Streaming: crítica de “Bojack Horseman” (Temporada 5)

Streaming: crítica de “Bojack Horseman” (Temporada 5)

por - Críticas, Estrenos, Series, Streaming
26 Oct, 2018 09:35 | 1 comentario

La nueva temporada de la serie de animación que se ve por Netflix es otra extraordinaria exploración en la vida y la mente de su perturbado y perturbador protagonista: una ex estrella de la televisión, millonario, perezoso y alcohólico, que intenta volver a la fama y que debe hacerse cargo de los “cadáveres” que dejó a lo largo de su vida. Sí, es una comedia…

Llevo cinco temporadas vistas de BOJACK HORSEMAN y, revisando el archivo de este sitio, acabo de darme cuenta que jamás escribí un texto sobre esta serie de Netflix. La recomendé, la puse en varias listas de lo mejor del año, pero nada más que eso. La explicación lógica —bah, la que me hago a mí mismo— es que siempre la veo un poco fuera de fecha, demasiados meses después de su estreno, y quizás ya es demasiado tarde para el grupo de gente que la ve, que imagino bastante reducido. Pero quizás no sea eso. Acaso el problema es que es muy difícil escribir sobre BOJACK HORSEMAN por la manera insidiosa que tiene de destruir todas nuestras expectativas y por lo dolorosas que terminan siendo sus temporadas. Son viajes de ego-mutilación permanente en los que el antihéroe más antihéroe de todos los antihéroes que dieron las series queda literalmente desnudo ante el mundo como un ser despreciable, pero aún así lo seguimos queriendo y esperando que aprenda sus lecciones. Cosa que, obviamente, jamás hace y es por eso que la serie continúa existiendo.

Si la serie fuese un drama psicológico normal sobre las penurias de un egocéntrico actor de Hollywood, un has been millonario, alcohólico y perezoso en busca (bueno, no tanto) de una nueva oportunidad en su vida, seguramente tendría todos los Emmys asegurados cada año. Pero como es una serie de animación y el personaje principal lo encarna un caballo (en la ficción de la serie se cruzan nombres del mundo real y otros falsos, y humanos y animales conviven normalmente aunque a esta altura es un asunto que ya no es tan importante), tiende a quedar relegada en las consideraciones de “lo mejor” de tal o cual cosa.

Pero, ¿qué otra serie o hasta película ha despedazado el ego de la industria de Hollywood como lo hace, episodio a episodio, la creada por Raphael Bob-Waksberg? Tendría que remontarme a esos film-noir de los ‘50 (SUNSET BOULEVARD, IN A LONELY PLACE , SWEET SMELL OF SUCCESS, THE BAD AND THE BEAUTIFUL o hasta la ahora musical A STAR IS BORN, entre otras) para encontrar un grado similar de potente autocrítica. Pero aún así esas referencias no capturan el tono, que es esencialmente cómico, aún cuando se ponga pesadillesco y brutal. Si mezclan CANTANDO BAJO LA LLUVIA con algunas de las citadas antes quizás se le acerquen. O filmes más actuales como THE PLAYER, TROPIC THUNDER o hasta BARTON FINK. De cualquier modo, el tono de la serie, si bien puede llegar a ser oscurísimo, cínico, desesperanzado y nihilista, jamás es condenatorio ni paternalista. El personaje, lo vemos, puede ser despreciable, pero la serie deja que el espectador se identifique con él a tal punto que la imagen espejada que nos devuelve no es distanciada sino  dolorosa, incisiva, profunda. Y muy divertida también.

A todo eso hay que sumarle algo que ninguna otra serie importante tiene, al menos no a este nivel: el riesgo creativo de cada episodio, de cada compleja estructura narrativa, de cada metareferencia en la que la propia serie se enreda. Un poco a lo Charlie Kaufmann, los creadores han hecho una serie que es un nudo imposible de desatar, tramas que se reflejan unas a otras, en donde hay ficción dentro de la ficción (y tiempo para burlarse de eso) y cruces verbales y citas visuales casi excesivamente rebuscadas. Para algunos, lo sé, suena como una pesadilla para iniciados (imagino que verla doblada es imposible), pero lo cierto es que si uno atraviesa esa cáscara cool de mostrarse como el más sagaz del barrio, rápidamente la serie revela sus heridas más profundas.

Si les digo, a los que se atreven a empezar de cero, que le tengan un poco de paciencia, me van a querer matar. Pero es cierto. Tengo la sensación de que la serie recién se encuentra a sí misma promediando la primera temporada y ya en la tercera llega a un nivel de introspección y análisis tan potente que es imposible que no nos deje hecho pedazos. Sí, es normal que uno termine llorando al final de cada temporada por las angustias y los dolores que causa a otros un caballo animado que “en los 90 fue famoso por una serie de televisión”, tal como reza el tema musical del show.

En esta última temporada (como habrán visto, no hay spoilers y esta nota más que hablar de la última temporada habla de la serie en general), especialmente, BOJACK reflejó mejor que nadie (no he leído ni siquiera notas sobre el #MeToo tan inteligentes como lo que se debate y discute acá) el clima que se vive en Hollywood post-Harvey Weinstein. Es que, visto desde ese ángulo, Bojack es un claro ejemplo de lo que se ha dado en llamar “masculinidad tóxica”, una egocéntrica, caprichosa y millonaria estrella de Hollywood que ha tenido algunos affaires problemáticos y al que la palabra abusador toca de cerca. Muy. La serie se hace cargo de eso, y hasta del problema de su propia existencia: ¿es necesaria otra serie que justifique los excesos de esa masculinidad, de esa figura antiheroica del hombre maltratador pero torturado y sufrido, al que se puede justificar desde su historia familiar o sus propios conflictos con su vida personal?

La respuesta más lógica sería que no, que el propio sistema engendró demasiados Walter Whites y Don Drapers, y que ya ese modelo de personaje debería descansar por un rato. Pero la fascinación por tipos como ellos, o el propio Bojack (una especie de Draper actor en vez de publicista… y muy venido a menos) continúa porque encontramos en estos seres repulsivos y geniales a la vez algo que de algún modo nos refleja. O, al menos, refleja el conflicto entre lo que podemos ser si abandonáramos muchos de nuestros principios respecto a cómo tratamos a los demás y cómo queremos ser tratados. Todo esto, en una extravagante serie de animación, puede parecer un material difícil de digerir. Pero no lo es. Es extraordinario. Y muy divertido… hasta que duele.