Cannes 2018: crítica de «O grande circo místico», de Carlos «Cacá» Diegues (Proyecciones especiales)
Esta producción brasileña trata sobre un circo a lo largo de más de un siglo, contando las historias de cinco generaciones de una familia que se ocuparon de él. El filme del director de «Bye Bye Brasil» es el tipo de película latinoamericana que uno imaginaba ya no se exhibía en los festivales: una suerte de telenovela de época que combina realismo mágico con el pintoresquismo más banal y anticuado.
Hay películas cuya presencia en Cannes no se explica. O, si se explica, digamoslo de otra manera: hay filmes cuya presencia habla muy mal de los criterios estéticos del festival. Habrá que encontrar razones donde no las hay para justificar que se programe en Cannes –y, encima, como única película brasileña de toda la sección oficial– este engendro llamado O GRANDE CIRCO MISTICO que parece más para una función tipo homenaje (y ni siquiera eso) que para ser programada, aunque sea en una sesión especial. Es cierto, Carlos Diegues es uno de los miembros secundarios del Cinema Novo, participante de aquel célebre CINCO VECES FAVELA que muchos consideran parte importante de esa movida cinematográfica, pero su último filme medianamente relevante es BYE BYE BRASIL, de 1980.
Por algún motivo que no entiendo su nuevo filme está aquí. Se trata de una suerte de homenaje al circo, en un estilo que mezcla Fellini con Subiela, el Wim Wenders más alegórico y actuaciones dignas de la más insoportable telenovela para contar cinco etapas en la vida de una familia fundadora de un circo en Brasil. El filme se compone básicamente de cinco cortos (uno en 1910, otro en 1930, otro en 1960, otro en los ’80 y un último en «el siglo XXI») en el que vamos viendo los problemas personales, profesionales y el destino por lo general trágico de varias generaciones de los fundadores de este circo, cuya actividad real se ve poco y nada.
El filme está narrado y «sostenido» por un personaje que no envejece, el presentador del circo en cuestión que se llama Celaví por los motivos que pueden imaginarse. Y las historias suelen incluir tragedias de todo tipo, desde violaciones hasta abusos sexuales, de traiciones familiares a abusos de drogas (ah, los sesentas), violencia familiar y otras yerbas (varios cameos de famosos, presencias solo justificadas por la coproducción brasileña y así) contadas todas en un estilo entre teatral y preciosista que, a falta de mejor término, solo se me ocurre definir como «viejo». Es ese tipo de películas que el cine latinoamericano fue logrando dejar atrás hace ya alrededor de 20 años. Que hoy se muestre en Cannes es un enorme paso atrás, especialmente tomando en cuenta lo creativo y pujante que es el cine brasileño de estos últimos años. Inexplicable.