Festivales: Pachamama – Cinema de Fronteira 2015

Festivales: Pachamama – Cinema de Fronteira 2015

por - Críticas
30 Nov, 2015 02:17 | Sin comentarios

Hay una broma, un poco negra si se quiere, que hacen algunos brasileños con respecto al Estado de Acre. La leyenda urbana –el mito, el repetido meme de las redes sociales– es que Acre no existe, que el estado en sí es un invento y hasta se han armado mapas y juegos que «probarían» que es […]

pachamama-ca-1445722677Hay una broma, un poco negra si se quiere, que hacen algunos brasileños con respecto al Estado de Acre. La leyenda urbana –el mito, el repetido meme de las redes sociales– es que Acre no existe, que el estado en sí es un invento y hasta se han armado mapas y juegos que «probarían» que es falso. La broma surge de que Acre es uno de los estados más alejados y ocultos de todo Brasil, allí donde el país limita con Bolivia y Perú, una zona muy afastada de los centros de poder de ese país y mucho más cerca de las culturas indígenas que son parte integral de su población, culturas que tienen también su fama por las religiones ligadas al ayahuasca como la del Santo Daime, Barquinha o la União do Vegetal. También algunos lo conocen por la mítica figura del activista ambiental Chico Mendes, asesinado en 1988 en su pueblo de Xapuri, cerca de la frontera con Bolivia.

En Rio Branco, la capital del estado de Acre (lo confieso: existe, estuve ahí, no lo soñé), tiene lugar hace seis años el Festival Cinema de Fronteira, también conocido como Pachamama, cuya programación incluye películas latinoamericanas que se caracterizan –en especial en su sección competitiva– por su alto riesgo estético. Programado por Marcelo Cordero (Bolivia) junto a José Carrillo (Peru), Sebastian Morales (Bolívia) y Silvio Margarido (Brasil), el festival incluyó en su competencia a películas como las argentinas EL MOVIMIENTO, de Benjamín Naishtat; SAMURAY-S, de Raúl Perrone y CUERPO DE LETRA, de Julián D’Angiolillo; VIDEOFILIA, de Juan Daniel Molero (Perú); DIAS EXTRAÑOS, de Juan Carlos Quevedo (Colombia/Argentina); PROCASTRINACION, de Sergio Pinedo (Bolivia); O PREFEITO, de Bruno Safadi y A SEITA, de André Antonio (ambas brasileñas) y LA ONCE, de Maité Alberdi (Chile)

RECREIO-Festival-Pachamama-Cinema-Fronteira-Iberoamerica_LRZIMA20131129_0130_4Con el jurado que integramos junto a Lisandro Alonso y el brasileño Adirley Queroz (BRANCO SAI, PRETO FICA) decidimos dar los dos premios que nos correspondían dar (mejor película y dirección) a EL MOVIMIENTO, ya que coincidimos que era claramente la mejor película de la competencia. El resto de los filmes antes citados son, por lo general, más que aceptables y la mayoría de ellos ya han sido reseñados aquí (pueden encontrarlos en previos posts). Volví a ver varios de ellos que había visto hacía mucho tiempo (o los había visto sin terminar) y agregué tres más ineditos para mí: los dos brasileños y el filme boliviano.

De todos los «nuevos» el más recomendable me pareció PROCRASTINACION, una opera prima boliviana con un espíritu cercano al de Harmony Korine en TRASH HUMPERS. Un filme punk, en el que básicamente somos testigos de cuatro amigos cometiendo desmanes, emborrachándose y haciendo literalmente cualquiera a lo lo largo de 70 minutos. Pinedo filma en algún formato tipo VHS sucio y juega con las épocas del filme para dar la impresión que se trata de un found footage de los ’90, pero que pronto prueba ser falso. La película no pretende llegar a ninguna conclusión «moral» ni nada parecido –a diferencia de la más narrativamente organizada VIDEOFILIA a la que se parece en su caótica estructura y sus juegos con la imagen, el sonido y la edición– sino que es casi el retrato en forma de falso videohome de un grupo de jóvenes pasando de una situación de bardo a otra en un espíritu tan festivo como decadente pero sin lecciones de por medio.

Los filmes brasileños fueron un poco más flojos. En ambos, sin embargo, se destaca su precisión visual y la fuerza de las imágenes: la historia de un intendente delirante y la de un hombre que vuelve a Recife en 2040 después de vivir en una colonia espacial son las tramas centrales de las películas de Safadi y de Antonio, pero a ambas les cuesta construir un relato a partir de esos promisorios inicios. En ambas se destacan de todos modos algunas fuertes imágenes y composiciones visuales, especialmente en A SEITA, cuando el protagonista encuentra «la secta» en cuestión y lo que se ve ahí hace recordar por su oscuro y perturbado tono a UNDER THE SKIN, de Jonathan Glazer.

ospinaTambién tuvieron lugar varias charlas y talleres –Lisandro, Adirley y yo dimos algunos de ellos–, entre los que quiero destacar especialmente la charla ofrecida por el realizador colombiano Luis Ospina, quien visitó el lugar para presentar ocho de sus filmes, varios de los cuales yo nunca había visto. Por choques de horarios con mi competencia solo pude ver tres (los cortos OIGA VEA, EN BUSCA DE MARIA y CALI DE PELICULA) y presenciar su MasterClass, en la que habló de su forma de trabajar y mostró fragmentos de varias de sus películas y videofilmes. El siempre amable y cálido realizador de la mítica AGARRANDO PUEBLO gentilmente me regaló en DVD dos de sus largos que no había visto —SOPLO DE VIDA y LA DESAZON SUPREMA, sobre Fernando Vallejo–, que pronto veré para tener una visión más completa de su amplia y extraordinaria filmografía, una de las más ricas, complejas y fascinantes de toda América Latina.

Pachamama es un pequeño gran festival, que peca de algunos desajustes técnicos (los brasileños no se caracterizan por la puntualidad, digamos, y para un porteño un tanto neurótico como yo pueden ser en extremo relajados con ciertas cosas organizativas) y no cuenta con una gran cantidad público en algunas de sus funciones (es entendible: es una ciudad pequeña y muchos títulos son casi experimentales), pero más allá de esos problemas resulta fabuloso como emprendimiento y como idea: llevar a un lugar tan remoto que para muchos brasileños ni siquiera existe mucho de los mejor y más arriesgado del cine latinoamericano contemporáneo. Películas también programadas fuera de competencia como MAGALLANES, QUE HORAS ELA VOLTA? y EL ABRAZO DE LA SERPIENTE servían, en ese contexto, con las películas más «friendly» para la audiencia y todas ellas fueron recibidas muy bien.

Pachamama se une a la línea curatorial que ya existe en varios otros festivales del continente –Valdivia en Chile, Ficunam en México, TransCinema y Lima Independiente en Perú, festivales emergentes en Bolivia y la que hay en algunas secciones de nuestros conocidos Mar del Plata y Buenos Aires, o en Cali y Cartagena en Colombia, o en Tiradentes en Brasil, por citar solo algunos– para mostrar que el cine latinoamericano es bastante más de lo que se premia en algunos festivales grandes de Europa. Que es una cada vez más cambiante y creativa comunidad que piensa que el cine no debe necesariamente responder a fórmulas, ni comerciales ni festivaleras. Ese otro cine que, al igual que Acre, existe.