Cartagena 2017: 20 críticas de las competencias

Cartagena 2017: 20 críticas de las competencias

por - cine, Críticas, Festivales
05 Mar, 2017 02:14 | Sin comentarios

Primera entrega (en plan «work in progress») con críticas de las secciones competitivas del Festival de Cine de Cartagena, en las que se vieron muchas de las mejores películas del último año y algunas novedades iberoamericanas. Pasen y lean…

A pocos días de concluir el Festival de Cartagena, adelanto aquí algunas críticas de las películas en competencia que ya he podido ver. Verán que hay otros títulos que aparecen sin críticas: son películas que ya he visto pero todavía no he tenido tiempo de escribir sobre ellas, algo que haré en los próximos días, actualizando esta entrada. En una entrada posterior subiré otras críticas mías más y algunas de los alumnos del Taller que fui a dar allí, cuyo trabajo fue realmente excepcional y superó todas mis expectativas.

Así que aquí va este «work in progress» de las críticas de las competencias del Festival de Cine de Cartagena 2017.

 

COMPETENCIA IBEROAMERICANA

ADIOS ENTUSIASMO, de Vladimir Durán

Una de las propuestas más extrañas y originales del cine latinoamericano reciente es esta opera prima del colombiano Durán, realizador y actor que vive en Buenos Aires hace ya muchos años (hizo aquí también cortometrajes). Salvo por un personaje del filme que es de ese origen (encarnado por el propio director), si uno no sabe que el cineasta es colombiano tranquilamente podría estar hablando de una película cien por ciento argentina. El filme tiene una estructura y un tono muy curiosos, y transcurre durante gran parte del tiempo en una casa en la que vive una madre con sus cuatro hijos: tres chicas más grandes y un niño más pequeño.

Formalmente la película se construye, casi, como un ejercicio de teatro del absurdo, donde los jóvenes van conversando, interpretando canciones y jugando, lúdicamente, a lo largo del acotado espacio de la casa, como si todo el filme fuera un registro de la convivencia durante unas horas de un grupo un tanto intenso de personas. La curiosidad de la situación está dada porque en la casa vive también la madre de los chicos, pero ella está encerrada por algún tipo de enfermedad en un cuarto de difícil acceso por lo que solo se escucha su voz (es la de Rosario Blefari). Con ella se comunican –y le pasan objetos y le dan de comer– por un hueco entre cuartos, al punto que uno puede pensar que la madre bien es un personaje imaginario o acaso ya no está con ellos. Pero Durán jamás aclara o explica la bizarra situación. Y hace bien en no hacerlo.

En ese espacio tiene lugar su festejo de cumpleaños, al que ella «asiste» solo auditivamente, mientras sus hijos, familiares (su hermana, encarnada por Verónica Llinás) y amigos se reúnen en la casa, cantan canciones, saltan, bailann y hablan de sus particulares obsesiones. Como relato, ADIOS ENTUSIASMO se plantea como una suerte de experiencia de convivencia, donde esos juegos y conversaciones priman sobre cualquier formato argumental convencional, como si Durán hubiera dejado a los actores experimentar situaciones de manera libre para luego hacer su recorte dramático, emparejando familia creativa con familia real. Y si bien la necesidad de los protagonistas (interpretados por Martina Juncadella, Laila Maltz, Camilo Castiglione y Mariel Fernández) de «actuar» permanentemente –para su madre o para la cámara, que funcionan como sinónimos– puede resultar por momentos un tanto agotadora no deja de exhibir la particular forma de funcionamiento de una familia, a su manera, más funcional que la mayoría.

 

ARABIA, de Affonso Uchoay Joao Dumans

En lo que parece ser un combo entre ficción y documental (o un muy logrado registro neorrealista enmarcado en otro más clásico), ARABIA propone un recorrido por la experiencia diaria y sufrida, a lo largo de los años, de un trabajador migrante del estado brasileño de Minas Gerais. El filme empieza como un clásico relato ficcional acerca de un adolescente que vive con su hermano un tanto enfermo –sus padres viajan todo el tiempo– pero pega un giro brusco cuando el aparente protagonista encuentra un diario de un trabajador que acaba de morir en un accidente. La lectura del diario abre las puertas al cuento dentro del cuento, uno que será relatado por la lectura del propio manuscrito.

Los directores van narrando las diferentes idas y vueltas laborales de Cristiano, un hombre que se gana la vida haciendo todo tipo de trabajos y yendo de un lugar a otro, suerte de trabajador “golondrina”, un buscavidas que recorre el estado de fábrica en fábrica, de campo en campo, tratando de sobrevivir. A lo largo de este viaje que abarca dos décadas, Cristiano se va cruzando con gente (amigos, una pareja, jefes y así) que la película va mostrando a partir de pequeñas situaciones, cuentos y anécdotas, como la que da título a la película.

Con actores que parecen ser no profesionales y muchas historias que parecen provenir de las verdaderas experiencias de los que las narran, ARABIA va avanzando con paso lento pero firme en esta especie de pintura panorámica y sensible acerca de las dificultades –y, en menor medida, los placeres– de la vida de este tipo de trabajadores. El look excesivamente prolijo y estudiado de la película por momentos opera en contra de la espontaneidad y la urgencia de algunas situaciones que se cuentan y, acaso, al protagonista le falta un poco de carisma para soportar todo el peso de la historia. Pero también es cierto que su rostro funciona más que nada como un receptáculo de historias, monólogos y situaciones que les suceden a los demás.

Humanista y sensible, calma y pausada como un cuento de campo (no es del todo absurdo, aunque suena raro, que usen música country norteamericana en más de una ocasión), ARABIA –una de las ocho películas que compite por los premios Tiger en Rotterdam– es un filme que muestra a un nueva generación de cineastas brasileños buscando encontrar un lenguaje propio, en cierto sentido cercano al de películas como BOI NEON, de Gabriel Mascaro, pero sin la potencia narrativa y visual de ese filme. A ARABIA le falta, tal vez, un poco de fuerza y originalidad para ser vista como una propuesta cinematográfica novedosa o renovadora, pero su neorrealismo empático y su generoso poder de observación le dan un valor propio que no es para nada desdeñable.

 

EL AUGE DEL HUMANO, de Eduardo «Teddy» Williams

elaugedelhumanoHabiendo visto todos los cortometrajes de “Teddy” Williams siempre me pregunté cómo sería su paso al largometraje. Es que sus cortos son tan específicos en el minuto a minuto de una experiencia compartida entre grupos de amigos, casi sectas con códigos secretos indescifrables para los de afuera, que veía difícil como ese fluir casi no narrativo de sus cortos podía trasladarse a un largo. Y más a uno de 97 minutos, en el que es muy difícil aguantar bajo ese concepto difuso del “corto estirado”.

Williams encontró una excelente solución. Sin que quede del todo claro ni anunciado en su presentación, EL AUGE DEL HUMANO es en realidad una combinación de tres cortos que dan pie a una sola película, tres “historias”, sugerentemente conectadas entre sí, que tienen lugar en distintos países y que le permiten al realizador no alterar demasiado sus características y estilo. El primero transcurre en Buenos Aires. Allí su cámara acrobática y de largos planos secuencia sigue a Exe y su grupo de amigos que, en medio de lo que parece ser una Buenos Aires inundada, intentan hacer dinero mostrándose semidesnudos y en situaciones sexuales en algunos sitios de internet en el que cierta gente aporta dinero para verlos.

elauge2Es ese pozo ciego de la red (el famoso “mundo interconectado”) el que nos lleva a la segunda parte del filme, en Mozambique, donde a partir de una escena de cibersexo similar conocemos a unos personajes hartos de su vida allí y que planean abandonar la ciudad. La conexión con la tercera parte es más curiosa, terrenal e incluye una larga escena con hormigas para derivar en Filipinas, en donde observamos también a un grupo de jóvenes bañándose en un lago y manteniendo casuales conversaciones.

Las conexiones temáticas entre los episodios (se podrían sumar sus anteriores cortos acá y poco cambiaría) son claras: sus películas son retratos de una generación desencantada con sus respectivas situaciones personales y económicas, que encuentran en sus amigos, en la web y en el devenir casi letárgico de los días algún tipo de resguardo del mundo que los rodea y que casi no vemos. Cada episodio está filmado en distintos formatos, yendo de los 16mm al video digital, pero las diferencias tecnológicas no representan demasiado en la vida de estos chicos en lugares aparentemente tan poco relacionados entre sí como Argentina, Mozambique y Filipinas. Lo que las películas de Williams describen (más que narran) es la universalidad de esas sensaciones, un inmersión sensorial a los universos menos exploradas de la globalización…

 

ELON NAO ACREDITA NA MORTE, de Ricardo Alves Jr.

Como el título lo dice, Elon (Romulo Braga) no cree en la muerte. No se trata, sin embargo, de algo filosófico –al menos, no en un principio– sino de algo concreto: no cree que Madalena, su esposa, que desapareció de su casa hace unos días, esté muerta, por lo que se dedica a buscarla por todos lados. Ese es el punto de partida de este filme que, acaso, sobre el final sí permita analizar a su título de una manera, si se quiere, más filosófica que detectivesca.

Elon recorre distintos lugares preguntando por ella y la cámara de Alves Jr. –un premiado cortometrajista haciendo aquí su primer largo– lo sigue en largos planos secuencia que podrían ser descriptos como «dardennianos», con la diferencia que aquí no prima demasiado el diálogo ya que ni Elon ni muchos de los que se cruza por el camino son dados a grandes discursos. Al contrario, lo que más se impone es el sonido: de la fábrica en la que trabaja, del boliche nocturno donde la búsqueda, del silencio que provoca su ausencia. Sonido atronador que, claro, también podría ser entendido como el de la perturbación interna del protagonista.

En algún punto del relato la pregunta sobre si Madalena está o no muerta pasará a ser secundaria. Para el parco y hosco Elon –quien no parece haber tenido con su mujer una relación del todo plácida y sobre quien, en algún momento, se puede hasta sospechar de ser el causante de esa desaparición, lo que transforma a la búsqueda bien en una trampa hacia afuera o un acto de disociación/desesperación–, la búsqueda es casi una necesidad de confrontar su existencia con la del mundo, mundo que sigue avanzando, mecánica y ruidosamente, desentendido de su angustia, su locura o su dolor.

 

LOS DECENTES, de Lukas Valenta Rinner

los-decentes1Como en su opera prima, PARABELLUM, el realizador de origen austríaco radicado en la Argentina, establece puntos de partida intrigantes para sus relatos. En aquel filme era un grupo tipo secta que se entrenaba para enfrentar el fin del mundo. Aquí se trata de una comunidad nudista –también tipo secta pero de un sesgo opuesto– que está establecida hace muchos años y que ahora linda con un elegante country.

El personaje que conecta esos dos mundos es Belén, una muy tímidda y aparentemente perturbada mucama que empieza a trabajar en una de las casas del country en la que viven una señora muy burguesa con su hijo tenista. Pero la chica comienza a escuchar los ruidos que llegan desde el otro lado de la cerca y se le da por curiosear y ver que sucede allá. Al principio se impresiona –se trata de un grupo de unas 30, 40 personas de todas las edades que practican el nudismo y filosofías de vida ligadas al placer físico–, pero luego se va integrando y liberando a partir de lo que aprende en los cursos y reuniones que allí se hacen. Pero es obvio que el conflicto entre los dos lados de la cerca en algún momento crecerá en intensidad.

los-decentes-2Valenta Rinner, sin embargo, no utiliza este punto de partida para crear una película de suspenso convencional, sino que –como en el anterior filme– prefiere dedicar más tiempo a la descripción de las costumbres y hábitos de sus peculiares grupos, aún a costa de que su relato pierda cierto ritmo narrativo. Sus temas, universos y hasta la forma de componer sus planos es bastante deudora del nuevo cine griego y de realizadores como Yorgos Lanthimos y Athina Rachel Tsangari, con un inevitable austrian touch que es más que evidente en la manera de filmar los cuerpos de las personas de la comuna.

Si bien la película por momentos bordea el trazo grueso en la pintura de ciertos personajes (los del country, por ejemplo), gracias al personaje de Belén –muy bien interpretado por Iride Mockert– LOS DECENTES encuentra una conexión entre ambos lados de esta oposición que en los papeles puede parecer un tanto obvia (“¿quiénes son los decentes y quiénes los indecentes? “¿Los chetos o los hippies del otro lado de la cerca?”, digamos), pero que bajo la extraña y sugerente mirada de Valenta Rinner termina siendo otra cosa, algo más parecido a un enfrentamiento entre dos sistemas, entre dos formas de ver el mundo, en las que los cuerpos finalmente son los protagonistas principales.

MIMOSAS, de Oliver Laxe

VIEJO CALAVERA, de Kiro Russo

 

COMPETENCIA DOCUMENTAL

EJERCICIOS DE MEMORIA, de Paz Encina

Este sutil y elegante documental de la realizadora paraguaya –su primera película desde la celebrada HAMACA PARAGUAYA— es un filme que intenta lidiar con el pasado de su país, que estuvo bajo una dictadura, la de Alfredo Stroessner, por 35 años. El eje del filme son los recuerdos que los tres hijos de Agustín Goiburú comparten acerca de su historia familiar y de los años de militancia política de su padre, que acabaron en 1977 cuando este lider opositor fue asesinado por las fuerzas en el poder.

Pero las elecciones de Encina son más poéticas y elusivas de lo que esa descripción parece hacer referencia. La directora dedica buen tiempo de este breve filme a mostrar paisajes y lugares silenciosos, planos de una suerte de vacío emocional (el recorrido incluye varios de los lugares en los que vivieron los protagonistas, tanto dee Paraguay como en Argentina) que complementan de tanto en tanto las palabras de los entrevistados, dejando en claro esa suerte de “tierra arrasada” que dejó la dictadura más larga de América Latina.

Para Encina, que viene de una situación familiar similar, esta suerte de exorcismo sobre la cruenta herencia de la dictadura paraguaya es también un ejercicio de reflexión personal pero, a diferencia de la mayoría de las películas que analizan estos temas, construye una narración más elegíaca que, sin evadir las referencias políticas específicas, se atraviesa más como una especie de sombrío y doloroso recorrido en imágenes por un pasado difícil de un país que, a diferencia del nuestro, no tiene todavía suficientes historias cinematográficas que miren de frente a esas décadas de horror.

 

LA LIBERTAD DEL DIABLO, de Everardo González

El experimentado documentalista mexicano regresa con un fuerte documental político que acaba de presentarse en el Festival de Berlín y en el que el realizador de CUATES DE AUSTRALIA entrevista a víctimas y victimarios de la violencia política en distintos lugares de México. Son entrevistas a cámara –durante la mayor parte del tiempo– con la particularidad  que los entrevistados usan todos una un tanto espeluznante máscara para proteger su identidad. Además de las entrevistas, González los muestra también así vestidos recorriendo los lugares en los que viven.

Si bien la mayoría de los testimonios son de víctimas del ciclo de violencia que afecta a México hace años, tal vez la parte más impactante –y la que producirá mayor controversia– son las entrevistas que el realizdor hace a sicarios, paramilitares o narcos que se vieron, aseguran, obligados a matar a gente por órdenes de sus superiores y que recuerdan –en algunos casos con dolor y arrepentimiento, en otros con algo más de frialdad o resignación, lo que hicieron y lo que implicó en sus vidas.

Ese eje seguramente provocará opiniones encontradas ya que poner en el mismo plano «confesional» a ambos lados de estos conflictos puede parecer una decisión ética un tanto arriesgada o al menos debatible. Pero González encuentra la manera de que esa zona de su película se convierta también en la más compleja, ya que obliga al espectador a pensar también desde el punto de vista de estos, en algunos casos, adolescentes, convertidos en sicarios por la fuerza. No es fácil empatizar con ellos –aún con sus arrepentimiento y sufrimiento en función del dolor que sus actos han causado– pero el desafío es ese. Cada espectador tomará su decisión respecto si es o no una opción válida. Lo cierto es que genera un documental más que inquietante.

LOS NIÑOS, de Maite Alberdi

LOS TERRITORIOS, de Ivan Granovsky – Ver crítica completa, aquí

SEÑORITA MARIA: LA FALDA DE LA MONTAÑA, de Rubén Mendoza

 

COMPETENCIA DE CINE COLOMBIANO

ADIOS ENTUSIASMO, de Vladimir Durán. – Ver crítica en Competencia Iberoamericana

EL SILENCIO DE LOS FUSILES, de Natalia Orozco

Las largas y complejas negociaciones para llegar a la paz entre el gobierno y las FARC en Colombia son el centro de atención de este documental que la periodista y realizadora presentó en la apertura del festival de Cartagena, ante la presencia tanto del presidente colombiano y reciente Premio Nóbel de la Paz, Juan Manuel Santos como de ex miembros de la agrupación guerrillera. Orozco tuvo un privilegiado acceso a las negociaciones secretas que se venían llevando a cabo entre ambos bandos hace años (la mayoría de ellas en Cuba) y a partir de ellas –y de matrial de archivo–construye una historia del conflicto y del esfuerzo por culminarlo que, más allá del plebiscito perdido, está dado hoy por concluido.

Los testimonios y detalles si duda serán reveladores para todos los que no conocen ese detrás de escena de las negociaciones –o las caras y voces de muchos de los protagonistas de esta dramática historia que lleva más de cinco décadas–, pero el problema del filme es que Orozco no construye nada cinematográfico con él. Es un trabajo periodístico, un tanto caótico y desprolijo, que tiene poco y nada de entidad más allá de la información que provee. Se trata de un trabajo cuyo principal destino es el de darse por televisión, donde seguramente tendrá una audiencia masiva (al menos en Colombia) tomando en cuenta la información y detalles que tiene para dar, pero que dista mucha de acercarse a los estándares básicos de un documental para cine.

 

SEÑORITA MARIA: LA FALDA DE LA MONTAÑA, de Rubén Mendoza

TORMENTERO, de Rubén Imaz

X 500, de Juan Andrés Arango

x-500Esta ambiciosa coproducción del director colombiano de la celebrada LA PLAYA DC (Un Certain Regard, Cannes 2012) narra tres historias paralelas acerca de jóvenes desplazados que viven peligrosas y difíciles situaciones en Colombia, México y Canadá. La primera historia es sobre un joven que llega a Buenaventura y se une a una pandilla para hacer dinero y comprar un bote pesquero en una area de alta tensión social. La segunda es sobre un muchacho de origen indígena que va desde la zona rural de Michoacán a la Ciudad de México, primero se hace punk y luego, por la fuerza, se termina conectando con un grupo peligroso para sobrevivir allí. La tercera transcurre en Montreal y se centra en una chica filipina recién llegada a la que le pasa lo mismo: fuera de su mundo conocido se siente perdida y se conecta con un grupo de adolescentes latinos.

Con algunos momentos violentos e intensos, estos tres dramas (que no se interconectan de manera narrativa pero si temáticamente) ponen en primer plano las experiencias de las personas que, por distintos motivos, se ven forzadas a desplazarse: sus problemas de adaptación, las complicaciones en las que se meten por su necesidad de “pertenecer” a algún grupo y no sentirse totalmente marginados. Presentada en los festivales de Toronto y San Sebastián, X 500 es una película fuerte, dura y directa sobre una generación que busca encontrar un lugar en el mundo intentando no traicionar sus deseos ni sus principios.

 

COMPETENCIA DE GEMAS

THE HANDMAIDEN, de Park Chan-wook – Ver crítica completa aquí

ANA, MON AMOUR, de Calin Peter Netzer

El director de LA MIRADA DEL HIJO, película que ganó el Oso de Oro de la competencia de Berlín en 2013, regresa con un filme formal y temáticamente muy distinto al anterior pero que mantiene una línea similar con el realismo psicológico y el estilo “naturalista” de gran parte del cine rumano de la última época. Lo que Netzer cuenta aquí es una complicada historia de amor entre dos jóvenes que se conocen en la universidad. El conflicto básico está relacionado con el hecho de que ella, Ana, sufre continuos y severos ataques de pánico que la van volviendo cada vez más dependiente de él y la alejan de buena parte de la vida pública y social.

El filme está organizado de una manera no cronológica. De a poco nos daremos cuenta que las idas y vueltas en el tiempo tienen que ver con la terapia que hace Toma (el novio) y que las anécdotas se organizan en función de lo que él le cuenta a su terapeuta desde lo que parece ser el final de la historia. Si bien al principio el dispositivo es un tanto confuso, pronto la trama se organiza claramente dejando, apenas, la duda de cuáles de las historias que cuenta Toma son reales y cuáles son sueños.

La relación de ellos es codependiente al extremo y así como Ana no parece poder sobrevivir un minuto sin la ayuda de Toma, él también necesita que ella dependa de él, al punto que las mejorías de salud de Ana más que soluciones a veces aportan más problemas. Ambos tienen familias temibles que les han causado cantidad de traumas (aquí al guión se le va la mano en el catálogo de calamidades familiares que ambos parecen haber soportado) y se las van arreglando volviéndose casi una dupla que se mueve como una persona sola. Con conflictos y diferencias, sí, pero inseparables hasta para ir a confesarse con un cura.

La extraña cronología del relato nos va anticipando cosas que solo veremos bien cómo funcionan después, lo cual lleva al filme a construirse como una especie de fast forward y rewind continuo, como si nos adelantáramos en las páginas de un libro y volviéramos para atrás varias veces. Netzer arma una historia inteligente y compleja, que parte de los ataques de ella para hablar de la naturaleza un tanto enfermiza de algunas relaciones. Al punto que, llegada cierta parte del relato, uno tiene la impresión que, pese a los continuos ataques de pánico de Ana, él más complicado y problemático de ambos es Toma, por más que sus conflictos no se manifiesten de una forma tan específica.

Es cierto que por momentos el realizador se pasa de gráfico y truculento y que, en más de una ocasión, cae en psicologismos extremos –incluyendo varios análisis y lecturas psicoanalíticas de sueños– que hacen parecer a la película un largo episodio con alguno de los personajes de la serie IN TREATMENT. Pero más allá de esos pasos en falso, ANA, MON AMOUR es una película que habla de manera muy sincera y hasta cruda de las dificultades y extrañas simbiosis que existen en las relaciones de pareja, más allá (o más acá) de los problemas psiquiátricos, las pastillas y las horas de terapia.

AQUARIUS, de Kleber Mendonca Filho – Ver crítica completa aquí

AUSTERLITZ, de Serge Loznitsa

austerlitz-venice-2Es curioso y extraño este documental del realizador de MAIDAN. No tanto por la forma –el documental de observación de plano fijo es una marca registrada ya en el género y en la carrera del realizador– sino por la complejidad que presenta a la hora de interpretarlo. Loznitsa filma en blanco y negro con una cámara fija que parece escondida dentro o detrás de algo (casi nadie la advierte) lo que parece ser un día de visitas turísticas al campo de concentración de Sachsenhausen. De manera rigurosa, muestra a los turistas recorriendo los distintos parajes del lugar pero sin jamás mostrar las zonas o lugares más, digamos, traumáticos. Las personas caminan, hablan, se sacan fotos, escuchan a guías (humanos o audioguías) y por momentos podemos escuchar nosotros también a los guías explicar, cada uno a su manera y en su idioma, las cosas que pasaron allí.

¿Cómo interpretar el material? Si lo que Loznitsa intenta es “burlarse” de la gente que hace turismo en lugares así me resulta un tanto banal y de un cinismo impropio para un cineasta de su categoría. Sí, vemos a algunas personas sacándose selfies y posando en posiciones de tortura. A otros con cara de aburridos y queriendo irse a sus casas. Pero no creo que Loznitsa vaya por ahí. De hecho, también vemos mucha gente atenta y concentrada, atendiendo a lo que ven o lo que se les cuenta. ¿Cómo saber, cómo juzgar, qué pasa por la cabeza de la gente cuando visita un lugar de estas características?

loznitsa-master675Quiero entender que el realizador va por otro lado, que plantea si estos lugares donde sucedieron cosas terribles deben convertirse en centros de visita turísticos (para ejercitar la memoria) o deben dejarse ahí, solos, lejos del contacto con la gente, como marcas de un pasado inenarrable pero que no debería ser banalizado por el recorrido casual y medianamente indiferente de alguna gente. Yo no tengo una postura al respecto, pero viendo AUSTERLITZ tengo la sensación que debería ser así. Lo que la película muestra, si se quiere, es “la banalidad del Bien”, la manera en la que terribles hechos históricos se convierten en paseos circunstanciales, marcas en un mapa de fotos, recuerdos a ser compartidos en Facebook. Y la cámara oculta, casi espía, parece cargar consigo la mirada un tanto incrédula y sorprendida de los que perdieron sus vidas allí, transformándola en una exraña y espeluznante película de fantasmas.

 

DOGS, de Bogdan Mirica

dogs-caini-cannesUna de las propuestas más interesantes de las que pude ver en Un Certain Regard –una sección que este año no se caracterizó por obras memorables– fue esta suerte de western-thriller rumano. Inesperado por su forma (lejos del realismo urbano habitual del nuevo cine de ese país aunque con los mismos actores) pero igualmente realista y duro, DOGS cuenta una historia que bien podría trasladarse a algún rancho texano o a un territorio propio de FARGO.

Roman (Dragos Bucur, el protagonista de POLICIA, ADJETIVO) hereda de su abuelo una enorme finca en el medio de la nada. Su intención es venderla, pero lo que no sabe es que dentro de ese territorio “mal habido” se cocinan negocios siniestros y la presencia malévola de Samir (Vlad Ivanov, otro clásico actor y casi siempre villano del cine rumano) lo deja en claro. De entrada la aparición de un pie flotando deja entrever que con los muchachos que circulan por el campo no se jode. Pero Roman viene de la ciudad y cree que puede manipularlos y es allí que empiezan los problemas, los que hacen recordar a los filmes más secos y violentos de los hermanos Coen, como SIN LUGAR PARA LOS DEBILES o SIMPLEMENTE SANGRE.

Dogs_2016Hay, además, un inoperante (resignado, corrupto, o simplemente viejo y enfermo) policía que no ayuda mucho en lo que se va perfilando como un enfrentamiento sangriento. Y como encima Roman no tiene mejor idea que recibir a su novia en la nueva casa la situación ya promete ser aún más dramática. Lo que impide que DOGS sea el gran thriller que promete ser (tiene un aire a película australiana de los ’70 también) es la inexperiencia de Mirica en el manejo de los tiempos y del suspenso, como si no pudiera decidirse del todo a entrar en el terreno del policial violento y nihilista y necesitara agregarle “rumanidad” a su historia, algo que por el planteo propio del filme no termina de cuajar, ya que quiebra una tensión que debería ser creciente y angustiante. La violencia finalmente llega –y cómo–, pero para ese entonces algunos tal vez ya hayan perdido las esperanzas de que la película se recomponga. Los que se queden serán testigos de otro de esos enfrentamientos cruentos, uno que Mirica maneja a mitad de camino entre la crueldad manifiesta y el fuera de campo que el espectador, finalmente, terminará agradeciendo.

ELLE, de Paul Verhoeven – Ver crítica completa aquí

FUOCOAMMARE, de Francesco Rosi – Ver crítica completa aquí

GODLESS, de Ralitza Petrova

I AM NOT YOUR NEGRO, de Raoul Peck – Ver crítica completa aquí

RESTER VERTICAL, de Alain Guiraudie – Ver crítica completa aquí

TA’ANG, de Wang Bing

bitter_money_stillLas dos películas más recientes de Wang Bing pueden ser vistas en cierto modo como una sola, dividida en dos partes, cada una de dos horas y media de duración y ambas centradas, en principio, en historias de desplazamientos internos. En TA’ANG, Bing describe a los refugiados de la guerra de Birmania que se adentran en China para vivir en campamentos, tratando de sobrevivir con lo mínimo indispensable y conseguir que otros familiares puedan irse con ellos. Wang retrata el día a día de este campamento, las conversaciones familiares, los problemas cotidianos y los otros, los que los han llevado hoy a tratar de sobrevivir de maneras casi ifrahumanas.

El de BITTER MONEY es otro tipo de desplazamiento: el de las personas que van a vivir a grandes ciudades con intención de mejorar económicamente. Wang sigue también aquí a un grupo de personajes de distintas edades yéndose de su entorno rural conocido (cercano también a la frontera con Birmania, casi como si este fuera el paso siguiente al de los refugiados de TA’ANG) y que, tras un demoledor y atestado viaje en tren, empiezan a vivir en Huzhou, una ciudad industrial en la que, para que conseguir el tan deseado dinero, hay que soportar condiciones bastante degradantes, especialmente en la labor textil.

Algunas situaciones en extremo violentas generan un grado de incomodidad que son difíciles de entender en un documentalista/humanista como Wang (una golpiza que debería haber sido interrumpida y no filmada), pero siempre la película parece caminar en una frontera entre el documental y la ficción por lo cual es imposible saber qué de lo que vemos es “real” en el sentido documental del término. Lo que no hay dudas es que sí es real en un sentido socioeconómico: las frustraciones que se generan cuando los sueños tan deseados no aparecen pueden llevar a este tipo de situaciones de discordia familiar y violencia de género tan degradantes y espantosas aquí como allá.