Estrenos: «El tesoro», de Corneliu Porumboiu
El procedimiento es lo que le interesa, fundamentalmente, a Corneliu Porumboiu, el director rumano de POLICIA, ADJETIVO y BUCAREST 12:08. Pero no el procedimiento en el sentido hollywoodense, en el cual una serie de peripecias tienden a conducir la narración hasta llegar más o menos firme a algún destino. Su forma se acerca más a la […]
El procedimiento es lo que le interesa, fundamentalmente, a Corneliu Porumboiu, el director rumano de POLICIA, ADJETIVO y BUCAREST 12:08. Pero no el procedimiento en el sentido hollywoodense, en el cual una serie de peripecias tienden a conducir la narración hasta llegar más o menos firme a algún destino. Su forma se acerca más a la hitchcockiana en el sentido que en todo momento es evidente que el objetivo es secundario en relación al presente, a lo que sucede alrededor de ese procedimiento que es menos hilo conductor que ventana al mundo que lo rodea. Pero Porumboiu va aún más lejos. En sus mejores películas, el “procedimiento” en cuestión es materia de análisis, como si la película de principio a fin se discutiera a sí misma, se preguntara –y nos preguntara– por lo que está contando y las implicancias que eso tiene.
POLICIA… es el ejemplo más claro de ese formato, que se repite de una forma para mí más arty y autoconsciente en CAE LA NOCHE EN BUCAREST. En cambio, THE TREASURE es un paso hacia la liviandad después de ese ejercicio algo afrancesado de estilización dramática. Se puede pensar que el primer paso en esa dirección la dio el año pasado cuando hizo la minimalista THE SECOND GAME, en la que miraba un partido de fútbol junto a su padre y se escuchaban sus voces comentándolo, entre lo casual/gracioso y lo políticamente denso. Aquí las peripecias entran en el territorio del detalle si se quiere excesivo, esa manera de ir y venir sobre situaciones que el cine americano habitualmente resuelve mediante bruscas elipsis pero que en las películas del rumano son el corazón del asunto. En esa reiteración aparece el absurdo, el humor y, más claramente, la realidad que circunda al motor narrativo de la película.
El tesoro del título es en apariencia real y se le presenta como posibilidad a Costi cuando su vecino Adrian viene a pedirle prestados 800 euros. Costi le dice que no tiene, pero el hombre insiste y termina contándole para qué lo necesita: quiere comprar un detector de metales para descubrir un tesoro de la época de la Segunda Guerra que supuestamente está escondido en los jardines de la casa de campo de sus abuelos. Y si le presta la plata promete darle la mitad de lo que encuentren allí. Y Costi entra en el juego.
Claro que la tarea no es fácil y cada complicación en el camino será detallada por Porumboiu a través de los protagonistas hasta el absurdo. Sintetizando, más allá de las dificultades específicas de encontrar el tesoro o no –cosa que hacen con la ayuda de un “especialista”– está un edicto que existe en el país por el cual todo tipo de material encontrado de antes de la guerra (imaginemos, monedas de oro) debe ser declarado y entregado al gobierno, que luego les devuelve un pequeño porcentaje. Y el “especialista” en cuestión es el que los debe ayudar a buscar el tesoro por fuera de los requerimientos y obligaciones legales.
Este argumento de comedia de suspenso encuentra en manos de Porumboiu a un ejecutante de lujo, que sabe sacarle el jugo al absurdo de las situaciones, en una manera que hace recordar por momentos a esas comedias livianas de Hitchcock y otros de los años ’50, mitad en serio, mitad con un guiño en el ojo. Pero la película no apuesta a la comedia de forma evidente: son las complicaciones e idas y vueltas de la situación las que acercan a los personajes por momentos al absurdo, si bien lo que se esconde por atrás de ese “hallazgo” es bastante oscuro con respecto a la historia de ese país.
El final será una sorpresa en todo sentido, narrativamente pero también en lo que se refiere a la mirada del mundo del director de BUCAREST 12:08. Casi como el reverso de CHRONIC, de Michel Franco, vista también en Cannes, en la que su director aprovechaba el cierre para meterle, literalmente, una patada en los huevos al espectador, THE TREASURE le entrega una sonrisa, tan fuera de contexto y potencialmente absurda como la otra, pero una que intenta no sólo darle una alegría al público, sino a los propios personajes.
(Crítica publicada durante el Festival de Cannes 2015)
Acabo de verla y acuerdo en general con su crítica. Realmente la anécdota suena a cada paso absurda pero logra hacer avanzar el relato y el final tiene una carga de humanismo que se agradece y justifica la presencia del niño.