Series: crítica de «Stranger Things 2», de los hermanos Duffer
Ya sin la sorpresa de la primera temporada y con una trama un tanto redundante, esta «segunda parte» de la serie de Netflix logra superar sus problemas narrativos gracias a sus encantadores personajes y a un notable elenco. Son ellos los que les dan vida y credibilidad a este efectivo/efectista homenaje al cine de los ’80.
Uno de los principales inconvenientes de la televisión serializada tal como se la entiende en la última década –y un poco más– es que su formato narrativo preferido suele chocar contra la lógica del mercado. Pongámoslo de otra manera: veinte años atrás la mayoría de las series se manejaban en base a episodios independientes en los que los personajes principales debían resolver tal o cual asunto a lo largo de una hora. En las series más «adultas» o las que vinieron poco tiempo después, esa «intriga de la semana» iba acompañada de lo que ahora se da en llamar una «Mitología». Tal el caso de LOST, acaso la más famosa serie que tuvo que atravesar la transición del modelo pasando de una primera temporada episódica a tener que armar sobre la marcha un complicado universo que la sostuviera en el largo plazo.
Hoy, si alguien propone una serie a un estudio, a una productora, a un canal de TV, a Netflix, más vale que se lleve a la reunión la «Biblia» en la cual, aunque solo sea un pitch por una temporada (o, peor, la adaptación de una novela con el final ya escrito) ya se tenga en la cabeza qué es lo que podría pasar si la serie en cuestión se estira, no sé, ocho años. Quiero creer que los hermanos Duffer lo hicieron cuando vendieron STRANGER THINGS como un homenaje a ese tipo de películas de mediados de los ’80 (ese mundo Spielberg-Zemeckis-Dante-Carpenter-Landis-Stephen King y varias firmas más) con un grupo de amigos de pueblo chico que, montados en sus bicicletas, descubrían misterios y secretos del inframundo. Pero ninguno se imaginó el tremendo éxito de la primera temporada por lo que se vieron obligados seguramente a reconsiderar algunas cosas.
Allí es donde STRANGER THINGS 2 se mete en problemas de los que no en todos los casos sale airoso. En la necesidad de adecuar la idea central a lo que funcionó mejor o peor en la primera temporada, o a los requerimientos de la audiencia, como «el caso Barb». Creo que el giro principal –y el que tuerce la serie de una manera no del todo lograda– es la compleja re-incorporación de Eleven (Millie Bobbie Brown) al resto de la historia. Los propios creadores admitieron que era un personaje para la primera temporada, pero el boom que significaron (el personaje y la actriz) obligaron seguramente a alterar el modelo hasta llegar al punto de tener que modificar el corazón de la historia.
Es así que la estructura argumental de STRANGER THINGS 2 parece estar rota, partida, entre un más predecible caso nuevo de misterio de nuestros jóvenes protagonistas (y no olvidar a sus hermanos mayores, con algunas incorporaciones) y una especie de mitología a lo X-MEN en versión mala imitación de Walter Hill a la que llevar a Eleven, que hasta el final funciona en su mundo paralelo, uno que –salvo alguna excepción– es mucho menos interesante que su personaje. A juzgar por las malas críticas recibidas por ese giro de la historia (me refiero, claro, al Episodio 7), seguramente los Duffer volverán hacia atrás con esa decisión y reincorporarán a Eleven a la pandilla más orgánicamente.
Fuera de eso, la nueva temporada, con sus nuevos misterios del inframundo, la esperable sobrexcitación de Winona Ryder, la muy lograda química entre los chicos (especialmente entre Dustin, Lucas y Steve), el creciente protagonismo del policía Jim Hopper, el mayor peso de las «situaciones románticas» y la incorporación de los ochentosos Sean Astin y Paul Reiser en roles clave, funciona bastante efectivamente. No pasa lo mismo con personajes nuevos como Max y Billy, especialmente este último, pasado de rosca en cuanto a su imitación del bully con peinado de bajista de Duran Duran. Si bien el nuevo misterio no se diferencia mucho del anterior –ni tampoco la imposible forma de resolverlo–, es claro que lo que allí importa es más el homenaje a un tipo de estructura ochentosa que la plausibilidad en sí.
El placer y las limitaciones de STRANGER THINGS están en ese apego a una idea cinematográfica de los ’80 que, como sucede en el caso de IT también, está funcionando comercialmente a la perfección, acaso porque para los adolescentes y jóvenes de hoy ese tipo de cine, de historias y de aventuras en el mundo real y con amigos reales pertenecen al universo de la más pura fantasía pre-online. Para los que teníamos más o menos la edad de los protagonistas en los años que transcurren las historias (1983-1984) hay un cierto deja vu que si bien no deja de ser simpático resulta un tanto redundante y efectista, especialmente en la selección de temas musicales y homenajes varios. Una funcional imitación incapaz de reemplazar el original. Un gesto, agradable y bien ejecutado, pero gesto al fin.
De todas maneras, como todo lo que funciona en el mundo de las series, finalmente lo que las hace vibrar son sus personajes y la química que existe entre ellos. Eso sucede en STRANGER THINGS y eso es lo que la hace ser más que un cariñoso ejercicio de nostalgia. El inesperadamente amable y enternecedor personaje de Sean Astin (un original protagonista de LOS GOONIES), el impecable timing cómico de Dustin, Lucas y compañía, la complicada, comprensible y a la vez valiente personalidad de Jim (David Harbour) y la siempre intrigante Eleven (más allá de su floja línea narrativa) hacen que la serie de los Duffer funcione pese a la sensación de que se trata de un juego que debería tener corta vida. Mientras eso siga funcionando, hay serie para rato. Bah, hasta que se pongan todos veinteañeros y se transforme en un homenaje a FRIENDS.