Festivales: Olhar de Cinema, Curitiba (Parte 1)

Festivales: Olhar de Cinema, Curitiba (Parte 1)

por - cine, Críticas, Festivales
16 Jun, 2017 10:16 | Sin comentarios

Una excelente película como «Baronesa», la opera prima de Juliana Antunes sobre mujeres que viven en una favela de Belo Horizonte, se destacó claramente en la programación brasileña del festival que se realiza en Curitiba. La ganadora local fue la también muy apreciable «Meu corpo é político».

Los críticos solemos decir que descubrir una gran película justifica concurrir a un festival. Que uno puede «clavarse» varias veces o ver filmes que no están a la altura de lo que uno espera, pero cuando ese mágico momento sucede, las horas no fructíferas valieron la pena. Eso me sucedió en esta edición de Olhar de Cinema, el festival de cine que  se hace anualmente en junio en Curitiba y cuyo espíritu –al menos en términos de programación, no en tamaño– es bastante cercano al de cierta línea de películas que se presentan en BAFICI.

Sin ir más lejos, entre los filmespremiados estuvieron TONSLER PARK, LA DISCO RESPLANDECE y MEU CORPO E POLITICO, todos filmes que estuvieron en abril en el evento porteño. A diferencia del BAFICI, el de Curitiba es un evento más pequeño en el panorama brasileño, por lo que muchas veces los más esperados títulos locales no debutan aquí sino lo hacen en festivales previos (Tiradentes) o posteriores (Brasilia, Rio de Janeiro, Sao Paulo, entre otros), sin contar la enorme cantidad de películas brasileñas (más de 20) que ya pasaron por Rotterdam, Berlín y, un poco menos, en Cannes.

Esta primera de las dos entradas que haré sobre este agradable y muy acogedor festival será sobre el cine local. Por cuestiones de tiempo solo estuve aquí una parte del festival por lo que no pude ver toda la oferta local, por lo que mi recorrido se limita, lamentablemente, solo a lo que alcancé a ver. Y de esa pequeña muestra salió la que tal vez sea la mejor película brasileña de los últimos tiempos.

 

BARONESA, de Juliana Antunes

La realizadora de Belo Horizonte, de 27 años, debuta con este documental que viene de ganar el premio a la mejor película en el Festival de Tiradentes y se vio aquí como filme de clausura, un espacio en el que algunos festivales suelen usar para dar material no demasiado importante pero que aquí se utilizó, y muy bien, para exhibir una película quee ya traía buenos pergaminos y que los convalidó con la fuerza de una sutil pero poderosa aplanadora.

«Baronesa» es el nombre de una favela a la que la protagonista del filme desea mudarse, uno que aparentemente es más tranquilo y menos violento que el que vive. Lo que Antunes nos muestra es la vida cotidiana de esta mujer, su mujer amiga, los hijos de ésta y un amigo (ex pareja) de la favela. El recorte es bastante extremo. Más allá de algún que otro personaje que aparece casualmente, el contexto –el resto de la villa, la ciudad– está fuera de campo. No hace falta verlo. Esos pocos metros cuadrados en los que los protagonistas parecen moverse contienen un mundo. Su mundo.

Si bien hay ciertos momentos que parecen «dramatizados/manipulados», la película jamás pierde su lógica, su recorrido, su verdad. Es un filme íntimo, honesto, que se acerca a sus protagonistas de una manera relativamente similar a la que lo hacía Pedro Costa en sus primeras películas basadas en Fontainhas: es una directora que pasa un tiempo en las favelas con un grupo de mujeres, cnvive con ellas, se integra, filma sus vidas cotidianas y los difíciles y perturbadores momentos que pasaron y que, a lo largo del filme, pasarán. Pero a diferencia de los filmes del portugués (y esto acaso hable de las diferencias culturales entre ambos países), los personajes de BARONESA, pese a que tienen motivos más que suficientes para vivir en la más lúgubre tristeza y oscuridad, se dan el tiempo para reírse, bailar, cantar y enfrentar su vida en lo que parece ser una trinchera de una batalla (o un campo minado).

Claro que esto no quita la dureza y potencia de la película, que va creciendo con el correr de los minutos, especialmente desde que se desata una guerra entre pandillas en la favela, guerra que casi no vemos (salvo en un breve y shockeante momento, capturado in situ) pero en la que estamos, con los protagonistas, metidos. Son ellos los que no pueden moverse más allá de ciertas zoas y en ciertas horas, él anda con chaleco antibalas y hasta prueba su resistencia, y ellas están atentas a la posibilidad de que esa violencia las cruce en cualquier momento. Violencia a la que no son ajenas –ya lo verán por las historias que cuentan–, y que han aprendido a sobrellevar a la fuerza y con coraje.

BARONESA podría haber sido, en otras manos, una película cruel, exótica, condescendiente o paternalista. Pero Antunes mantiene la cámara en los cuerpos, los rostros y las miradas de los protagonistas, raramente tomándolos en planos generales. Está todo allí, en ese encierro del que desean liberarse, pero que también los constituye, con sus momentos de humor (animales sueltos, baldazos de agua fría para tolerar el calor, juegos familiares) y otros más dramáticos, casi todos ellos felizmente fuera de campo. Sentimos y sufrimos las consecuencias, pero la debutante directora tiene la inteligencia de alejarnos del morbo televisivo, de la explotación.

Siempre el acercamiento de directores de clase media a barrios carenciados genera un potencial choque de posturas y miradas, pero Antunes aquí invisibiliza esa diferencia, la naturaliza. BARONESA es una película que no necesita subrayar el universo ni el contexto en el que estas mujeres sobreviven. Está ahí y basta con verlas y escucharlas para sentir el peso de sus experiencias. Una película imprescindible del cine latinoamericano: política, audaz y honesta como pocas.

 

MEU CORPO E POLITICO, de Alice Riff (7)

Este documental sigue a cuatro personas transgénero que habitan en la periferia de San Pablo y que, cada uno/a a su manera, se dedica a lucha y defender sus derechos. La película sigue sus recorridos paralelos y actividades diarias, no todas necesariamente ligadas a algún tipo de actividad militante, pero en varios casos poniéndonos sí en el centro de reuniones masivas o conversaciones privadas en las que el tema de las identidades sexuales no binarias y las dificultades que eso conlleva con el “afuera” son tratadas.

Una de ellas trabaja en una canción cuya letra habla de estos temas: represión, visibilización, marginación, pobreza, racismo. Otra trabaja en una escuela y plantea en una suerte de asamblea cómo ingresar estas temáticas a las aulas. Otra tiene un sitio de internet de intercambio social entre personas que, de diferentes maneras, se sienten físicamente distintas a las convenciones. Otro plantea su específico conflicto entre su identidad sexual y su particular conformación biológica. Es interesante cómo el filme opera visualmente en función de discutir la cuestión de la “normalidad”: prácticamente todo lo que vemos está centrado en los personajes y su mundo, lo que deja fuera de cuadro a ese “otro” que los reprime y censura pero al que prácticamente no vemos.

Aunque no lo parezca para los que asumimos o suponemos que Brasil es un país más abierto que otros –al menos en América Latina– a aceptar e integrar a las comunidades LGBT, las estadísticas dicen lo contrario, que es muy alto el índice de crímenes especialmente contra los transexuales. La película de Riff se asume, entonces, como parte de un trabajo, si se quiere, hasta educativo para visibilizar ese universo y volverlo –a través de la identificación que producen las historias personales y las anécdotas– menos misterioso para ese afuera.

 

NAVIOS DE TERRA, de Simone Cortezao

Esta opera prima poética intenta describir las experiencias de un grupo de trabajadores de barcos, que viajan por el mundo llevando mercaderías. La película, que mezcla lo que parecen ser trabajadores reales con actores (el protagonista es el reconocido actor Romulo Braga), posee bellos y líricos momentos visuales, en los que la cámara se detiene en las circunstancias laborales en el mar, las vistas y las sensaciones que se tienen en ese lugar. También en ella se cuentan historias –de parte de los marinos reales– bastante shockeantes pero cautivadoras, lo que la convierte en un inmersivo relato en el agua. Un final que transcurre en un alejado país (no diremos cuál) posee también similar lirismo.

El problema del filme –algo que aqueja a bastantes películas brasileñas– es cierta pomposa tendencia a reflexionar en un tono poco creíble, forzado, buscando una suerte de poesía en los diálogos que remedan algunas olvidadas prácticas de décadas pasadas. Metáforas, alegorías, diálogos claramente impostados que atentan contra el fluir de la narración. Otro problema –menor, pero problema al fin– es que para ser una película que apuesta en muchos momentos por el lirismo visual, la calidad de imagen y de sonido son bastante pobres. Eso no molesta en las escenas de diálogos íntimas o las más claramente documentales, pero cuando la película quiere capturar la cuestión casi épica de pasar días y noches en altamar, se vuelve un inconveniente a la hora de apreciar lo que ese universo tiene para ofrecer. Una película con sus momentos apreciables, pero que necesitaría empezar a dejar en el puerto el «lastre» de convertir muchos de los diálogos en recitados pretendidamente «poéticos».

 

A CASA DE LUCIA, de Joao Marcelo y Lucía Luz

Esta película producida en Curitiba no logra del todo aprovechar los distintos ánngulos que la historia que tiene para contar potencialmente abre. Es una suerte de documental casero –grabado en muchos casos por teléfono con planos verticales, skype y similares tecnologías económicas– que narra el regreso a Kuwait de una mujer que vive en Brasil pero cuya familia quedó allí. El viaje no dista mucho de ser lo que uno podría grabar si filmara la visita a sus familiares en otro país y le enviara el material a su pareja, que no viajó. Pero la particularidad es que los miembros de la pareja llegaron a Brasil escapando de conflicto en Siria y hoy son refugiados allí.

El filme, sin embargo, tarda bastante en esclarecer esos puntos. Si bien sabemos que son refugiados, durante gran parte del relato lo que vemos es a la protagonista reunirse con padres y hermanos, hacer compras, ir de festejos y cumpleaños y hablar de las diferencias entre ese país y Brasil con su novio por skype. De a poco van apareciendo los temas más fuertes que la película no explora en profundidad: las experiencias de ambos en Aleppo, Siria, cuando empezó a ser bombardeada; la complicada situación de pertenecer a una familia cristiana en un país como Kuwait y otros temas más relevantes que la película toca casi de costado. Y si bien la protagonista es simpática y comparte algunos amables momentos con sus familiares, sin ese elemento extra de la forzada emigración (unos videos de Aleppo que se muestran al final dejan a las claras que había otra historia para incorporar que era más interesante que la protagonista yendo a un shopping a comprar un iPad), el diario de viaje por sí solo no tiene el peso suficiente dramático o estético para convertir a la experiencia en algo tan relevante como sí lo son esos momentos.