de la crueldad o el miserabilismo prefiriendo siempre usar el punto de vista de la protagonista como si fuera el suyo propio. Lo que ella ve y escucha, lo que ella hace, es lo que la película muestra. Y si en algún momento es incómodo o repetitivo es porque ella lo ve y lo siente así también.

AYKA es, por momentos, una película incómoda, pero nunca de una manera que se sienta impuesta por la mirada ajena del director sino una que se corresponde, con precisión quirúrgica pero también de una manera humanista y respetuosa, con las complicadas vivencias que atraviesa su protagonista.