Cannes 2016: «Le Parc», «Ma’ Rosa» y «Dogs»
LE PARC, de Daniel Manivel Esta pequeña película francesa que se presentó en la paralela sección ACID (dedicada al cine independiente francés) pasa de lo encantador a lo misterioso de una manera fluida e intrigante. Es una película pequeñísima que transcurre en un parque y tiene solo tres personajes. En lo que se podría llamar […]
LE PARC, de Daniel Manivel
Esta pequeña película francesa que se presentó en la paralela sección ACID (dedicada al cine independiente francés) pasa de lo encantador a lo misterioso de una manera fluida e intrigante. Es una película pequeñísima que transcurre en un parque y tiene solo tres personajes. En lo que se podría llamar su «primer acto», conocemos a dos adolescentes que tienen una de sus primeras citas en ese parque y hablan de las cosas banales y preguntas que se hacen en este tipo de citas mientras caminan por el lugar. Después de unas horas él se va y ella se queda en el lugar.
Las cosas empiezan a cambiar cuando recibe un inesperado mensaje de texto de él que conduce a una larga sesión de mensajes que Manivel filma solo con un plano fijo de la cara de ella y los textos en pantalla. Tras el intercambio empieza otra película, una en la que la protagonista se va internando en el parque por la noche tratando, literalmente, de deshacer lo andado mientras un guardia de seguridad la vigila y/o persigue. Con poquísimos elementos, un gran manejo de los tiempos, yendo del romance al suspenso y de regreso al humor (y a empezar todo otra vez), en apenas 70 minutos Manivel construye una película delicada y sorpresiva, luminosa y oscura a la vez, y sin temer jamás al ridículo.
MA’ ROSA, de Brillante Mendoza
Ganadora del premio a mejor actriz (acaso uno de lo más absurdos que dio el jurado tomando en cuenta no solo las otras actuaciones premiables en la competencia sino que el de Jaclyn Rose no es siquiera del todo protagónico), la película de Mendoza describe la situación en un barrio marginal de Manila en el que la tal Rosa maneja una especie de minimercado familiar pero además se ayuda a su limitada economía con la venta de drogas por lo bajo. Hasta que la policía aparece en escena y descubre su secreto. Y para sacarla de ahí, se sabe cómo es: hay que coimear a los muchachos.
Mendoza describe el universo de los barrios bajos de Manila de una manera que resulta creíble y realista, si bien la utilización de cámaras que parecen amateurs le da a la película la calidad de un filme estudiantil, con bruscos cortes, una fotografía que parece no haber pasado por ningún proceso de corrección de color. La película luego se dedicará a mostrar cómo los hijos de Rosa y su marido (también encarcelado) tratan de conseguir de todas las maneras posibles el dinero para liberar a sus padres y allí el filme mantiene el ritmo nervioso y el look sucio, aunque la situación se torna un poco más tensa.
MA’ ROSA es el tipo de película que confirma a Mendoza como un cineasta hábil y con cierto talento, pero sin la profundidad, creatividad o vuelo necesarios para ocupar el lugar en el que Cannes lo ha puesto en el panorama internacional tras seleccionar varias películas suyas en las secciones principales. De haber sido una primera película de un veinteañero, uno podría valorar más los méritos del filme. Pero viniendo de un veterano que supo hacer cosas mejores como SERBIS allá por el 2008, el resultado es menos de lo mismo…
DOGS, de Bogdan Mirica
Una de las propuestas más interesantes de las que pude ver en Un Certain Regard –una sección que este año no se caracterizó por obras memorables– fue esta suerte de western-thriller rumano. Inesperado por su forma (lejos del realismo urbano habitual del nuevo cine de ese país aunque con los mismos actores) pero igualmente realista y duro, DOGS cuenta una historia que bien podría trasladarse a algún rancho texano o a un territorio propio de FARGO.
Roman (Dragos Bucur, el protagonista de POLICIA, ADJETIVO) hereda de su abuelo una enorme finca en el medio de la nada. Su intención es venderla, pero lo que no sabe es que dentro de ese territorio «mal habido» se cocinan negocios siniestros y la presencia malévola de Samir (Vlad Ivanov, otro clásico actor y casi siempre villano del cine rumano) lo deja en claro. De entrada la aparición de un pie flotando deja entrever que con los muchachos que circulan por el campo no se jode. Pero Roman viene de la ciudad y cree que puede manipularlos y es allí que empiezan los problemas, los que hacen recordar a los filmes más secos y violentos de los hermanos Coen, como SIN LUGAR PARA LOS DEBILES o SIMPLEMENTE SANGRE.
Hay, además, un inoperante (resignado, corrupto, o simplemente viejo y enfermo) policía que no ayuda mucho en lo que se va perfilando como un enfrentamiento sangriento. Y como encima Roman no tiene mejor idea que recibir a su novia en la nueva casa la situación ya promete ser aún más dramática. Lo que impide que DOGS sea el gran thriller que promete ser (tiene un aire a película australiana de los ’70 también) es la inexperiencia de Mirica en el manejo de los tiempos y del suspenso, como si no pudiera decidirse del todo a entrar en el terreno del policial violento y nihilista y necesitara agregarle «rumanidad» a su historia, algo que por el planteo propio del filme no termina de cuajar, ya que quiebra una tensión que debería ser creciente y angustiante. La violencia finalmente llega –y cómo–, pero para ese entonces algunos tal vez ya hayan perdido las esperanzas de que la película se recomponga. Los que se queden serán testigos de otro de esos enfrentamientos cruentos, uno que Mirica maneja a mitad de camino entre la crueldad manifiesta y el fuera de campo que el espectador, finalmente, terminará agradeciendo.