Estrenos: crítica de «Viudas», de Steve McQueen
La nueva película del premiado director de «12 años de esclavitud» es un thriller sobre un grupo de mujeres que deben cometer un robo para pagar las deudas que sus maridos dejaron tras un asalto fallido. La película –con un gran elenco que incluye a Viola Davis, Michellle Rodríguez, Colin Farrell, Liam Neeson y Robert Duvall, entre otros– funciona mejor como drama femenino que como película de robos o thriller político.
La película de robos (el llamado «heist film«) tiene una regla casi de oro que es mejor respetar si se quiere agregar algo importante al género: el espectador tiene que saber, con el mayor grado de detalle posible, en qué consiste ese o esos operativos. Algunas películas pueden centrar todo su metraje en esos robos (como el caso de la serie LA GRAN ESTAFA) o bien solo una parte, la más importante, de ella (casos como el de EL CIRCULO ROJO me vienen ahora a la mente) para luego derivar hacia otros asuntos, políticos, sociales, psicológicos. Pero el robo debe ser central. Y debe estar bien narrado, ser comprensible en sus detalles para el espectador, cinematográficamente descifrable. De otra manera, uno no entiende bien qué sucede y no se involucra.
VIUDAS es una muy mala película de robos. Podrá ser más interesante como drama sobre mujeres traicionadas (por su pareja, por la sociedad, por la política, por el mundo) y, quizás, como análisis de la corrupción política en los barrios más pobres de Chicago. Pero como heist film es flojísimo. El crimen que supuestamente debería ser central a la trama no se entiende nunca bien, ocupa apenas 15-20 minutos de las más de dos horas de película y se resuelve a las apuradas. Da la impresión que Steve McQueen bien se considera un cineasta que está para cosas más supuestamente importantes que relatar los detalles de un atraco. O bien que no tiene la más mínima idea de cómo hacerlo.
Muchas películas del Hollywood de los ’70 supieron combinar alta política con crímen organizado, relatos de suspenso, acción y robos en medio de situaciones tensas de conflicto (las películas de Alan J. Pakula son un ejemplo, digamos, o más acá las primeras de James Gray), pero VIUDAS tampoco logra hacer pie del todo en la arena política, pintando un enfrentamiento por el poder en el barrio afroamericano de Chicago –uno de los más peligrosos y conflictivos de los Estados Unidos– con trazos gruesísimos y dos grupos rivales corruptos (Colin Farrell y Robert Duvall por un lado; Daniel Kaluuya y Brian Tyree Henry por el otro) casi dignos de un sketch de Saturday Night Live.
Lo que le importa a McQueen es el costado feminista del relato. Lo principal, aquí, es contar como un grupo de mujeres cuyos maridos ladrones murieron en una emboscada policial deben cometer el siguiente robo que la banda tenía planeada, más que nada para devolver dinero a unos mafiosos que los ahora muertos no han podido, obviamente, devolver… ya verán porqué. Es así que tras una muy buena secuencia de apertura que presenta a los personajes en acción (los hombres) y, en paralelo, la previa despedida de sus mujeres e hijos, la película pasa a centrarse en la necesidad de Veronica (Viola Davis, por suerte más contenida que de costumbre) de recuperar el dinero que dejó debiendo al morir su pareja Harry (Liam Neeson). Lo que quiere es devolver una parte y de paso quedarse con una importante diferencia.
Para eso intenta reunir a las viudas en cuestión, todas mujeres de clase baja y vidas difíciles (ella, de hecho, es la más acomodada, con Harry como el clásico ladrón de guante blanco). Michelle Rodriguez es la clásica inmigrante latina (por una vez hace un papel que la muestra frágil), Elizabeth Debicki es también una inmigrante de Europa del Este llevada prácticamente a la prostitución por su madre y hay una cuarta integrante, blanca, que decide no participar de la trama por motivos que se revelarán luego y que a esa altura no sorprenderán a casi nadie. Para que el cupo de minorías esté bien representado la cuarta es otra chica afroamericana, de bajos recursos (Cynthia Erivo), la que actúa como conductora.
Pero el crimen en sí es lo menos importante aquí. El problema es que lo que lo reemplaza no es demasiado interesante. La corrupción política está mejor tratada en cualquier episodio de una serie de David Simon que aquí, donde Kaluuya actúa como si estuviera en una película de samurais y los candidatos respiran trampa de manera tan evidente que la única sorpresa es cuando uno de ellos termina siendo un poco más honesto de lo que parecía. Hay una sorpresa y una revelación del pasado familiar de la pareja Davis/Neeson que están muy mal resueltas y, como dije, un robo final caótico e incomprensible en su mecánica.
Lo mejor del filme está en la descripción y la relación entre los personajes femeninos y cómo estas mujeres abandonadas en medio de un barrio lleno de asesinos, ladrones y políticos (en algunos casos, todos representados en las mismas personas) tratan de vencer sus miedos, sus inseguridades y su desconocimiento del mundo del hampa para planear un atraco arriesgadísimo. Debicki, especialmente, encuentra zonas de conflicto muy interesantes para su personaje y lo mismo sucede, en menor medida, con Rodríguez y Davis. Esa es la película que le interesa a McQueen y la que, por su actualidad temática, la pondrá en las discusiones por premios. Pero fuera de eso hay poco y nada. Un thriller de robos que no llega a apasionar y un drama político plagado de clichés.