Berlinale 2020: crítica de «DAU. Natasha», de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel (Competencia)

Berlinale 2020: crítica de «DAU. Natasha», de Ilya Khrzhanovskiy y Jekaterina Oertel (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
26 Feb, 2020 08:04 | comentarios

La primera entrega cinematográfica del megaproyecto «DAU» es una cruenta, potente y muy dura mirada a la vida en un instituto científico soviético rigurosamente vigilado.

Por motivos ligados a su compleja y difícil producción que demandó muchos años y que tuvo particularidades muy específicas, con el equipo y elenco viviendo en el enorme set de filmación durante varios años y siguiendo reglas de la época soviética que retrata, entre otros hechos curiosos y hasta cuestionables que están contados en notas como ésta (en inglés), entre otras, no es sencillo hablar de DAU, simplemente, como una película normal y convencional. De hecho, lo que se vio aquí en competición titulado DAU. NATASHA es, apenas, una mínima parte de lo que se convirtió el megaproyecto que hoy, aparentemente, incluye cuatro películas más, series de televisión, instalaciones artísticas (algunas ya se hicieron en Paris y en Londres) y otros elementos que irán apareciendo en el sitio web del proyecto, incluyendo –asegura el director– la posibilidad de que cada espectador edite su propia película. O partes, quiero imaginar.

En Berlín se presentan dos de esas mutantes partes. Fuera de competencia está DAU. DEGENERATION que dura más de seis horas –Khrzhanovsky dijo que hasta hace poco duraba nueve y estamos hablando solo de una de las tantas películas sacadas de esa experiencia fímico-comunal– y la que está en competición titulada DAU. NATASHA. Es imposible saber cómo cada uno de los films se integran al proyecto narrativo general, por eso creo que lo que conviene es tomarla por lo que es y solo hacer referencias a ese otro universo que la contiene en situaciones específicas. Que las tiene, ya que es imposible ver la película sin pensar en sus condiciones tan especiales de producción.

Jamás se aclara en la película el contexto general de la historia, ligado a que todo sucede en un instituto secreto creado por el físico soviético ganador del Premio Nóbel Lev Landau para investigar y probar sus teorías. Lo que se entiende aquí es que todo sucede, sí, en el marco de un centro de investigaciones en el que un grupo de científicos recibe la visita de un colega extranjero al que les muestran sus avances en distintas técnicas. Pero aquí esos estudios son secundarios ya que la historia se centra en Natasha y Olga, las dos mujeres que trabajan en el restaurante (o uno de los restaurantes) del instituto en cuestión, adonde estos científicos van a comer, a beber y a descargar tensiones del día de trabajo.

Las dos mujeres tienen una relación amigable que se tiende a volver violenta con el alcohol. Y las primeras largas y extraordinarias escenas de este film de 145 minutos se centran en ellas dos, que pasan de conversar a tirarse de los pelos. Una noche vendrán los científicos en cuestión a comer y a beber, y la situación se extiende por horas con copiosas ingestas alcohólicas que terminan con Natasha y Luc Bigé (un amable científico francés de visita) teniendo una muy creíble y extensa noche de sexo en lo que parece ser el cuartito de atrás.

La película está organizada en función de largas escenas, con un continuo movimiento de cámara, y continúa con otra noche de comidas y bebidas pero que deriva esta vez en Olga alcoholizada peléandose otra vez con Natasha y discutiendo sobre sexo, amor y sus vidas personales. Para la más veterana Natasha, acostumbrada a la rudeza de otros amantes soviéticos, la gentileza de Luc fue toda una sorpresa. Olga todo el tiempo la desafía, la provoca y esa noche a ella le toca terminar extremadamente borracha.

Pero la película tendrá un giro clave en lo que podríamos llamar su tercer acto. Es cuando Natasha es convocada para un interrogatorio por el Servicio Secreto. Interrogatorio que, al menos en principio, parece amable (Natasha no parece una persona con problemas de ese tipo) pero que se torna cada vez más duro y violento por motivos que ya descubrirán. De las varias escenas fuertes del film, claramente esta –o partes de esta– serán las más discutidas por lo fuertes y gráficas que son. Sobre eso me extenderé más adelante.

DAU. NATASHA es, tomándola por sí misma, un impresionante y poderoso retrato de la vida durante el totalitarismo de la Unión Soviética (nunca se mencionan las fechas pero parecen ser los años ’50 o ’60, después de la muerte de Stalin) en el cual estas dos mujeres tienen que lidiar con un trabajo agobiante, con unos «clientes» no del todo educados y con las propias tensiones, miedos y violencia interna que llevan. Las peleas brutales de ambas reflejan ese ambiente, lo mismo que el consumo de alcohol que las hace pasar del llanto a los gritos casi inmediatamente.

La película entra en un tono más claramente político y crítico con la larga secuencia del interrogatorio. Es allí donde se ve claramente el subtexto de miedo y terror que recorre todo lo que llevamos visto hasta el momento, un universo en el que hay que respetar las órdenes como sea y delatar a quien sea, si uno quiere seguir con vida. Es un juego perverso y cruel que deja a Natasha en medio de un juego de demolición psicológica del que le es imposible salir. O salir entera.

Es muy difícil no pensar también en el detrás de escenas. Se dice que casi todo lo que se filmó a lo largo de los más de dos años de rodaje fue improvisado, que la mayoría de los actores eran no profesionales, que el sexo, la violencia física y las borracheras no fueron simuladas. Y es claro que ese es todo un territorio que da para amplísimos debates y que generó que muchas personas huyeran despavoridas de la sala, especialmente ante dos escenas: una ligada al sexo y otra a la violencia.

Respecto a la primera, tengo la impresión que –si bien es bastante gráfica– no necesariamente es problemática, más que nada porque la relación sexual que describe es cálida, amorosa y consensual, siempre tomando en cuenta la borrachera tremenda de ambos. Con la segunda tengo algunos problemas un poco más serios –del tipo ético, digamos, y más teniendo en cuenta que no es una producción hollywoodense donde todo es obviamente simulado–, pero es la típica situación cuya recepción dependerá del observador y de su mirada.

Más allá de esos válidos debates, DAU. NATASHA no solo es una película impresionante y muy potente sino que genera una enorme expectativa por todo lo demás que puede venir relacionado con ese enorme proyecto. De vuelta, más allá de las discusiones que están surgiendo a cada minuto acerca de sus problemas de producción (hay acusaciones de acoso sexual, juicios y otros varios asuntos complicados), la primera expresión formalmente cinematográfica del largo y demorado proyecto del director de 4 es realmente impactante. Una poderosa recreación de una época en la que el totalitarismo podía adueñarse hasta de tu propio cuerpo. Bueno, quizás no tan distintas que las formas que sistemas similares alcanzan ahora a través del fanatismo o bien de las más violentas formas de la coerción.