Berlinale 2016: «Boris Without Beatrice», «Hedi»

Berlinale 2016: «Boris Without Beatrice», «Hedi»

por - Críticas
12 Feb, 2016 10:13 | 1 comentario

En su regreso a la competencia del Festival de Berlín, el director canadiense Denis Coté entrega la que tal vez sea su película más «tradicional» en cuanto a lo formal pero no por eso una menos curiosa o inquietante desde sus planteos. Una suerte de psicodrama que coquetea con zonas que uno ha visto en […]

boris-sans-beatriceEn su regreso a la competencia del Festival de Berlín, el director canadiense Denis Coté entrega la que tal vez sea su película más «tradicional» en cuanto a lo formal pero no por eso una menos curiosa o inquietante desde sus planteos. Una suerte de psicodrama que coquetea con zonas que uno ha visto en el cine de Ingmar Bergman (o, a su manera, en el de Woody Allen), Coté sin embargo se reserva una serie de sorpresas que alteran la lectura lineal de su película, planteándose hasta su propia existencia y realidad.

Si uno la toma desde el realismo psicológico al que parece apuntar, BORIS SANS BEATRICE es la historia de un arrogante, canchero y vanidoso empresario casado con una política. El hombre se topa con la sorpresa que su mujer ha entrado en una profunda depresión que se parece casi a una catatonia hecha y derecha y, metido en su mundo, trata de arreglar el asunto como puede: llevándola a su casa de campo, contratando a una asistente y a una doctora, dedicándole a medias parte de su tiempo, pero a la vez no deja ni a su amante ni a sus malas costumbres que creerse superior al resto de la raza humana.

Hasta que una extraña criatura (encarnada nada menos que por Denis Lavant) se aparece en su vida como alguien llegado del más allá y le dice que él es el culpable del malestar de su mujer y que para que ella salga de su situación es él quien tiene que modificar sus hábitos. Boris no sabe mucho cómo manejar esta noticia y trata, a su manera, de recomponer su fría relación con su esposa y lidiar con sus más irritantes hábitos personales. Tampoco ayuda mucho la fría y distante  relación que tiene con su madre, su hija y con el primer ministro para el que trabaja/ba su mujer (y que encarna Bruce LaBruce). Pero la situacion no cambia tan fácilmente. A Boris le cuesta salir de su cáscara de privilegio.

borisEs allí donde Coté toma su decisión narrativa más audaz y arriesgada y la que funciona como explicación y, a la vez, es la catalizadora de lo que pasó antes. No lo adelantaremos aquí qué es lo que pasa pero es una vuelta de tuerca que modifica las percepciones y que, salvo  por algún innecesario exceso explicativo/metafórica (tragedias griegas mediante), funciona muy bien, lúdicamente, casi como un juego en el que los espectadores nos hallamos tan sorprendidos como varios de los protagonistas. La idea temática original se sostiene pero no sólo cambia el eje sino que tenemos la sensación de haber visto una especie de performance no solo para los espectadores sino una armada para los mismos protagonistas. O algunos de ellos.

Con ingenio, humor, momentos de tensión y de intriga –la emoción no es una de sus búsquedas en este caso– Coté apuesta a que el espectador pueda, si no identificarse, al menos entender al soberbio y arrogante protagonista y analizar su forma de funcionar en el mundo y las relaciones con sus seres más cercanos. Y así, BORIS SANS BEATRICE se transforma en el retrato de un redescubrimiento, de un intento por empezar de nuevo una vida que –por diversos motivos– fue yéndose de eje. Tal vez, después de todo, y con un par de trucos de magia de por medio, la vida sí ofrezca una segunda oportunidad.

 

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HEDI, de Mohammed Ben Attia

hediEl nombre, como coproductores, de los hermanos Dardenne, lleva al espectador a suponer con qué se puede encontrar en HEDI, la película del tunecino Mohammed Ben Attia. Y ese elemento está, claro, pero la película es otra cosa también, jugándose en el límite del drama tradicional y una búsqueda un tanto más personal del autodescubrimiento dentro de una cultura reglamentada en cada uno de sus aspectos.

Uno podría pensar que HEDI tiene algo de versión masculina de MUSTANG, ya que es la historia de un hombre que es llevado por la tradición a casarse en un matrimonio arreglado con una mujer muy bella pero con la que no parece tener suficiente empatía. Empujado por su madre a casarse, este empleado de Peugeot –que es también maltratado y abusado en su trabajo– tiene una especie de quiebre personal durante una semana en la que se va a una ciudad turística a vender autos, pero lo que más hace ahí es pasar el tiempo en el hotel.

Allí conoce a una bailarina y su vida parece dar un vuelco. No solo se descubre enamorado de la chica –algo que parece ser mutuo– si no que toma de una vez por todas conciencia de no estar viviendo la vida que desea sino la que le han armado para ser un marido funcional, profesional, adecuado. Su madre y su hermano juegan un rol importante en la conformación de este combo. Pero la aparición de esta mujer y la relación que inicia con ella –mostrada de una manera bastante audaz para una película proveniente de un país árabe– le deja en claro que hay una vida allí afuera que puede ser más interesante y rica, y en la que él puede tomar las decisiones por su cuenta.

hedi berlinEse es el universo en el que se maneja HEDI, la muy sólida y sensible película de Ben Attia que compite en Berlín. Es cierto que desde lo formal –más allá de algunos momentos dardennianos en el uso de la cámara– no se trata de una película particularmente audaz, pero sí logra que el espectador se involucre en ese otro lado de la cultura árabe, uno que pone también a los hombres a vivir y atravesar situaciones que no son ni de su elección ni de su agrado.

De algún modo, en esa elección entre seguir una vida estipulada por la tradición y decidirse a tomar el toro por las astas y hacer su propia aventura uno puede leer a HEDI como una metáfora de Tunez desde la primavera árabe hasta el presente. Es un hecho al que el filme hace directa referencia y en el que se contrapone claramente el hecho de hacerse cargo de las propias decisiones vitales o seguir ciegamente tradiciones impuestas por siglos. Y la decisión de la película es más que inteligente, devolviendo casi al espectador la obligación o la posibilidad de tomar esa decisión. Y de hacerse cargo de los resultados.