I have eaten
the plums
that were in
the icebox
and which
you were probably
saving
for breakfast.
Forgive me
they were delicious
so sweet
and so cold
(“This Is Just To Say”, William Carlos Williams)
La simpleza de PATERSON es tramposa. Es la simpleza del que ha encontrado que ciertas verdades sobre el mundo no necesitan demasiadas explicaciones, ni análisis, ni siquiera tienen que ser cubiertas con esa pátina de realismo psicológico que vuelve a las películas plausibles, “verdaderas”. En PATERSON lo que sucede podría ser un poema, un haiku, el mono no aware de la tradición japonesa: esa capacidad de encontrar en lo simple, transparente y efímero una verdad sobre las cosas, sobre las personas y sobre el mundo. Eso es la nueva película de Jim Jarmusch, una serena y adulta reflexión en tono zen sobre la belleza del ser y estar en el mundo, día a día, momento a momento.
En términos narrativos, la película cuenta la historia de un tal Paterson (Adam Driver, en una performance muy contenida en relación a lo que hace en GIRLS o STAR WARS) que vive en la ciudad de Paterson, New Jersey, cuna del poeta William Carlos Williams. El hombre es conductor de un bus urbano y su rutina cotidiana es muy regular: se levanta a la misma hora, desayuna siempre lo mismo, trabaja hasta las seis de la tarde, va a su casa y cena con su mujer, saca a pasear al perro y en el interín se toma una cerveza en el bar de siempre.
Las modificaciones a esa cotidianeidad son menores: su mujer quiere preparar cupcakes, comprarse una guitarra y aprender a tocar; una pareja en el bar tiene problemas románticos, algún problema con el bus en cuestión, y cosas así. Pero por lo general todo parece mecánico, un día igual al siguiente y al que viene después. A esa rutina Paterson le agrega un detalle no menor: el hombre escribe poesías en los minutos libres que tiene antes de empezar a recorrer las calles. En el cuaderno que lleva a todas partes están sus observaciones transformadas en poemas descriptivos, poco pretensiosos pero con un gran poder de observación. Eso sí, el fin de semana la rutina cambiará y ahí se producirá un quiebre que sacudirá un poco la vida armoniosa de Paterson y su mujer. Y eso es todo.
PATERSON funciona en un tono menor, desdramatizado, con el protagonista y su esposa de origen iraní en un estado de romántica inocencia que parece sacado de una publicidad de felicidad de pueblo chico de los años ’50. Y Jarmusch aprovecha pequeños momentos para marcar diferencias entre uno y otro día: conversaciones en el bus, en un lavadero, en el propio bar. De esa manera, el personaje y la ciudad (que comparten nombre) logran transformarse en una sola y misma cosa. Pero la tesis principal parece puesta en celebrar, mediante recursos poéticos (los que Paterson escribe y Jim filma), la belleza contenida y amorosa de la vida conyugal, en lo que hoy parece algo un tanto retro. No se busca profundizar en contradicciones, husmear en lo que se oculta bajo esa apariencia de amabilidad cotidiana. Al contrario, se celebra esa felicidad cotidiana que aparece en una caja de fósforos, en un diseño de un vestido, en un encuentro inesperado.
“¿O preferirías ser un pescado?”, es uno de los riffs con los que juega Paterson en uno de sus poemas, tras encontrarse con un alma gemela japonesa que admira también a Williams. De eso habla la nueva y encantadoramente simple película de Jim Jarmusch: de los bellos secretos que se esconden en la cotidianeidad de la experiencia, de la celebración de estar vivos y atesorar esos momentos, grandes o pequeños, que nos atraviesan cada cada día y cada semana, de prestar atención a lo efímero y a lo pasajero, a eso indescrifrable que nos hacer ser quiénes somos, con nuestras pequeñas cosas, cosas que tal vez solo sean importantes para nosotros, para esas personas que amamos y para nadie más. ¿O preferirías ser un pescado?
(Crítica publicada durante el Festival de Cannes 2016)
Hermosa peli, Diego. Mi educación en cine comenzó en los 90, y Dead Man en su momento me pareció un hallazgo (por su loquísima deconstrucción de un «western», el típico humor deadpan de Jarmusch y porque el protagonista, William Blake, tiene algunos problemas con su homónimo: al fin y al cabo lo de Paterson, en Paterson, es otra broma de Jarmusch y, como decís muy bien, lo mismo) Aparte de su engañosa sencillez, me resulta espectacular que su mansedumbre no caiga nunca en un pozo ciego. Es como una caricia al alma en medio del cine solemne, cruel y panfletario que abunda. Esa gran mujer. Y ese perro, jeje. Es un tratado cinematográfico de cómo lograr que lo idílico no sea cursi.
Bueno, no me gustó nada Flores rotas. Com Jarmusch es siempre así para mí: una de cal, una de arena. Esta vez tocó cal. ¿Me recomendás Only Lovers Left Alive? Me la salteé. Sdos.
uuy. Leo a varios críticos célebres dando con un caño a la «impostada» naturalidad del film. Que no es Linklater, que no es Extraños en el paraíso. Que obviedad. Tampoco es Dead Man!
No nos dejan en paz a los choferes…