Estrenos: «Kékszakállú», de Gastón Solnicki y «Mi último fracaso», de Cecilia Kang

Estrenos: «Kékszakállú», de Gastón Solnicki y «Mi último fracaso», de Cecilia Kang

por - cine, Críticas
05 Ene, 2017 05:12 | Sin comentarios

La primera película de ficción del realizador de «Papirosen» y la opera prima documental de la realizadora del muy buen corto «Videojuegos» (Historias Breves 9) se exhiben los sábados en el MALBA. Dos películas formalmente muy diferentes que tienen como tema en común las complejidades de las relaciones familiares.

KÉKSZAKÁLLÚ, de Gastón Solnicki

kekszakallu-venice-2Basada muy libremente en “El Castillo de Barba Azul”, de Béla Bartók, Solnicki se centra en su tercera película en las vidas de un grupo de jóvenes y adolescentes que pasan sus veranos en José Ignacio o algún similar paraje en las afueras de Punta del Este. Si bien en su primera parte el retrato parece ser en torno a varias de estas chicas, de a poco la película va enfocándose en una de ellas. Para todos, de cualquier manera, el conflicto parece ser similar: su hastío, ennui y malestar con sus vidas cotidianas y sus familias en una temática que bien podría considerarse una versión teenager de las películas de Michelangelo Antonioni, cuyas específicas composiciones formales por momentos Solnicki parece homenajear.

Las chicas intentan escapar de esos ambientes de distintas maneras: mudándose solas, trabajando en lo que parecen ser las fábricas de sus padres, dedicándose a los estudios. Es ese “tirarse a la pileta” con el que el filme abre que es puesto finalmente en práctica. Pero nada parece satisfacerlas del todo. ¿Acaso huir de esos metafóricos castillos sea la solución? Con un notable cuidado formal (la fotografía la hicieron Diego Poleri y Fernando Lockett), Solnicki va exponiendo distintas situaciones en las vidas de estas chicas en crisis, por momentos con la música de la propia opera acompañando sus tentativos pero confusos pasos hacia esa supuesta libertad.

kekszakallu_04La película claramente se conecta en temática con PAPIROSEN, en la que también se podía sentir la inquietud del cineasta en medio de ese universo de comodidad económica pero vacío existencial. Y acaso el deseo de escaparse de ese mundo que las chicas desean hacer sea uno similar al que él mismo puedo haber atravesado. Si bien algunos podrían llegar a descalificar la película usando la ya vieja acusacion de narrar “la tristeza de los chicos ricos”, Solnicki prefiere no engañar ni engañarse poniéndose a filmar historias o personajes que no tienen que ver con universos que seguramente conoce mejor. Lo que hace es poner la cámara en un mundo cuyos privilegios no ocultan zonas oscuras y donde la arquitectura más elegante y moderna, más que algún tipo de placer o emoción estética, puede representar un peligro verdadero.

(En MALBA, todos los sábados a las 21.30. Desde el jueves 12, también en el Gaumont)

 

MI ULTIMO FRACASO, de Cecilia Kang

mi ultimo fracasoLos documentales familiares han explotado en los últimos años, en buena medida con motivo de la proliferación de cámaras digitales pequeñas, baratas y de buena calidad, lo mismo que equipos caseros de edición, etc. Este filme de Kang –de quien se vio un muy buen corto hace algunas ediciones de HISTORIAS BREVES— intenta hacer lo propio con su historia familiar, partiendo de la base de tratarse de una segunda generación de inmigrantes coreanos. Hay dos historias que se cuentan de manera cruzada y un poco confusa en el filme: por un lado un viaje de la directora a Corea con una profesora de arte suya y, por otro, un retrato de su hermana mayor, quien superó una difícil enfermedad años atrás, además de algunos romances complicados.

Las historias en lo específico resultan entrañables pero no logran cobrar fuerza un poco por el propio montaje confuso del filme y otro tanto porque, por lo bajo, hay otro tema que parece más interesante y que no termina por explorarse lo suficiente y que tiene que ver con las vidas de estos jóvenes argentinos de origen coreano que ya casi perdieron el idioma de sus padres y están prácticamente asimilados a la vida local. Las escenas en las que eso sale a la luz son, sin dudas, las mejores del filme.  Las otras, valiosas en cada caso y sin duda centrales a la vida de la realizadora, quedan un poco desdibujadas y recién sobre el final parecen cobrar un valor cinematográfico real y no solo uno personal/emocional. Los riesgos y los valores del diario personal/familiar llevado al cine están todos presentes en este breve, noble y desparejo filme.

(En el MALBA, todos los sábados a las 20)