Festival de Mar del Plata: «La flor – Primera Parte», de Mariano Llinás

Festival de Mar del Plata: «La flor – Primera Parte», de Mariano Llinás

por - cine, Críticas, Festivales
30 Nov, 2016 10:07 | Sin comentarios

Como función sorpresa del festival marplatense se presentó la primera de las tres partes de la esperadísima nueva película del realizador de «Historias extraordinarias». Aquí, un primer acercamiento a la ambiciosa propuesta de Llinás en la que las mismas actrices (Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes) encarnan a distintos personajes a lo largo de seis historias, de las que se vieron dos. (Nota publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires)

laflor

Él: Si has vivido en un mundo común y sencillo
Y te he dado un castillo, ¿qué te hace falta hoy…?

Ella: Me hace falta una flor, una flor, una flor,
Necesito una flor, una flor, una flor,
Que me haga sentir que estoy viva, que vibro,
Que amo y respiro, que aún existe el amor…

(“Me hace falta una flor”, Dúo Pimpinela)

Me acuerdo clarito de esa noche, cuando el BAFICI era en el Abasto y todos éramos un tanto más jóvenes, en la que Mariano Llinás me contó sobre su nuevo proyecto, que se llamaba La flor. Estábamos en un barcito cómodo y un tanto mugroso ahí por Guardia Vieja -esos que ya no se encuentran en la versión Recoleta del festival porteño- cuando Mariano, que venía recién de ese Balón de Oro Cinematográfico que fue Historias extraordinarias, agarró una servilleta de papel, como lo ha hecho seguramente ante cientos de personas e inclusive lo hace con un cuaderno en el prólogo de la película, y dibujó lo que sería la estructura. Cuatro rayitas que subían y que eran historias inconclusas. Otra circular que era una historia autocontenida. Y otra que iba hacia abajo y concluía lo que iban a ser seis películas. Para ser sincero, el dibujo parecía más bien el de una rama de un árbol seco y el concepto era un tanto confuso, pero como suele pasar cuando Llinás habla y se apasiona, da la impresión de que si el tipo se propone atravesar el Océano Ártico en una balsa o nadando estilo espalda, lo va a terminar haciendo.

Y lo hizo. Decenas de anécdotas e historias, problemas, frenos, parates y millones de kilómetros recorridos después, los dos primeros “pétalos” de La flor están acá, a más de siete años de aquella loca y en principio un tanto absurda idea de hacer seis películas de distintos géneros con las mismas actrices y estrenarlas una vez que estén todas acabadas. La filmación terminó -o casi- pero las otras cuatro partes de la película todavía están en proceso de montaje y se conocerán, tal vez, el año que viene. Lo que está empezando a circular es su primer tercio, sus primeras dos historias.

laflor2Circular no es una palabra casual. Tras estrenarse de manera muy particular -como el viejo sistema roadshow– con una sola función en ciudades como Trenque Lauquen, La Plata, Córdoba y Mendoza, entre otras, esa primera parte de La flor (que dura 220 minutos) llegó al Festival de Mar del Plata para presentarse aquí, fuera de programa, como película sorpresa. Y como si fuera una banda de rock en gira por los pueblos, el director, sus socios en El Pampero Cine (el director de fotografía Agustín Mendilaharzu, el montajista Alejo Moguillansky y la productora Laura Citarella), las cuatro actrices de la película (Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, integrantes del grupo Piel de Lava) y parte del equipo la presentaron en el enorme Ambassador 1 que estaba completamente lleno. La expectativa era palpable.

Ahora bien, ¿qué es La flor? O, ¿qué son sus primeros dos cuentos? Hace ya varios años que Llinás pregona por un regreso a la narración pura y dura (en un cine argentino que estaría más dedicado a la contemplación), a abandonarse a los procedimientos de la ficción, entregarse a las hadas de la trama, esas que pueden llevarnos a lugares absurdos o difíciles de explicar pero que, si el que cuenta el cuento es bueno, nos hace acompañarlo en su viaje. Su primera parte es un cuento de terror y suspenso, en plan película clase B (“de esas que los cineastas de Hollywood hacían con los ojos cerrados y hoy no hacen más”, según cuenta el propio director en el curioso prólogo de la película), en la que alguien entrega en un hospital sanjuanino una momia misteriosa que empieza a generar comportamientos extraños en animales y personas.

laflor4Laura Paredes es una doctora catalana (la actriz está muy bien doblada al castellano con acento hispano y al catalán) que trata de entender y resolver la situación, Elisa Carricajo encarna a otra especialista del extraño instituto en el que trabajan a la que algún misterioso mal parece afectarla, pero es Valeria Correa la que cae poseída por la momia en cuestión junto con un gato negro del lugar. Pilar Gamboa tendrá un rol fundamental sobre el final que conviene no adelantar. La película no es ambiciosa en sí: es más bien un cuento efectivo y atrapante al que la música de Gabriel Chwojnik (la otra gran estrella de La flor) envuelve de un clima de misterio y tensión, dando la sensación de que el terror es siempre inminente.

Al ser la primera película de las seis que filmó (calculo que en 2009 o 2010), esta primera parte está hecha en un formato (MiniDV) que hoy parece tan clase B como las películas que Llinás homenajea: hay planos secuencia precisamente coreografiados, pero también la imagen es un tanto oscura y el juego con lo que está en foco y fuera de foco (la falta de profundidad de campo), que es una de las marcas visuales y estéticas más evidentes de la película, puede llegar a ser un tanto agresivo visualmente, pero no por eso el cuento se vuelve menos efectivo.

En la segunda parte entramos al universo del melodrama hecho y derecho. Si bien una importante subtrama está ligada a una suerte de secta que se dedica a hacer manipulaciones con la sangre (no queda muy claro cómo ni para qué, pero necesitan escorpiones para hacerlo), el eje principal del relato pasa por la historia de un dúo tipo Pimpinela que se ha separado después de mucho tiempo. Ella (una excelente Pilar Gamboa que literalmente se lleva puesto este segmento así como Paredes hacía lo propio en el primero) es una diva en apariencia bastante insoportable que no quiere saber nada con reunirse con Ricky, su ex pareja y compañero musical (Héctor Díaz) pese a los esfuerzos de su manager Frank (Alberto Suárez) por juntarlos y la incómoda situación en la que pone a su asistente (Paredes). Ricky ahora está en pareja con otra cantante (Correa), pero es claro que no ha olvidado al amor de su vida.

la-flor-2-600Suerte de musical almodovariano en el que las canciones (en un estilo pop romántico latino de los primeros ‘80 a lo Camilo Sesto o Django) ponen, como debe ser, las emociones de los personajes en primer plano, la película reconstruye como una suerte de Rashomon narrativo cómo fue la historia de la dupla en cuestión: ella tiene una versión de ese pasado, él otra y hay una tercera, la pública. Así, mientras se debaten entre romper para siempre o reunirse a volver a cantar juntos, la película va yendo y viniendo entre historias que son contadas en cámara, un recurso que Llinás usa casi como reemplazo de la clásica voz en off de sus anteriores filmes: ahora son las actrices las que llevan adelante los extensos monólogos, poniéndole su voz y sus emociones al relato.

Este episodio -que parece transcurrir en su mayoría en Mar del Plata- juega de manera muy elegante entre el melodrama, el musical (otra vez, las canciones de Chwojnik son sublimes y recuerdan a los hits de la época) y el humor de ribetes absurdos. Es cierto que, por momentos, el capítulo gira demasiado sobre sí mismo, volviendo una y otra vez sobre una misma situación y jugando con la reiteración de diálogos de una manera que solo se me ocurre describir como “tarantinesca”, lo que por momentos lo lleva a no ser tan propulsivo en su narración. Ese exceso (si la película aún no está concluida uno imagina que este episodio de 140 minutos bien podría funcionar mejor con algunos menos) le quita cierta potencia al relato pero no le hace perder su centro.

la-florSi bien la conexión entre las dos subtramas nunca es del todo clara, al no haberse visto la historia completa aún es difícil saber si esa sociedad secreta que trafica con sangre está acaso ligada a la que entregó la momia en el primer episodio y si seguirá o no teniendo peso en las siguientes partes del relato. Tomando en cuenta que la tercera es una película de espías es posible que esta extraña logia italiana comandada por Isabella (Carricajo) continúe siendo una presencia importante -en esa u otras formas- en el proceso narrativo por ahora inconcluso de La flor.

¿Qué es La flor entonces? ¿Ejercicios de estilo? ¿Un intento de mostrar la habilidad con la que Llinás puede moverse por las distintas formas de armar y filmar una historia? ¿Películas que podrían estrenarse y funcionar separadamente sin necesidad de ser parte de un bloque que puede extenderse por diez o doce horas cuando esté terminado? No queda claro y quizás tampoco importe demasiado. Llinás está fascinado con las maquinarias narrativas y con la potencia de la ficción para llevar al espectador de las narices a meterse en mundos improbables. A eso ahora hay que sumarle su devoción por un grupo de muy buenas actrices que son las encargadas de ponerle emoción, pasión y alma a ese movimiento constante que es el cine recargado de Mariano Llinás. Todo esto está expuesto casi a corazón abierto en La flor, una película que -al menos por lo visto hasta ahora- parece existir como un proceso creativo permanente, que fue abierto a los espectadores en un estado quizás embrionario, pero que ya deja en claro que tiene potencia, misterio y vitalidad para extenderse por unas cuantas horas más.

Nota publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires.


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