Cannes: crítica de «The Meyerowitz Stories (New and Selected)», de Noah Baumbach
Protagonizada por Dustin Hoffman, Ben Stiller, Adam Sandler y Emma Thompson, la nueva película del realizador de «Greenberg» y de «Historias de familia» retrata a una problemática familia judía de Nueva York que se reúne en medio de difíciles –pero por momentos muy divertidas– circunstancias.
Noah Baumbach parece haberse convertido en un heredero indie de Woody Allen. Del mejor Woody Allen de los ’70 y ’80. Sus películas recuperan ese espíritu cómico y dramático, lúdico y a la vez serio, pero fundamentalmente neurótico que todos conocemos del cine de entonces de aquel neoyorquino, cuando todavía no había perdido el contacto con el mundo real. Baumbach, también es de Nueva York y si bien no todas sus películas están rodadas allí, acaso esta sea la más puramente neoyorquina hasta la fecha de las suyas.
El universo de la familia Meyerowitz es un poco Allen, un poco Wes Anderson (especialmente LOS EXCENTRICOS TENEMBAUMS), otro tanto la serie TRANSPARENT y con una dosis de cualquier clásico de la literatura judeo-norteamericana. Los personajes principales son Harold Meyerowitz (Dustin Hoffman, repitiendo los tics que ya lo han hecho célebre pero que funcionan con mucha efectividad aquí), un veterano escultor que nunca logró el éxito y el prestigio que muchos de sus colegas sí lograron y que hoy, septuagenario, sigue convertido en un quejoso, pasivo-agresivo, egocéntrico, narcisista y, admitamos, divertido personaje.
Tuvo cuatro matrimonios e hijos con dos de ellos. El mayor es Danny (Adam Sandler, en la mejor actuación de su carrera desde EMBRIAGADO DE AMOR), quien es un frustrado músico, que nunca ha trabajado en toda su vida (no se explica cómo lo hizo pero entendemos que era su mujer la que traía dinero a casa) y que se acaba de separar y enviar a su hija (la excelente Grace Van Patten) a la universidad donde él fue y su padre enseñó. Su hermana del mismo matrimonio (Elizabeth Marvel) parece tan solitaria y frustrada como él, ambos víctimas de un padre un tanto monstruoso que jamás les prestó atención.
El que tuvo una infancia un tanto más amable y al que le va mejor, al menos en apariencia, es a Matthew (Ben Stiller), hijo del matrimonio siguiente de Harold. Pero él es contador, algo que su padre no respeta (aunque sí respeta el dinero que hace). O al menos eso es lo que Matthew cree. El creció en un mejor entorno (su madre la encarna en una breve pero excelente escena Candice Bergen) y parece una persona más centrada y menos freak que sus medio-hermanos, pero también está pasando un momento personal difícil. A ellos hay que sumarles a la última esposa de Harold, encarnada por Emma Thompson, una mujer simpática pero bastante inutil y alcohólica que parece tener la cabeza en las nubes todo el tiempo.
La película se divide en episodios que se van centrando en cada uno de los personajes con la venta de la casa que tienen en Manhattan y una posible (tardía y grupal) retrospectiva de la obra de Harold como ejes narrativos centrales. Sin embargo lo importante de la película pasa por otro lado. A partir de anécdotas en su mayoría graciosas pero que tienen por detrás un regusto amargo, la película se centra en la difícil relación que estos tres hijos tuvieron con su padre y entre ellos mismos (no se veían desde hacía años), lo poco reconocidos y/o valorados que se sienten por él y los daños potencialmente irreparables que les pudo haber causado.
Entre visitas a exposiciones, almuerzos y cenas incómodas, anécdotas repetidas una y otra vez, una internación, peleas y reconciliaciones, THE MEYEROWITZ STORIES (NEW AND SELECTED) es una especie de catálogo de neurosis varias de una familia judía neoyorquina que, obviamente, podría trasladarse a cualquier otro lugar del mundo. También es un filme sobre la memoria. O, mejor dicho, la mala memoria. Y como los recuerdos e historias que las familias se cuentan una y otra vez pueden ser falsos, intencionalmente o no. A diferencia de las familias protestantes norteamericanas o europeas, los Meyerowitz no guardan sus frustraciones y rencores por lo que la película por momentos se convierte en una excesivamente hablada –casi gritada– cadena de reproches, recriminaciones y otras yerbas. Muchas de ellas, de todos modos, muy divertidas pese a bordear lo patético.
Baumbach filma a sus personajes desde cerca, eligiendo raras elípsis para entrelazar capítulos y dando la impresión que la cámara es un miembro más de esa vibrante aunque problemática familia. No hay distancia clínica ni mirada sobradora. Baumbach comparte, sufre y disfruta con ellos los momeentos curiosos que les tocan vivir. Y aunque muchos de ellos sean de vital importancia dramática, muchas veces se resuelven con un buen gag o remate cómico. THE MEYEROWITZ STORIES es una screwball comedy para el siglo XXI.