Cannes 2016: «Mademoiselle», de Park Chan-wook
El algún momento promisorio cineasta coreano Park Chan-wook (OLD BOY) parece haber entrado, ya definitivamente, en una línea cinematográfica de excesiva estilización y preciocismo, en la cual las historias parecen jugar en un segundo plano dentro de lo que parece un decorado de lujo y perversiones a la mode. Lo viene ya haciendo hace varios filmes […]
El algún momento promisorio cineasta coreano Park Chan-wook (OLD BOY) parece haber entrado, ya definitivamente, en una línea cinematográfica de excesiva estilización y preciocismo, en la cual las historias parecen jugar en un segundo plano dentro de lo que parece un decorado de lujo y perversiones a la mode. Lo viene ya haciendo hace varios filmes y aquí, en MADEMOISELLE, lo repite, tirando por la borda mucho de lo interesante que tenía la historia. No sólo la coquetería visual lo traiciona sino las innecesarias reiteraciones de un guión dividido en partes que llevan a contar dos veces, desde puntos de vista distintos, la misma historia, lo que lleva a la película a una estiradísima duración de casi dos horas y media.
Adaptada de una premiada novela británica que transcurre en la Inglaterra victoriana y trasladada a la Corea ocupada por Japón en los años ’30, la película cuenta la historia de un engaño planeado por una ladrona y un estafador coreanos que se hacen pasar, respectivamente, por mucama y Conde para engañar a una millonaria y solitaria heredera japonesa, quitarle su fortuna y encerrarla en un manicomio. Pero la situación se complica cuando la «mucama» empieza a desarrollar sentimientos por su patrona, los que en apariencia son mutuos. La primera versión de la historia cierra de una manera sorpresiva, lo que lleva a la segunda parte.
Aquí es donde Park comete su principal error. En lugar de resumir las diferencias entre lo que vimos y lo que en realidad estaba pasando desde este punto de vista –a la manera de la gran mayoría de las películas que, tras una vuelta de tuerca inesperada, nos sintetizan cómo pasó eso que no supimos ver–, la película prácticamente vuelve a narrarse desde el principio. Es cierto, ahora vemos las mismas cosas suceder de diferente manera, pero el mecanismo se hace reiterado una vez que nos queda claro cuál fue el truco. Por otro lado, si se mira con cierta atención, la sorpresa narrativa no lo es tanto.
Es así que esa primera hora va quedando como un recuerdo mientras la película sigue y sigue y sigue. Por otro lado, Park parece interesado en mostrar esta relación entre chicas en un tono sexy y erótico casi de «softcore», una especie de versión arty de lo que solíamos llamar una «película para valijeros». La película no llega a ser del todo mala –y se asegura otras sorpresas para el final–, pero para ese momento uno ya está agotado de una historia que bien podía haberse resuelto en 100 minutos y sin exagerar tanto con la estilización visual. Es como si a un noble material para un film noir de la época de oro de ese tipo de cine lo hubieran revestido de una pátina de falso prestigio y preciosista crueldad que termina jugándole en contra.