Series: crítica de “Mindhunter”, de Joe Penhall (Temporada 1)

Series: crítica de “Mindhunter”, de Joe Penhall (Temporada 1)

por - Críticas, Series
28 Oct, 2017 12:28 | Sin comentarios

Pese a algunos buenos momentos la serie dirigida (cuatro de sus diez episodios) y con producción ejecutiva de David Fincher no logra convencer del todo con su historia, basada en un caso real, de los primeros agentes del FBI en investigar casos de asesinos seriales en los años ‘70.

Creo que David Fincher es uno de los mejores cineastas contemporáneos pero, a la vez, me da la impresión que casi siempre suele trabajar con guiones que no están a la altura de su talento. Le ha pasado en varias películas (las últimas, PERDIDA y LA CHICA DEL DRAGÓN TATUADO), en las que uno ve su enorme talento para la construcción y la puesta en escena un poco desperdiciadas en thrillers que se apegan demasiado a las convenciones del best-seller. Y si bien es cierto que su capacidad narrativa mejora esos productos hay algo inherentemente convencional en su estructura y narrativa. Por otro lado, cuando trabaja con guiones e historias más originales, inteligentes o creativas (cómo en LA RED SOCIAL o ZODIACO) sale a la luz todo su talento. Esa buen material de origen le permite brillar.

Si bien su trama puede dar a pensar que MINDHUNTER es un nuevo ZODÍACO, me temo que se parece más a las películas menores de Fincher. Digo menores y no malas, porque se trata de un director casi incapaz de hacer algo totalmente malo, aunque convengamos que EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON le pega en el palo. No sé si lo apasiona demasiado el formato más tradicional del policial o porque no le han encontrado la vuelta a la historia pero siento que la serie no termina de cumplir con lo que su premisa promete. De hecho, tengo la sensación que queriendo ser original en su forma termina volviendo a producir un modelo televisivo episódico y subrayado que la propia industria —o al menos sus mejores ejemplares— había superado.

Los diez episodios de la serie se organizan, casi, como mini películas de dos episodios cada una, no casualmente dirigidas por la misma persona (cinco realizadores se dividen los diez episodios de a dos, con Fincher dirigiendo los dos primeros y los dos últimos). El eje, como comenté en la crítica de los dos primeros episodios, está ligado al trabajo de primero dos y luego tres personas que integran la recientemente creada “Behavioral Science Unit” del FBI. Su forma de trabajar es un tanto difusa organizativamente pero digamos que se dedican a entrevistar a famosos asesinos seriales (antes que esa palabra entre al léxico común) para entender qué los hace funcionar así en una época en la que el FBI se dedicaba a resolver casos con motivaciones más lógicas y menos ligadas a personalidades psicológicamente complejas o seres con profundos traumas.

A la vez, recorren ciudades del país dando clases sobre estos temas y da la casualidad que en muchos de sus viajes se topan con casos sobre los que pueden aportar sus conocimientos, primero de manera tentativa y al final casi como si fueran (al menos uno de ellos, Holden Ford) una suerte de Sherlock Holmes. Sobre eso aparece otro eje que tiene que ver con el crecimiento profesional mezclado con la perturbación mental cada vez más creciente del propio Holden, que muy rápidamente pasa de ser un tímido, inexperto y confundido joven agente interesado en estos fenómenos a convertirse en un sujeto prepotente, agresivo y con aristas peligrosas. Es obvio de entrada que el interés del tipo por estos asesinos está ligado a sus propias perturbaciones, pero la forma en la que el arco narrativo del personaje se desarrolla a lo largo de la temporada es bastante poco creíble.

Otro de los grandes problemas de la serie son sus diálogos. Tal vez los guionistas supongan que el público televisivo tiene menos luces que el cinematográfico ya que subrayan, explican y reiteran sus conceptos y temas hasta el hartazgo. Es cierto, es 1977 y poco se sabe del tema “criminales compulsivos”, pero por cómo se tratan las perturbaciones psicológicas de los personajes en la serie pareciera que los textos de Freud se publicaron sólo unos años antes. Y convengamos que Jack el Destripador existió un siglo antes…

Si bien los realizadores en la mayor parte de los casos logran darle potencia y entidad a episodios en los que el tema principal es saber si se le debería o no permitir al director de un colegio hacerle cosquillas en los pies a sus alumnos (un hecho curioso que está metido muy a la fuerza en la trama ligado más que nada a entender este tipo de compulsiones), solo a veces las situaciones tienen la potencia que la historia precisa. Uno puede ser Ed Kemper, uno de los asesinos seriales que entrevistan. El otro es la decisión de Ford de mentir y ocultar su interrogatorio a otro de los asesinos en los últimos episodios, también dirigidos por Fincher. Pero otros casos y situaciones (como el caso del asesinato de una mujer realizado por tres personas) no logra del todo incorporarse temáticamente a la serie y se leen claramente como anécdotas del libro en el que la serie se basa y en la que los dos agentes cuentan sus experiencias en esa unidad.

Pese a su elegancia formal, su simpáticas selecciones musicales y lo siempre intrigantes que suelen ser estas situaciones de interrogatorios policiales, tengo la impresión que MINDHUNTER todavía funciona en un sistema de prueba y error, con algunos momentos muy intensos y logrados seguidos por otros más cercanos al final de PSICOSIS, de Hitchcock, en el que, si recuerdan, se explica de manera obvia y didáctica las motivaciones de los crímenes que allí se cometen. Ese problema sobrevuela toda la temporada de la serie: las conversaciones suelen ser más explicaciones para el espectador que conversaciones reales (ejemplo: el libro que la novia de Holden lee sobre cómo las personas se visten y comportan según las distintas ocasiones, la lectura detectivesca de Holden para darse cuenta que ella lo quiere dejar, las discusiones entre ambas parejas, etc) y, por más que los tiempos hayan cambiado de entonces ahora, la serie no transcurre en los años 50 como para que los propios protagonistas —especialistas, encima, en estos temas— tengan que estar explicándose unos a otros los significados de lo que acabamos de ver.

No está mal que MINDHUNTER no tenga una estructura clásica y convencional, pero su esquema no es el “vale todo” de David Lynch en TWIN PEAKS sino más bien su opuesto. Todo siempre es reducible a material psicoanalítico clásico y convencional (madres castradoras, padres ausentes, su ruta) y por más que las historias giren y sean  impredecibles siempre vuelven a lo mismo, sin casi posibilidad de sorprendernos. Pero hay talento dando vueltas por la serie (además de Fincher, que es productor ejecutivo, hay directores de renombre) como para que en la segunda temporada esos errores se corrijan. El problema, a mi entender, es el showrunner y coguionista de buena parte de los episodios, el tal Joe Penhaal, un autor teatral que no parece tener demasiado claro cómo escribir cinematográfica o televisivamente. Quien sabe, tal vez, como su “mindhunter” favorito, el perturbado geniecillo Holden Ford, aprenda rápidamente a hacerlo para la segunda temporada.