Cannes 2018: crítica de «Fuga», de Agnieszka Smoczynska (Semana de la Crítica)
La realizadora polaca del extravagante musical «The Lure» regresa con una película más clásica y cercana al drama familiar centrada en una mujer que, tras estar desaparecida durante dos años, se ve forzada a regresar a su vida previa. Pero ha perdido la memoria y no reconoce ni su vida previa ni a los que la rodean. ¿O hay algo que oculta?
La realizadora polaca sorprendió a propios y a extraños en 2015 con su opera prima, THE LURE, un extravagante musical pop con sirenas como protagonistas que seguramente nadie que la vio porá fácilmente olvidar (¿cuántos musicales con sirenas ven más allá de los de Disney?). Para su segunda película, si bien algunos apuntes de misterio y fantasía se mantienen, estamos ante un territorio muy diferente al que podríamos denominar drama familiar. La extrañeza, por momentos, reaparece, pero el terreno en el que se apoya el filme se parece mucho más al mundo real.
Al principio, no tanto. El potente arranque de FUGA (se llama así en polaco originalmente) muestra a una mujer que sale al mundo de lo que parecen ser las profundidades entre dos estaciones de subterráneo o tren. Sucía y maloliente, sube a la plataforma, camina y se pone a mear delante de todos. Termina en la policía, obviamente, mostrando siempre cara de pocos amigo y un gesto desafiante. Y allí de un modo un tanto esquivo se nos hará saber que ha perdido la memoria y no sabe siquiera su nombre. La llevan a un programa de televisión y un espectador la reconoce: es su padre.
Es así que la mujer que dice llamarse Alicja –su nombre real, le aseguran, es Kinga– vuelve a lo de su aparente familia: padre, madre, abuela y, lo que es más llamativo, marido y pequeño hijo. Ella no los recuerda y sigue actuando de una manera bastante salvaje, casi animal, sin poder ni querer adaptarse a las normas impuestas. Lo que le importa es tener un documento y salir de esa ordenada y falsa vida burguesa. Pero de a poco las cosas empiezan a modificarse y el pasado a reaparecer en forma de sensaciones, sentimientos y, quizás, algunos confusos recuerdos.
FUGA es una película por momentos potente y en otros un tanto confusa, como si no se decidiera del todo qué tipo de relato quiere ser. Juguetea con el fantástico en un par de escenas (que pueden o no ser sueños) pero a lo largo de gran parte de su metraje prefiere establecerse dentro del terreno un tanto más firme del drama que se genera con la reaparición de un familiar que se creía muerto y que ha perdido la memoria, ese truquito dramático del que el cine tanto se aprovecha. Si esperan algo similar a THE LURE probablemente se vayan algo decepcionados.
Smoczynska intriga con una serie de personajes que podrían, o no, estar mintiendo, y que tienen un pasado que empieza a clarificarse muy de a poco. Y logra que nos genere finalmente empatía una protagonista que, de entrada, se presenta de un modo bastante desagradable. FUGA reitera cierta predilección del cine polaco por hacer pinturas sociales un tanto caricaturescas pero, a la hora de las definiciones dramáticas, la directora consigue que el espectador sienta las contradicciones y complicadas sensaciones que atraviesan todos los protagonistas. Y es así que, pese a una primera mitad un tanto indecisa y demasiado fascinada con su propio «disparador dramático», la película se hace cargo de modo más franco y frontal de su problemática –familias rotas, divorcios, engaños, dificultades con la maternidad, etc– y termina conmoviendo de modo genuino.