Estrenos: crítica de «Paisaje», de Jimena Blanco
La opera prima de Blanco se centra en cuatro amigas que se meten en problemas y deben pasar la noche circulando por el centro porteño mientras tratan de regresar a sus casas fuera de la ciudad. Este filme, que transcurre en los años ’90, es un convincente retrato de los placeres y sinsabores de la amistad, desde un punto de vista femenino.
La opera prima de Blanco, productora ejecutiva de muchas películas de la ya desaparecida compañía BD Cine, revela un ojo más que interesante para la puesta en escena a la hora de contar una historia si se quiere pequeña acerca de una larga y complicada noche en la que cuatro amigas se meten en problemas. A diferencia de lo que podría esperarse de una película con una trama de este tipo (algo así como una version femenina y de personajes múltiples del DESPUES DE HORA, de Martin Scorsese), Blanco plantea un modelo narrativo bastante impresionista, eligiendo utilizar muy poca profundidad de campo y centrándose en los rostros y los cuerpos (las sensaciones) de sus protagonistas.
Las chicas son cuatro amigas que viven en lo que parece ser un country ubicado en el Gran Buenos Aires en algún momento de los años ’90. A partir del deseo de una de ellas de verse con un chico que toca en una banda en el centro porteño, el grupito encara el viaje hacia la ciudad hasta llegar al boliche en cuestión. Pero una vez que están allí las cosas empiezan a complicarse: el objeto de deseo es mucho menos “galante” que lo que imaginan, llega la policía al lugar y las chicas deben irse, pero se olvidan una mochila allí. Enredadas en esos y en otros problemas empiezan a circular/escapar por la ciudad sin tener una forma muy clara de volver a casa y tal vez teniendo que pensar en esperar la madrugada siguiente.
Blanco divide su narración en dos partes. En la segunda –y a partir de la confusión, el miedo y las recriminaciones– aparecen los conflictos personales de las protagonistas y los que tienen unas con otras. El desenlace de este muy breve filme de poco más de una hora es un tanto abrupto, ya que los problemas de las chicas parecen surgir y quizás hasta resolverse de una manera un poco apresurada. Da la impresión que es una película que podría alcanzar mayor complejidad dramática durando unos 10, 15 minutos más. Pero de todos modos la manera en la que Blanco se acerca al confuso y contradictorio universo de la adolescencia, esa zona donde el deseo se mezcla con el miedo y la atracción sexual se confunde con otras cosas, resulta más que convincente en un filme que explora esas sensaciones (mezcla de “sensatez y sentimientos”) desde un punto de vista profundamente femenino.
(En el Gaumont, a las 15.30 y 21.40)