LOS DESCENDIENTES: la celebración de la contradicción
Había visto LOS DESCENDIENTES en el Festival de Londres y la volví a ver en Buenos Aires, el martes, en el Cineclub Núcleo. Para quienes no conocen esa institución del cineclubismo argentino, hace ya 59 años que existe y una de sus actividades más populares es la exhibición de preestrenos. «El Núcleo», como se lo […]
Había visto LOS DESCENDIENTES en el Festival de Londres y la volví a ver en Buenos Aires, el martes, en el Cineclub Núcleo. Para quienes no conocen esa institución del cineclubismo argentino, hace ya 59 años que existe y una de sus actividades más populares es la exhibición de preestrenos. «El Núcleo», como se lo conoce, tiene una relevancia mayor en otros aspectos: es un testeo sobre cómo funcionan, o no, determinadas películas para un público bastante específico. Es que si bien Núcleo es una institución abierta a todo el mundo, se la relaciona con algún tipo de espectador de clase media, de 50 años para arriba, que tiende a preferir un cine autoral con visos comerciales, o comercial con toques autorales, donde funciona usualmente bien el «cine de qualité» y no las películas muy arriesgadas estéticamente. De alguna manera, «el Núcleo» conformaría el gusto «promedio» del público que ha transformado en gran éxito, por ejemplo, a MEDIANOCHE EN PARIS, de Woody Allen. Si hay una película (un autor) y un público que se llevan bien son esos dos.
Aclaro que la función en Londres en la que vi la película de Alexander Payne era abierta, no de prensa. Y esa doble experiencia para mí es rara, ya que usualmente veo películas con críticos en funciones de prensa, o en festivales, o solo en DVD. Y, si veo una película dos veces, raramente se da en dos situaciones «públicas» como fue en este caso.
La experiencia de ver LOS DESCENDIENTES en Londres y aquí fue shockeante por lo diferente. En principio, en Gran Bretaña la gente se reía mucho más, las partes «cómicas» quedaban a la par de las dramáticas y eso generaba un efecto «bola de nieve» que se iba trasladando hacia adelante en el filme. Aquí la gente se reía poco. Calculo que hay dos explicaciones para ese fenómeno: los subtítulos, que no logran captar formas específicas del habla que hacen, por ejemplo, que las guarradas que dicen los chicos (la niña menor y el amigo de la mayor) suenen muy graciosas a las personas de habla inglesa. La traducción puede ser correcta, pero el impacto cómico de la niña diciendo «fuck this» or «twat» no es lo mismo leído ni sin tener una reacción instintiva a cómo suenan esos términos.
Hay algunos pequeños spoilers en lo que sigue…
No creo que sea sólo la gente «de Núcleo»: imagino que la misma reacción se dará en todos los cines. Supongo que otra clave es que al público local le puede costar más reírse en medio de una situación dramática como tener a una esposa en coma o una suegra con Alzheimer. Y si bien el filme nunca se burla de ellas, hay escenas cómicas construidas alrededor de ambas. A la gente con la que vi la película, salvo excepciones, no le causaron mucha gracia.
Si algo noté en esta doble experiencia cinematográfica con público, es hasta qué punto esa «tensión» o falta de ella se transmite físicamente al espectador, cuánto de lo que se vibra, o no, en una sala de cine afecta la experiencia. Puede jugar a favor o en contra (la risa generalizada cuando algo no te causa gracia usualmente te pone peor), pero raramente te ubica en dos situaciones tan distintas como me pasó con LOS DESCENDIENTES. A punto tal que tengo la sensación de haber visto dos películas diferentes.
La que vi en Londres, como ya escribí en un post anterior (ver aquí), era una comedia dramática, cuyo poder y magia estaba en la capacidad de mezclar humor con situaciones densas muchas veces en la misma escena, sin que eso se transformara en condescendencia o crueldad, o en algo, digamos, al estilo Todd Solondz en el cual nos reímos de las desgracias ajenas, incluyendo enfermedades y muertes. No, sentía que la combinación era ajustada y precisa, que la dosis de humor intentaba que la película no cayera en el sentimentalismo y lo lograba, y también conseguía lo opuesto (no caer en la «canchereada»). Con sus defectos y problemas, la combinación me parecía muy jugada y sentía que Alexander Payne lograba salir muy bien parado de ella.
Aquí la sentí diferente. Ni mejor ni peor. Entiendo que si el público se compromete emocionalmente más con la situación, los toques de comedia quedan medio descolgados y hasta resultan ganchos tirados hacia un destinatario inexistente. Y cosas que en la primera visión me habían parecido no del todo logradas (cierta cosa extendida, repetitiva, del ir y venir de Clooney con los chicos de aquí para allá), ahora me resultaron tal vez la parte más arriesgada y jugada de la película por parte de Payne, una suerte de efecto «colchón» que desactiva lo que sucede en la escena anterior para recomenzar todo en la siguiente, como en un continuo que no tiene un crescendo dramático tradicional. Una película sin destino, que gira en círculos, que no va para ningún lado concreto, que se contradice, se equivoca, se reitera, se corrige y se vuelve a equivocar. Exactamente como su personaje.
Si algo me fascinó de LOS DESCENDIENTES en esta segunda visión del filme, no fue tanto su danza de drama y comedia (aún sigo pensando que está bien, aunque la gente aquí no se ría), sino las contradicciones que la habitan, su ambiguedad. Si bien en esa zona entran también los giros tonales permanentes, lo que me resulta gratificante es la idea de que el tono del filme esté ensamblado con los ritmos y contradicciones del personaje y del lugar. Ahora, todos los planos «turísticos» del filme, que me habían parecido excesivos en la primera visión, me parecieron necesarios dentro de lo que la película está contando. La música hawaiana, que puede agotar un poco (agota, igual) está completamente en sincro con el ritmo cansino de los personajes y con una de las ideas que el filme maneja, que es la de la conexión entre los personajes a nivel familiar y en relación al lugar en el que habitan.
Pero, más que nada, el ir y venir del filme, el zig-zag narrativo y tonal, los «descansos» que el filme se toma y que le dan un ritmo casi vacacional (hay momentos, cuando todos caminan por la playa, que el tono «calmo» de estar de vacaciones en un lugar sin mucho para hacer se adueña de la situación) me parecieron congruentes con la ambigüedad de todos los personajes, en especial el de Clooney. El suyo es un personaje casi incapaz de tomar una decisión correcta, que va para un lado, luego se arrepiente y va para el otro, que pone sus fichas en una persecución (la del amante de su mujer) y luego advierte que no tiene sentido, que se conecta y desconecta, que ama a su mujer y está enojado con ella a la vez. Lo mismo sucede con la hija o con su suegro: no hay miserias humanas, hay confusión y desconcierto ante una situación que ninguno puede manejar del todo bien como es tener a una madre, esposa o hija al borde de la muerte.
Y la película avanza y retrocede en función de ese desconcierto, como si Payne tampoco pudiera decidirse del todo respecto a qué hacer en esta situación. LOS DESCENDIENTES va y viene, como el personaje principal, del miedo al fastidio, de la comprensión al desprecio, tratando de «hacer algo» que lo saque del lugar pasivo y desesperante de esperar una casi segura muerte. Y lo que hace Clooney -lo que hace el filme- es ir y venir con él, iniciar búsquedas y arrepentirse, contradecirse («my joy, my pain», dice él en un momento del filme) y no terminar nunca por cerrar los nudos ni atar los moños.
Es una película en la que la tragedia no necesariamente enseña cosas. Como en todas las películas de Payne, los comportamientos de los personajes los revelan como egoístas y metidos en sus propios mundos. Y aquí, como en las otras, los mínimos aprendizajes del final no generan un cambio radical en sus vidas. Más bien ponen al espectador a enfrentarse a sus propias contradicciones en la relación con sus hijos, sus padres, sus parejas, el lugar en el que viven. Y si a muchos la película no le termina de cerrar, tal vez tenga que ver con eso. Es un viaje a ninguna parte, una vuelta grande narrativa para regresar a estar sentados en un sillón, mirando la televisión…
Muy interesante la nota. Ayer fui al cine a verla y realmente siento que muchas de las cosas que señalás son ciertas, sobre todo el ritmo de la película que va y viene como la incertidumbre del personaje de Clooney. No sabe que hacer con las hijas, no sabe si puede perdonar a la esposa, al amante, tampoco sabe que quiere hacer con sus tierras…creo que en definitiva todo el trayecto vacacional también lo ayuda a comprender su propia historia, sus raices ancladas en esa tierra y a tomar esa gran decisión que si bien el film pone como segundo plano ante la historia de la esposa, se convierte en algo crucial para su personaje cuando se da cuenta la gente que está implicada en el trato.Y en definitiva su decisión final no tiene nada que ver con beneficiar a otros si no a proteger lo que es suyo, tal como finalmente logra asumir su rol de padre. Con respecto a los planos del paisaje, no sé si me molestaba tanto el paisaje en si, sino los paneos excesivos, fue mas una cuestión de planos mi molestia..el guion tecnico por momentos no me cierra, y por otros, como en la escena de la pileta con la hija mayor que se entera de la noticia, me pareció brillante. Son decisiones acertadas en determinados momentos.
El mayor logro del film creo que es el guión y algunas actuaciones. Clooney me pareció que está muy bien, no sé si para darle el oscar. La que mas llamó mi atención en definitiva fue la hija menor. Y la mayor estuvo bien, pero tampoco me deslumbró. El papel del amigo de ella me pareció muy acertado, posibilita la opción de descontracturar los momentos mas dramaticos. Y creo que en eso gana con creces el film, en su posibilidad de lograr que el humor equilibre la balanza a un film que podria haber terminado siendo un paño de lagrimas y no lo es.
Gracias. Unas cuantas lágrimas, igual, se te caen. No me digas que no…
Pedazo de crítica! No pude ver todavía la película, pero esta nota aumenta mis ganas. Entre las dos visiones, la más jocosa y la más sentida, suelo participar de ésta última. Muchas veces me encuentro en un cine con un nudo en la garganta en escenas en donde otros se ríen. Entiendo que para algunas personas son modos de «defenderse» de un posible compromiso emocional, pero para muchos otros es simplemente no tener herramientas para entender ciertas situaciones que los directores y los guiones plantean. Me alegro que en Buenos Aires haya predominado la visión dramática, tal vez no sea sólo una cuestión de idioma. Por lo que leo de esta completa crítica, ese ir y venir del filme, esas dudas, contradicciones y contramarchas, sin «terminar nunca de cerrar los nudos», acaso no se parece a nuestra vida misma? Y en ese caso, aún sin llegar a ninguna parte concreta, no vale la pena mirarnos al espejo sin golpes bajos? Gracias por la crítica, tan profunda, que invita a pensar
porque me hizo ruido cuando la vi.
Cuando el suegro de Clooney va a visitar a su hija al hospital, el tratamiento de la comedia-drama es parecido a la primera vez que aparece ese persona (cuando le encaja una piña al amigo de la hija). El protagonista y sus hijas y el amigo de la mayor salen de la habitación. El joven dice «¿Siempre fue tan cabrón?» y la cámara «responde» mediante un plano en el que se ve al padre de la mujer besandole la cabeza y demostrando «que no es un mal tipo». Creo que todo el cine de Payne se construye alrededor de la temática de que los hombres pueden ser patéticos, fracasados, egoístas o duros, pero que en el fondo tienen sentimientos. El problema con esta escena es que me pareció demasiado calculada, desde la posición de Clooney viendo a su suegro como esa cámara «espiando» desde afuera. No lo sentí natural, sino impuesto desde el guión con caracter urgente para salvar la simpatía del personaje. Me parece que en Entre copas funcionaba mucho mejor, de forma más fluida el viaje entre esos dos protagonistas.
Lo que decís del ida y vuelta en la película se siente. No sabés donde va a parar (a lo sumo sus viajes son entre islas), como el protagonista afrontará su futuro cuando no sabe que hacer en el presente. Y la respuesta (y eso es genial) está en el pasado.
El final me hizo recordar a Gone baby gone, pero sin lo oscuro de esa escena. A vos no?
Lo del «cálculo» es una discusión aparte. Siempre es difícil determinar qué es cálculo y qué no. Depende del espectador. De cualquier manera, en mi opinión, y especialmente una película narrativa como esta, todo es cálculo, todo parte de un guión que precisa ir dando pistas sobre los personajes, sobre cómo son y tratar de sorprendernos luego.
Tal vez lo que vos decís tiene que ver con que en esa escena el cálculo se nota más, pero esa estructura contradictoria, ambigua, está en toda la película y todos los personajes (la esposa del amante, el amigo de la hija y hasta la mina que se queja por los sms de la nena), es casi recurrente.
A mí no me molestó lo del padre. Me parece que el tipo es «un duro» que no se puede humanizar adelante de los demás, que necesita estar a solas. Para verlo, Clooney necesita espiarlo. Como en la otra escena, en la que nosotros lo vemos llorar y Clooney no. Eso, si querés cálculo, te va a dar una pista de «la humanidad» del personaje. De paso, me parece raro que Forster no haya estado ni siquiera en consideración para el Oscar.
No recuerdo con precisión el final de GONE BABY GONE. Este puede ser un poco sentimental, pero me encanta. Te diste cuenta qué película están viendo, no? Tal vez la elección sea un poco obvia, pero en ese momento funciona perfectamente…
Gran artículo!
Algo parecido me paso con 50/50 que en la sala el único que se reía en todas las escenas era yo
Diego,
Me gusta que a un crítico como vos le guste una película como esta y la defienda.
Es sensible, arriesgada, no es moderna, no tiene un solo tono, ni un solo género y eso suele molestarle a ciertos críticos.
Como el amargo de Noriega, que dice que es una mala película.
Pasas de la risa al llanto ( y sí que me reí) .
Buen artículo.
saludos
María
Me parecio interesante la nota, y el tema de las risas. Yo tambien vi la pelicula en el Cineclub Nucleo, seguro que el idioma influye, y en si el sentido del humor es distinto, pero para mi que en el Gaumont no hayan abundado las carcajadas, no quiere decir necesariamente que el publico este inclinado a la parte dramatica.. Yo particularmente lo pase muy bien, y no me puso mal la situacion de la esposa porque creo que la pelicula no lo plantea asi desde el vamos, no esta eso en el centro como para sensibilizarnos tanto. Es decir, me encanto que la pelicula sea tan solida como para haberme contado toda esa historia sin una lagrima de mas…
(Ojo si no la vieron ..mejor no leer!!). A la par del drama familiar, para mi el fuerte de la pelicula esta en ese transitar (ir y venir) del personaje de Clooney, y el triangulo que forma con sus dos dijas, dos generaciones distintas (se llevan 7 años entre ellas). Al principio lo vemos al protagonista “decidido a la venta” de los terrenos que pertenecieron a su familia , hasta vemos como le incomoda el juicio de los demas (la madre de la compañera del colegio de la hija menor). Va a haber un abrirse de Matt a traves de la pelicula (abrirse a la realidad de que su esposa lo engañaba y tuvo que ir a preguntarle a los amigos, abrirse a su hija y su novio con sus nuevos codigos, y finalmente, abrirse de la decision grupal-familiar de vender los terrenos). Este recorrido Matt no lo hace solo, estan sus hijas, que ‘le imponen’ ir con el. Por eso quizas hay tanta emocion contenida en el paseo que realizan todos juntos, esa caminata por la playa, donde hasta es visible una escalerita de personajes, simplemente eso…Uno de los climax para mi se da cuando Payne nos regala una hermosisima panoramica de una bahia con el mar, donde pareciera literalmene que Payne nos abre, nos regala su pelicula. El comentario que hace la hija menor ante la enminente venta de ese “paraiso natural” no es menor, ella dice algo asi como “yo todavia no disfrute de este lugar, nunca vine a acampar aqui”…Como espectadora me identifico con esa partecita, ante tantos avances, tanta ‘trama complicada’ que aveces nos encontramos, no dejo de agradecerle a Payne que me regale la sencillez, naturalidad, de su camara, y que siga la descendencia del buen cine.
Excelente artículo, Diego.
No recomiendo leer esto a quienes no hayan visto el film.
Los Descendientes es una gran película. Algunas escenas me parecieron ambiguas, con un humor políticamente incorrecto, casi negro. Sufrí una experiencia similar al ver 50/50, cuando sabía que me estaba riendo de diálogos que a la mayoría de la sala no le hacían ninguna gracia
En Argentina, poca gente suele reírse en un momento «fuerte» de la película. El público compromete emocionalmente con el film, como vos bien decís.
La escena final, con los 3 mirando televisión está muy bien lograda. Puede resultar un poco obvia la referencia (la voz pertenece a Morgan Freeman en «La marcha de los pingüinos») pero no deja de ser un guiño interesante.
Nada más para agregar.
Comparto la nota.
Juan Manuel.
Coincido que es obvia, pero es muy linda. Reconfortante, no sé…
Muy bueno tu analisis de la pelicula Diego – Yo tambien la vi en NUCLEO (soy socio desde 1976) – A mi LOS DESCENDIENTES me gusto, pero sigo pensando que ENTRE COPAS es su mejor film – Lo que mas me gusta de Alexander Payne es su humor parco, descocertante, hasta incomodo – Otra cosa para destacar es su mirada desencantada hacia los personajes de sus peliculas – Son antiheroes, tienen zonas oscuras, mezquinas, y lo que mas le valoro al director es como le quito todo glamour a George Clooney – En este relato a G. C.lo vemos manejarse fisicamente con evidente torpeza, y esa torpeza hace mas terrenal a un interprete habituado a roles mas sofisticados – A mi la historia me divirtio en algunos tramos, y me conmovio en otros – Es una pelicula recomendable, aparentemente «pequeña» al lado de las candidatas «importantes» que suelen tener los «Oscars».
¿Hacía falta decir que la viste en el Festival de Londres? ¿sirve de algo enterarse de eso? ¿envidiarte un poco, tal vez? ¿te convierte en mejor crítico o en un crítico viajado, que no siempre es lo mismo?
Simplemente para explicar las diferencias en la reacción de la gente.
Que la vi en Londres ya estaba en este blog desde entonces, no hay ninguna «canchereada» al respecto.
Lo que menos me interesa a esta altura es chapear con ese tipo de cosas.
Viajo. Es mi laburo. Punto
saludos
OK. No había leído lo que pusiste después porque no quería hacerlo antes de ver la película. Mal de mi parte. Pero te hago otra observación ahora: que la gente no se haya reído en la función en la que vos estuviste no significa que el público argentino no se ría con esta película… En la función en la que yo estuve hubo risas en varias partes (y lágrimas, ni hablar…) Eso del público que gusta de un cine comercial con rasgos autorales o viceversa me resultó gracioso, es una buena definición, pero yo no lo relacionaría con la edad. También hay jóvenes que si una película tiene una estética tarantinesca ya les parece mejor que una como «Los descendientes». Perdón de nuevo por mi exabrupto y gracias por responder.