Cannes 2018: «Cómprame un revólver», de Julio Hernández Cordón (Quincena de Realizadores)
La nueva película del realizador de «Te prometo anarquía» es una suerte de relato de ciencia ficción apocalíptica que imagina a México como un lugar desértico semiabandonado controlado por los narcos. Allí un padre y su hija tratan de sobrevivir. El filme mezcla situaciones de thriller con otras de absurda comedia.
El realizador de TE PROMETO ANARQUIA y MARIMBAS DEL INFIERNO regresa a México para contar una historia cuyo origen puede estar ligado a la realidad social actual en ese país pero en su forma se atreve a experimentar con un estilo que bien podría denominarse «ciencia ficción apocalíptica de bajo presupuesto». La película, se anuncia de entrada, transcurre en un tiempo no determinado en un México controlado por los narcos y en el que casi no quedan mujeres. Lo que se ve está más cerca, sin embargo, de un escenario tipo MAD MAX o la reciente ERASE UNA VEZ BRASILIA que de cualquier ciudad de ese país en 2018.
Estamos ante una especie de desierto de lo real, un lugar desolado –luego descubrimos que es una semiabandonada cancha de beisbol– en el que un padre y su hija tratan de sobrevivir como si algún tipo de artefacto nuclear hubiera explotado cerca y solo quedaran retazos de una civilización. El tipo no está del todo en sus cabales (vive consumiendo drogas de improbables efectos) y la niña, que relata a su manera los eventos, sobrevive con un grupo de amigos igualmente desamparados. Pero para ellos –un poco a la manera de la reciente EL PROYECTO FLORIDA— el caos y la desolación son escenarios para divertirse como sea. Al menos de entrada.
El padre de la pequeña –dice ella en la voz en off– tiene suerte y eso le ha permitido sobrevivir en esa tierra de nadie, aunque no sabe donde está ni su mujer ni su otra hija. En realidad ha sobrevivido también siendo servicial a los narcos de turno y manteniendo en buen estado ese diamante de beisbol para que ellos, entre disparo y disparo, puedan entretenerse. Pero las cosas empiezan a complicarse cuando a él no le queda otra que matar a uno de esos jefes para proteger a su niña y, luego, cuando lo convocan para tocar con una banda (él toca instrumentos de viento) en una peligrosa fiesta narco que tiene lugar a kilómetros de allí.
Hernández Cordón no es un cineasta convencional y COMPRAME UN REVOLVER no sigue casi ningún patrón conocido. Coquetea, es cierto, con ese cine tan al gusto europeo en el que las miserias y violencias del continente son moneda corriente, pero tras una escena de niña en peligro versus narco armado y peligroso pasa a otra musical, absurda o de corte claramente humorístico. Si bien en un estilo más seco y agobiante, su película tiene algo del cine de Kusturica a la hora de usar el humor y el desparpajo (un gag recurrente incluye a uno de los amigos de la niña buscando el brazo que perdió en un freezer, la selección musical es casi festiva) para mostrar una realidad social cruenta, violenta y repulsiva.
Esa apuesta de caminar entre dos mundos (la reflexión cinematográfica que apuesta a la fantasía casi bizarra junto a algunas escenas más propias del narcomiserabilismo) no es nada sencilla y por momentos Hernández Cordón sale muy bien parado, especialmente cuando se apega al punto de vista más estricto de la niña que encuentra cómo divertirse en medio del infierno y el caos. En otros, sin embargo, esa distancia creada por el marco de ciencia ficción no resiste demasiado y la crueldad no es otra cosa que eso. Dependerá, siempre, de cómo el espectador se enfrente a una propuesta tan extravagante y original como la suya, donde nada es lo que parece pero en el fondo tal vez sí.