Series: crítica de «Ocho horas no hacen un día», de Rainer Werner Fassbinder
Se estrena en la Argentina la serie televisiva que filmó el realizador alemán entre 1972 y 1973 y que fue restaurada y exhibida este año en la Berlinale. Esta historia familiar que refleja los conflictos políticos y sociales de la época se verá desde el sábado 2 de septiembre en la Sala Lugones.
Si uno creía que, ya con lo conocido, estrenado y difundido internacionalmente, la carrera de Rainer Werner Fassbinder era tan apasionante como prolífica ahora habrá que sumarle ocho horas más de narrativa a esa trama, ocho horas que se jamás se habían exhibido aquí y que sirven para agrandar más su figura. Es curiosa la manera en la que la llegada de OCHO HORAS NO HACEN UN DIA vuelve a situar a Fassbinder como uno de los cineastas pioneros en trabajar el formato seriado para televisión, ahora tan de moda. A fines de los ’60 y ’70 era bastante común –especialmente en Europa, gracias a las televisiones públicas– que reputados cineastas hicieran muchas películas para TV (de hecho, muchas de las de RWF de entonces lo son), pero no tantos hicieron series. Todos sabemos de la ya clásica BERLIN ALEXANDERPLATZ, realizada en 1980, pero no muchos conocen esta otra serie, más breve, que se estrena el sábado 2 en la Sala Lugones.
Realizada entre 1972 y 1973, en la misma época en la que sacaba, una tras otra, películas como LA ANGUSTIA CORROE EL ALMA o LAS LAGRIMAS AMARGAS DE PETRA VON KANT, se plantea como una «serie familiar» y juega, en paralelo, como en buena parte de su cine, con los universos personales y sentimentales de sus personajes y con el contexto socioeconómico que los rodea. La miniserie, que fue un encargo de la cadena de televisión Westdeutscher Rundfunk (WDR) y que se exhibe este sábado por primera vez en América Latina en la versión restaurada que se vio en el pasado Festival de Berlín, refleja claramente el clima de su época.
A la trama familiar clásica que debían mantener estas miniseries de horario central televisivo, Fassbinder le impone otra trama, ligada directamente a la explotación laboral. El primer episodio, que arranca con una reunión familiar en la que se ve que pese a las apariencias no todo está demasiado bien entre sus miembros, pronto introduce como protagonista a Jochen (Gottfried John), quien trabaja en una fábrica de partes metálicas (RWF saca jugo a la imposibilidad del protagonista de explicar exactamente qué es lo que producen ahí). Cuando sale a hacer unas compras (en realidad va a buscarle alcohol a su bastante pícara abuela) conoce a Marion (Hanna Schygulla), quien se ocupa de los avisos clasificados de un periódico local de Köln y la invita al cumpleaños familiar que están «festejando».
Cuando todo parece ir por el lado de la historia romántica con sus contratiempos (ella tiene un novio y un hermano menor medio pesado que cuidar), Fassbinder introduce en la trama los conflictos laborales de la fábrica en la que trabaja Jochen, a partir de un bono prometido a los empleados que no les es pagado por el dueño. Esto desatará un conflicto interno y pronto la serie pasará a ser un retrato de esa comunidad obrera de Köln con la familia en cuestión por momentos en segundo plano. La historia va yendo y viniendo de la relación entre Jochen, Marion y su familia a la que él (y luego ella) tienen también con los otros operarios en situación de conflicto laboral con sus patrones.
En el segundo episodio, centrado en la abuela de Jochen y sus desventuras con su nuevo «novio» para conseguir un departamento barato, también Fassbinder combina una serie de peripecias cómicas con un ácido retrato sobre la desigualdad económica y la desidia de las autoridades, algo que se hace más evidente cuando la pareja abre un jardín de infantes sin permiso oficial. Según cuenta la historia, a Fassbinder le habían encargado ocho episodios de la serie pero el canal, al ver cómo su «serie familiar para horario central» se transformaba en una en la que se discutían malos salarios, pensiones bajas, el costo de vida, las duras condiciones de trabajo, huelgas y asuntos similares, decidió suspender la producción en el quinto episodio.
Formalmente clásica y narrativamente potente, la serie no busca transgredir desde el lenguaje sino, básicamente, desde los contenidos. Su forma de encuadrar, narrar y editar no se aleja demasiado de las convenciones de la época (muchos zooms, primerísimos planos) pero más allá de esos detalles su sistema siempre es más cercano al de Hollywood que al del cine de autor más político y radical de la época. Fassbinder contrabandea la temática política de la serie en un marco o sistema narrativo tradicional, algo que mantendría en buena parte de su carrera, muy apegada especialmente a los recursos del melodrama clásico.
Es imposible no mirar OCHO HORAS NO HACEN UN DIA sin compararla con las series actuales. Si bien, a diferencia del TWIN PEAKS de David Lynch, Fassbinder respeta las reglas del lenguaje standard del género, lo que marca la distancia es su grado de politización. Y, si bien uno podría decir que es un reflejo de la época en la que se hizo y transcurre, es cierto también que hoy la situación laboral de las clases trabajadoras es aún más complicada que la de entonces. Solo que la televisión no se ocupa de mostrarla. Y menos en horario central.
Ocho horas no hacen un día (Acht Stunden sind kein Tag). Alemania Federal, 1972-1973.
Dirección y guion: Rainer Werner Fassbinder. Con Gottfried John, Hanna Schygulla, Luise Ullrich, Werner Finck, Irm Hermann, Kurt Raab, Eva Mattes.
Duración total: 467 minutos.
Versión restaurada en DCP.
Sábado 2:
Capítulo 1: Jochen y Marion
A las 19 horas (101’)
Capítulo 2: La abuela y Gregor
A las 21:30 horas (99’)
Domingo 3:
Capítulo 3: Franz y Ernst
A las 16:30 horas (91’)
Capítulo 4: Mónica y Harald
A las 19 horas (88’)
Capítulo 5: Irmgard y Rolf
A las 21:30 horas (88’)
REPETICION: del lunes 4 al viernes 8, un capítulo por día, a las 19 horas.