Estrenos: Crítica/Debate con spoilers: «La quietud», de Pablo Trapero
Aquí encontrarán, por un lado, una entrevista al director, que incluye una crítica a la película protagonizada por Martina Gusman, Bérénice Bejo y Graciela Borges y un posible análisis de sus temas y sorpresas, incluyendo todos los giros de la trama. Para debatir.
En esta nota que le hice a Pablo Trapero incluí, en cierto modo, la crítica de LA QUIETUD, por lo que me resulta un poco reiterativo volver sobre muchos de los conceptos allí vertidos nuevamente. Es por eso que utilizaré este espacio, como lo hice otras veces, para abrir las puertas a lo que a veces llamo «Debate con spoilers». Esto es: una aproximación crítica que no escatime ni oculte la resolución de la trama y a partir de la cual podamos discutir sobre la película con total libertad sin tener cuidado de SPOILERS o cosas similares.
Así que, ya saben, lo que atraviesan estas líneas entran en un terreno de PURO SPOILER
Siguen acá?
Seguro? Después no se quejen…
Ok, LA QUIETUD se centra en la reunión de dos hermanas, una que vive en la Argentina y la otra en Francia, cuando el padre de ambas sufre un ACV que lo deja en un estado semi-vegetativo. Lo primero que sorprende, además de lo parecidas que son (no son mellizas) es la escena que tienen la primera noche que pasan juntas, una suerte de masturbación compartida en una cama en la que recuerdan un hecho de la adolescencia de ambas. La escena es llamativa y sugerente al punto que por momentos parecieran estar teniendo una relación sexual, llamémosla, «incestuosa». No llega a serlo –al menos, no literalmente– pero lo parece. Esa escena me da la pista de un eje temático del filme quiero discutir después.
Por otro lado, está la relación que cada una de ellas tiene con sus padres. Mia (Martina Gusman) es claramente la favorita del padre y la recién llegada Eugenia (Berénice Bejo) es la preferida por la madre, Esmeralda (Graciela Borges). Sobre el final de la película, Esmeralda explica porqué ella nunca ha querido a Mia, en una dolorosa confesión en la que da a entender que su nacimiento es producto de una serie de violaciones del padre, a quien ella secretamente odiaba, como queda claro en la escena en la que lo mata o deja morir. A partir de lo que sucede después (los papeles que las hermanas encuentran) esta «confesión» pasa a ser un tanto dudosa. Ya volveré sobre esto también.
Por otro lado está la trama amorosa. Eugenia está casada con Vincent (Edgard Ramirez) y él, a su vez, mantiene hace muchos años una relación en paralelo, cuando se cruzan, aquí o allá, con la propia Mia, quien habría sido su primera novia, o quien gustó primero de él. Eugenia, en tanto, tiene su propio affaire amoroso con el amigo de la familia que interpreta Joaquín Furriel. Y hasta se podría dar a entender que la madre ha tenido lo suyo en el pasado, quizás con el padre del personaje de Furriel, socio de su marido. No olvidemos acá el «embarazo psicológico» de Eugenia, otro eje en apariencia menor pero finalmente importante de la trama.
Esto lleva a la otra revelación del final, una que se instala sutilmente desde la primera escena: que el caserón en el que viven —«La quietud», del título– fue robado a personas desaparecidas por la dictadura, las que fueron obligadas a firmar ventas de inmuebles bajo tortura. La única duda ahí es si fue Esmeralda o su marido (o Esmeralda forzada por su marido, o ambos de común acuerdo) los responsables del despojo de ésta y en apariencia muchas otras casas.
Todo este material junto y en la forma que se combina da como resultado una película curiosa, arriesgada, que va del melodrama al absurdo y que mezcla elementos del más oscuro drama bergmaniano con situaciones extravagantes propias del cine de Buñuel, por citar los dos ejemplos más obvios. Si bien es un filme con un alto grado de riesgo que no siempre logra estar a la altura de los desafíos tonales que se propone, mi impresión es que se trata de un muy interesante ejercicio de un cineasta como Trapero que ha decidido salir del camino seguro y esperable a partir de su filmografía anterior y meterse en territorios casi desconocidos.
Esa decisión es la que más valoro de LA QUIETUD: no tenerle miedo al ridículo, a pasarse de rosca, a coquetear con una trama casi telenovelesca, especialmente en un cine como el nuestro que, en muchas de las grandes producciones, suele tenerle miedo a tomar riesgos. Algo parecido, si quieren, a lo que me sucede con LA CORDILLERA, cuyos «problemas» para mí son tapados por la decisión de ir para adelante con apuestas tonales y narrativas no necesariamente accesibles o cómodas para la mayoría de los espectadores. Hay algo, aquí, cercano a ese elemento fantástico y un tanto inexplicable, a la vez que un eje temático («cómo los poderosos se volvieron lo que son a partir del despojo y cómo eso lo desconocen sus hijos o pretenden hacerlo») que ronda también la película de Santiago Mitre.
Volviendo a la resolución de la trama, hay un elemento que me parece interesante para analizar y parte de lo que sucede al final cuando Eugenia queda finalmente embarazada. El desdoblamiento entre las hermanas establecido al principio de la trama y la ausencia de Vincent (que no está en el lugar ni se lo menciona como parte de un posible trío) en esa situación dan a entender que estamos ante una versión de la clásica figura del doble o doppelgänger. Se podría argumentar –no de una manera realista sino en plan especulativo– que una de las hermanas no existe, o es un fantasma. O que el propio Vincent no existe. Y hasta que el embarazo final (el real) también es la expresión visual de un deseo de ambas y que no está realmente sucediendo. Juro que en algún punto imaginé que la película podía tener un plot twist tipo SEXTO SENTIDO aún cuando la lógica de los acontecimientos no daba para eso. Lo que se ve se relaciona un poco más con algunas ideas sobre relaciones entre hermanas que aparecen en películas de Ingmar Bergman, por ejemplo. O de ciertas películas de Buñuel como VIRIDIANA. O desdoblamientos a lo David Lynch.
Nada de esto, aclaro, pretende ser creíble o realista (la película jamás propone que Eugenia o que Vincent no existen) pero sí como motivo de análisis que se combina con otro desdoblamiento que es el de los padres de ambas. Esa idea jugada también sobre el final, en relación a cuál de los dos es el «villano apropiador» (en este caso de casas, aunque también se podría pensar en relación a las hijas cuyas edades rondan las de los «nietos») rima, si se quiere, con la del desdoblamiento de las hijas, al igual que las discusiones sobre las relaciones entre padre y madre en relación a una u otra hija.
Me gusta la idea de pensar la película como una pesadilla, una especie de ensoñación no realista en la que esta cantidad de elementos (a los que hay que sumarle la muerte del padre y el accidente que deja a ambas lastimadas de manera muy similar) se acumulan de la forma en que lo hacen porque no responden a la lógica del drama sino a la del sueño, donde todo sucede de maneras muchas veces veloces e inesperadas. Los que analicen la estructura dramática de LA QUIETUD de manera tradicional la notarán fracturada, con un «tercer acto» apresurado y plagado de revelaciones que contradice la respiración previa de la película. Pero si se la piensa en términos menos realistas resulta más satisfactoria.
Tal vez la dificutad para verla de esta manera tenga que ver con que Trapero no tiene quizás la destreza en este tipo de relato que puede tener, por citar un ejemplo, Lucrecia Martel, que suele manejarse muy bien en ese terreno intermedio entre lo real y lo fantástico, entre lo creíble/lógico y lo pesadillesco, desde los pequeños mitos y apariciones de LA CIENAGA a las sensaciones cada vez más «fantásticas» de sus siguientes películas. Como Pablo no introduce nunca lo fantástico directamente –ni toca lo religioso, otro elemento que siempre aporta a este tipo de análisis y que es central en Buñuel o Bergman– estas interpretaciones pueden no ser tan fáciles de hacer. Pero los invito a pensarla, si quieren, de esa manera.
Hay muchas otras cosas que se pueden analizar desde distintas perspectivas en LA QUIETUD. Y eso me gusta que suceda. Como dije antes, pese a lo irregular que es en algunos aspectos, tengo la impresión que hay algo en ella que se sostiene, firme, en un registro en el que habitualmente no analizamos las películas argentinas comerciales o de gran presupuesto. Y menos las de Trapero, cuya fama esta ligada a un tipo de cine más compatible con el realismo social.
Todo aquel que quiera aportar sus ideas –no solo si les gustó o no, sino interpretaciones posibles– está invitado a hacerlo en los comments. Seguramente volveré a hacerlo con ACUSADA, otra película que, de una manera muy diferente, también se abre a diversas y contradictorias lecturas.
Me incomodo particularmente que ciertos temas quedan abandonados, a la deriva y no son para nada intradcendentes. La decision de Esmeralda de matar al marido no tiene ni rastros ni consecuencias. Eugenia tiene un “embarazo piscologico” y todos lo toman con total naturalidad. El accidente son unos simples rasguños y pasamos a otro tema.
Si, coincido, en el tercer acto se precipitan unas sobre otras, situaciones que cada una darian lugar a un desarrollo coherente pero Trapero prefiere apelotonarlas y tirar grandes y rimbombantes titulares (como mencionar a la ESMA y listo!) pero no produndizar demasiado nada
Interesantre la mirada de Lerer sobre lo que yo llamé » menjunje» en la construcción del guión en mi comentario en Otros Cines.
Es evidente que dicha acumulación de centros de interés narrativo, puede dejar la idea de que hay algo detrás de esa «curiosa y ambiciosa» trama con variada patología vincular familiar, que no sea el simple regodeo en lo morboso.
Por eso la idea de la ensoñación como recurso expresivo posible no deja de ser movilizante para una más amplia comprensión de una pelicula valiosa de Trapero que esta vez, es responsable unico de un guión que se las trae
En mi opinión, las hilachas sueltas que se dejan en la trama, tales como el asunto del accidente, o el tema del embarazo psicológico, no son accidentes del realizador sino un modo de mostrar cierta impavidez cínica de esos personajes, cómo no llegar nunca al fondo forma parte de un estilo familiar. La otra razón para dejar esos hilos, creo, puede ser esa estética medio onírica-surrealista propia de lo delirante. Lo fuera de ley circula todo el tiempo: desde que Eugenia y el
Personaje de Furriel se encaman con la peinada ahí de vigía, hasta la confesión incómoda de Mía: “papá era el hombre de mi vida”. Definitivamente creo que Trapero dejó esos cabos sueltos como recurso porque, al fin y al cabo, la de él es la historia de sos hermanas que por causa o por azar deciden dejar todo de lado, incluso el hombre de paja a través del cual se unían, para tener ellas la relación afectiva que nunca pudieron resignar. La escena de Mía embarazada (no es Eugenia) y la toma de una fecundación artificial (al menos eso entendí, debería verlo otra vez) me pareció una alusión a La prescindencia de todo lo que no fueran ellas, la una para la otra.
melange…. positivo!
‘gustome’ much!
Con todo respeto, creo que se utilizan demasiados eufemismos cinéfilos para explicar que en esta película Trapero derrapó. Es un gran director, uno de los mejores de estas pampas, no creo que necesite que los críticos o el público afín lo protejan. Saludos
Me parece interesante la apreciación de que una de las hermanas podría ser un fantasma, o de que Vincent podría no existir (al estilo de lo que sugiere la última de Ozon, por ejemplo) y la idea de que todo podría ser una pesadilla o ensoñación me hizo pensar. Pero ¿el tratamiento realista no desmiente esa posible lectura? Salvo las lámparas que titilan, encendiéndose y apagándose con truenos de fondo, nada indicaría que se está ante una muestra de cine fantástico. Aclarás, Diego, es cierto, que Trapero nunca introduce lo fantástico directamente, entonces me pregunto ¿no se está forzando a encontrarle méritos al film donde, en realidad, hay carencias (de tono, de guión, de dirección de actores…)? En películas como TRISTANA, Buñuel hacía que ocurrieran hechos absurdos o irreales sin que aparecieran trucos o efectos que sugirieran la irrupción de lo fantástico, pero había allí una claridad conceptual indiscutible y el tuteo con la imaginación estaba planteado desde el comienzo del relato. Y a propósito: relacionás LA QUIETUD con el cine de Buñuel, de Bergman, de Lynch: ¿realmente pensás que el último film de Trapero está cerca de esos referentes? ¿Basta que haya una relación simbiótica entre dos mujeres para que un film se parezca a PERSONA o a otros de Bergman? Creo que -un poco en la línea del comentario dejado por Fabián (deMdP)-, la amistad o el afecto de ciertos críticos hacia ciertos directores los convierte en perdonavidas. O tal vez sea el temor de que (al dejar en evidencia insuficiencias de su obra) pierdan validez elogios desmedidos que les propinaron con anterioridad.
Otra cuestión (que no te incluye) serían las alabanzas a la actuación de Graciela Borges. No sólo nadie (por pereza o cholulismo) se anima a cuestionar, aunque sea mínimamente, las dotes de GB como actriz, sino que quienes dicen que éste es su mejor trabajo en el cine parecieran ignorar que actuó en más de 30 películas antes que en LA CIÉNAGA.
Saludos.
La verdad es que leí el post para ver si lograba entender mejor cómo se pudo arruinar tanto una película que hacia el final uno descubre que pudo haber tenido un gran potencial.
Desde el principio sorprende la fotografía y la música. Luego, con un ritmo demasiado espeso a mi criterio, va abriendo puertas y ventanas por toda la casa: la predilección de la madre por una y el odio por la otra hija; dos hermanas que se describen como fogozas en su adolescencia, sobre todo Eugenia, y una Mia que confiesa que se excitaba con los relatos de su hermana. El juego erótico entre ambas te hace suponer que tienen un lazo incestuoso, sobre todo Mía; pero no tanto, porque a su vez las muestran a ambas en relaciones intensas con el sexo opuesto y hasta resulta que comparten el mismo hombre.
La predilección evidente de la madre por Eugenia, más la relación extraña entre hermanas me hizo pensar de entrada que Mía era adoptada o de otra relación, y que de alguna manera Eugenia en su sobreprotección o lástima por notar el desdén de la madre generó esta relación por lo menos extraña que mantienen.
En el accidente Mía afirma de manera sugerente que el hombre de su vida era su padre, otro nuevo interrogante…tenía una relación incestuosa también con su padre?
Pero el verdadero vuelco lo da la declaración de la madre en Tribunales; fue cuando supuse que Mía era hija de desaparecidos y pensé qué tal vez ese giro le aportaría al final lo mejor de toda la película y explicaría muchas cosas. Pero no, la madre confiesa que Mía fue producto de violaciones de su marido, al que odiaba… pero no así cuando la tuvo a Eugenia??? Acaso Eugenia no era de él sino de su socio? ¿Comenzó a odiarlo en esa época oscura, porque en desacuerdo la hizo ser una cómplice silenciosa de las expropiaciones de la dictadura, y para callarla la mantuvo rehén en su casa y la sometió al sexo no consentido??, pero luego te cuenta que fue partícipe necesaria digamos. Y no termina ahí… todas las historias de terceros en discordia se esfuman como de un plumazo y al cierre todo el drama expira como si se tratase de una película romántica de dos mujeres que no han perdido en vano toda la identidad familiar con la que creyeron crecer, sino para descubrir que en verdad son un par de lesbianas o algo así que deciden formar una familia amorosa. Una película que tenía un millón de aristas para poder cerrar con dignidad, y las desaprovechó todas. Lo mejor insisto, la fotografía, las actrices muy bien, no solo por su parecido sino porque te hacen creer su papel. El papel de Furriel es un aderezo que sobra, no porque actúe mal, sino porque en un momento le dan un intensidad que luego se borra como si el tema nunca hubiese existido. Una pena, aunque reconozco que tuvo buenas intenciones y es algo distinto de ver en nuestro cine. Saludos
Se nota la ausencia de colaboradores en el guión. Es pésimo; una VERGUENZA. Resulta aterradora la falta de criterio de Trapero.
Ademas es innecesariamente extensa
Me gustó muchísimo ! Y lo que más me interesó es que no se parezca en nada a sus películas anteriores (en lo personal las que más me gustaron: «El bonaerense» «Carancho» y Elefante Blanco») Trapero se jugó por hacer algo diferente y a mi juicio salió muy bien parado ! No me parece que el arte cinematográfico tenga que ser absolutamente verosímil y realista. Una película es mucho más que un guión ! Son las imágenes, los climas, los sonidos, los silencios. Es todo eso lo que termina envolviendo o NO al espectador.
En definitiva, No sólo el QUE sino el COMO. Y en el COMO la película me sedujo totalmente.
En el portal»otros cines» mi planteo fue que conviven dos películas en LA QUIETUD.
La más importante es la pintura familiar,tema insoslayable en el cine de Trapero,sólo que esta vez se mete con una familia de clase alta que forma parte de la peor oligarquía, la más parasitaria, la que edificó fortuna con la ultima dictadura cívico-militar.Así el manejo dictatorial que hace el personaje Esmeralda (impecable Graciela Borges), su preferencia por la hija mayor que es la triunfadora que hizo pié en París, su maltrato hacia la hija menor que es la única que la cuestiona, la relación entre estas dos hermanas que llevan esto de compartir todo hasta las últimas consecuencias y, en un segundo plano, los hombres, todo esto constituye la fortaleza de la película principal.
Hay una segunda película que es la vinculación entre los padres de las hermanas y la dictadura, el saqueo general de bienes a presos políticos, el placer de apropiarse de todo lo ajeno por parte de Esmeralda, es allí donde la película es superficial y no logra terminar de cuajar con el retrato familiar.
En un momento de la proyección, cercano al final, se me ocurrió pensar que la hija mayor podría ser apropiada y eso hubiera sido realmente un final genial porque hubiese reforzado es perverso placer de Esmeralda por reivindicar el botín de guerra antes que lo propio pero, está visto que Trapero no quiso apuntar para ese lado.
Salí del cine convencido que LA QUIETUD es una buena película, con una impecable factura técnica, pero que tratándose de Trapero pudo ser mejor
Admiro el riesgo asumido por Trapero y sobre todo haber trabajado en otro registro, muy diferente a lo que hizo hasta ahora. Lástima tanta sobre explicación en los diálogos, porque la historia familiar estaba muy buena. Lo de la ESMA pareciera más para exportación, de la manera que está tratado, con tanta liviandad. Podía haber sido una peli muy grossa y solo se deja mirar.
Muy interesante tu análisis y me saca un poco el sabor amargo que me dejó la película. Creo que la falla más grande es tratar de ahondar en el universo femenino con dicha trama. No se logra y nada es creíble aunque todo sea verosímil. Las actuaciones están al servicio de subrayar y sugerir las líneas argumentales y esto es pecado considerando los excelentes actores que tiene el reparto.
Una película netamente masculina, psicologista e intelectual que pretende adentrarse en un matriarcado, careciendo de sutileza y verdad.
Menos siempre es más.
A mi criterio, que sea de Trapero le juega en contra, porque esperamos otra cosa, y en ese sentido es interesante que nos lleve por un thriller familiar más intimo. Es cierto que otros directores podrían haberlo hecho mejor tratandose de su terreno, tiene toques de Almodovar o Medem, o Martel, pero se queda un poco a medio camino.
Igualmente no me pareció mala, pero la note entre cortada, como si fuera un tramite, tiene todo para ser una gran pelicula pero se queda en los elementos y con algunas muy buenas actuaciones en especial Martina Guzman. Tiene un ritmo raro, aglomerada y sin desarrollo en algunos temas. Obviamente esto puede ser una decisión del director, pero creo que pasa más por una posible deficiencia en el guion..El clima esta bueno, pero me quedo con ganas de verla más en profundidad con un poco más de trabajo encima. Esta bien como para vender a Netflix, pero no me parece una maravilla.