Estrenos/San Sebastián: «327 cuadernos», de Andrés Di Tella
A lo largo de su carrera como documentalista, Andrés Di Tella ha hecho de la memoria su tema principal. Se puede decir que casi todos sus documentales son exploraciones personales acerca de ese tema más allá de los distintos modos de abordaje. En casi todos ellos, además, la presencia y la propia historia familiar del […]
A lo largo de su carrera como documentalista, Andrés Di Tella ha hecho de la memoria su tema principal. Se puede decir que casi todos sus documentales son exploraciones personales acerca de ese tema más allá de los distintos modos de abordaje. En casi todos ellos, además, la presencia y la propia historia familiar del realizador –tan cruzada con la historia política del país– son parte integral de la narración. En el caso de 327 CUADERNOS se puede decir que la figura de Di Tella cede lugar a la de Ricardo Piglia, aunque no desaparece del todo, en esa forma/figura de investigador, detective y periodista que suele tener en sus propias películas.
Aquí, su trabajo «detectivesco» es, por un lado, específico y, por otro, volátil, inasible. Lo primero y concreto son esos 327 cuadernos que dan título al filme y que no son otra cosa que los diarios privados de Piglia, diarios que viene escribiendo metódicamente desde su adolescencia. Cuando deja su casa en la Universidad de Princeton para volverse al país –ahí arranca el filme–, Piglia desarma la casa y empieza a desenterrar esa trama de una vida documentada en textos manuscritos. El propio autor dice tener dos dudas: no sabe si, de no haber empezado con esos diarios, hubiera terminado siendo escritor. La otra, tiene que ver con su mudanza adolescente de Adrogué a Mar del Plata, otro eje de sus inicios como autor. La historia real y la documentada se mezclan con la borrosa memoria de los hechos.
La primera pregunta que parece hacerse el filme es la siguiente: ¿es un diario escrito a conciencia durante unos 60 años un verdadero registro de una vida? Y, si es así, ¿porqué Piglia no recuerda cosas que están allí y sí recuerda otras que no están? 327 CUADERNOS no intenta ser una autobiografía ni una lectura de esos diarios sino que parte de ellos para analizar el rol que la memoria juega en la vida de una persona, más aun en el caso de un escritor. El motivo de esa ausencia puede ser evidente y obvio: una selección de esos cuadernos se editarán a la par de la película, por lo que el filme en sí funciona como un acompañamiento/reflexión sobre lo que rodeó a esos textos. Para leer el diario en cuestión –aquí solo Piglia lee algunos fragmentos– habrá que comprar el libro en cuestión.
Pero 327 CUADERNOS, en un momento, pasa a ser sobre otra cosa. Mientras Piglia muestra sus cuadernos, se extraña repasando cosas y cuenta de su pereza para transcribirlos, mientras Di Tella va mostrando escenas contextuales (la caída del peronismo, la muerte del Che Guevara y así) que en principio no parecen tener mucha relación con lo que se cuenta más que en el orden de lo contextual, sucede algo durante el rodaje que lo cambia todo. Piglia se enferma, empieza a sufrir los primeros síntomas de un ALS (esclerosis lateral amiotrófica) que va avanzando de a poco y que hoy lo tiene casi recluido en su departamento.
Es entonces que el tema de la memoria y de la necesidad de poner «a salvo» esos diarios se vuelve algo imperativo. No es una película sobre la enfermedad –Di Tella es admirablemente sobrio y discreto como para meterse en esos terrenos íntimos–, pero sí parte de ella para cuestionar y cuestionarse sobre la imprevisibilidad de la vida y la fugacidad de los recuerdos resguardados en el cada vez más frágil cuerpo de su protagonista. No es casual que la idea de transcribir los diarios aparezca junto a la enfermedad –o al menos eso nos deja ver el timeline del filme–, ya que Piglia necesita, en cierto modo, controlar qué es lo que se va a saber de él (no le convence la idea de dejarlos sueltos ahí para ser leídos y editados por otros) y, tal vez, prefiere reacomodar esos recuerdos pasándoselos, metafóricamente, a su alter ego literario.
Algunas anécdotas de su vida que sí cuenta Piglia –que no son demasiadas, especialmente si el espectador espera encontrarse con un documental más del tipo biográfico– van conectando lo personal con lo social, dando sentido a las imágenes de archivo mostradas por Di Tella y, a su vez, revelando que esos contactos son imposibles de evitar. A veces un hecho político masivo –como la caída de Perón que lo llevó a la mudanza… que lo llevó a escribir– puede cambiarte la vida para siempre.
Di Tella juega también con muchas imágenes en Super 8 y otros formatos filmadas tanto por escritores y conocidos como por anónimos. Ese formato de filmación de recuerdos familiares mostrados en plan found footage se ha tornado en una versión alternativa de la historia oficial de los últimos 50, 60 años. Y el filme propone que en esos cuadernos, en esas imágenes personales de niños que juegan, corren por la playa, asados familiares, etc, hay tanta más historia y más verdad emocional que en las filmaciones de discursos políticos o grabaciones de noticieros.
De vuelta, aparece la mezcla de lo privado y lo público (Piglia teme que esos cuadernos revelen un lado suyo que sus amigos desconocen, con curiosidades como hacer listas de boxeadores por ejemplo), la memoria social y la personal, lo que «registramos» y «no registramos» de lo que nos pasa. Esos son los temas de 327 CUADERNOS. La última, y tal vez un tanto controversial escena, pone en claro esos dos lados de la moneda. Por más cuadernos, registros y obra escrita que un hombre haya dejado de su vida (sea Piglia o cualquiera), hay algo íntimo y personal que preferiremos llevarnos con nosotros para siempre.
(327 CUADERNOS se dará, desde el sábado 5, todos los sábados a las 22 y los domingos a las 18 en el MALBA. También se emitirá el sábado 5 a las 22 por la TV Pública. La película estará en la Sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián)