Cannes 2018: crítica de «Under the Silver Lake», de David Robert Mitchell (Competencia)

Cannes 2018: crítica de «Under the Silver Lake», de David Robert Mitchell (Competencia)

por - cine, Críticas, Festivales
16 May, 2018 08:50 | comentarios

La tercera película del realizador de «Te sigue» es una bizarra y complicada historia policial que transcurre en Los Angeles, en el mundo de actores, celebridades y productores de Hollywood. Un delirio pop con momentos brillantes pero que se pierde en su propio disparate y en su necesidad de ser «cool» a toda costa.

IT FOLLOWS (TE SIGUE en América Latina y ESTA DETRAS DE TI en España), la anterior película de David Robert Mitchell, era un ejemplo de concisión de estilo y temática. Una película fluida y con momentos brillantes pero muy centrada en impactar de manera sutil con su fuerte y potente historia. UNDER THE SILVER LAKE es casi lo opuesto. No es concisa ni sutil ni mucho menos económica. Es un delirio pop exuberante de casi 150 minutos de duración que empieza bastante arriba y termina cien pisos más alto todavía. Una película caprichosa y enloquecida que va y viene metiéndose en una Los Angeles de pesadilla de la que no sale nunca.

Ideas no le faltan a Mitchell solo que todas parecen gustarle por igual y su película no sabe dónde empieza ni dónde termina, qué importa y qué no. En cierto modo se la puede pensar como el tipo de película que tiende a hacer una joven promesa del indie una vez que se muda a Los Angeles, conoce el ambiente y la cultura más bizarra que rodea a esa ciudad y a la historia de Hollywood y se pierde en sus mares de leyendas y folclore urbano. Algo bastante similar a lo que vivió Richard Kelly, quien tras triunfar con DONNIE DARKO llegó a Cannes y derrapó mal con SOUTHLAND TALES.

Mientras veía UNDER THE SILVER LAKE imaginaba a Andrew Garfield como un alter ego perfecto del realizador (o de muchos que estuvieron en similar situación): viviendo en la citada Silver Lake, siendo invitado a muchas fiestas millonarias, consumiendo un montón de drogas nuevas, mirando mucho cine clásico (y también mucho porno) y leyendo sobre la historia oscura de esa ciudad sin poder avanzar con su prometido guión. Hasta que un día pensó que lo mejor que podía hacer era escribir un guión combinando todas esas estupideces que le pasaban o se le cruzaban por la cabeza. Y acá está el resultado que nadie quiso, supo o pudo controlar al menos un poco antes.

Es imposible resumir la trama de este absurdo policial. Se puede empezar diciendo que se trata de un tipo joven que vive solo en el barrio hipster de Los Angeles llamado Silver Lake, que no parece tener trabajo alguno y que se engancha con una bonita vecina que misteriosamente desaparece de su casa en el medio de la noche. El filme narrará sus intentos para encontrarla en un universo que cabalga entre el de David Lynch de MULHOLLAND DRIVE y el de Thomas Pynchon en INHERENT VICE. Habrá desde asesinos de perros a grupos de rock satánicos, de estrellitas de cine de día que se prostituyen de noche a bizarras desapariciones de famosos productores, de películas clásicas con Janet Gaynor a revistas sobre ocultismo o la vieja y clásica pornografía. Y esto es solo el comienzo de un recorrido interminable por el mundo bizarro de Los Angeles.

El problema de la película es que nada parece importar mucho fuera del gesto de la acumulación pop, de armar una cadena de significantes vacíos que nombran, marcan y traen a la cabeza ideas sobre Hollywood y la historia paralela de Los Angeles pero que están desprovistos de sentido más allá de ese guiño cool. Que puede ser simpático (no hay dudas que la película tiene grandes momentos, muchos de ellos ligados a canciones de rock indie de los 90) pero que como todo guiño se acaba pronto, salvo para los que creen que el cine se construye con este tipo de señalética y ya.

UNDER THE SILVER LAKE tiene escrito en la frente la palabra «película de culto», pero busca tanto serla (cada todos los planos tienen citas «para entendidos») que ese esfuerzo le quita el placer que debería generar una película de ese tipo. Es como esa persona que se viste tan pero tan a la moda que se nota más el trabajo que como le queda la ropa. Las películas se vuelven de culto por motivos que suelen exceder a la propuesta original. Cuando se lo lleva como bandera, el procedimiento queda demasiado en evidencia y el disfrute implota.

Mi problema con la película está ahí. Que sea larga, «indisciplinada» y excesiva no me molesta, y hasta hay momentos en los que su delirio es divertido. Lo que me impide disfrutarla es que es sólo eso, el monólogo en solitario de un guionista y director fascinado y asustado a la vez por Hollywood que quiso hacer una película sobre todo lo que se le pasaba por la cabeza (esa enormidad llamada «la cultura pop») y lo que le quedó se parece más bien a la nada. Como titularon en castellano la obra de un clásico, es «mucho ruido y pocas nueces». O, por usar una frase de un referente más cercano al que citan en la película: «What’s the Frequency, David?»